18 de diciembre de 2014

Balanceando

Este no fue un año de tacos ni de ojos pintados. Tampoco Ella se paseó mucho por mis letras, más bien permaneció callada, casi olvidada, como si a propósito y para que no me doliera todo tanto, me hubiera hecho a un lado.
Mis pasos, “titubeosos” a sabidas, fueron de sacudida en sacudida y mis manos, otrora briosas anduvieron con miedo por el consabido riesgo de ligar en cualquier momento y sin asco un hachazo en los dedos.
No faltaron los cambios ni las rutinas. Tampoco fui ajena a las renuncias, a las pruebas, a la búsqueda y a la basura, ajena y mía.
También se hicieron presentes muchas de “esas sorpresas” que siempre digo que no me gustan y tuve que hacer acopio de ánimo para tragarlas aun sabiendo que fueron derechito a alojarse en mi alma, como para no olvidarlas.
Balanceo mi estado de cuentas y veo ganancias y pérdidas, sumas que suman y sumas que aunque no lo crean, restan.
Por la ventana amanecieron más soles escondidos que días con destino, y se sentaron a mi mesa noticias desacompasadas, silencios en cascada, argucias blancas, verdades veladas y mudas palabras.
Sólo una vez he perdido los estribos, las demás cóleras pude manejarlas en forma calmada mordiéndome la lengua con paciencia acertada.
Durante este tiempo también se materializó la desesperación y la impotencia que implica ver más allá y saber que no debo hablar.
Todavía sigo caminando al lado de situaciones que no puedo revertir, fantasmas que no quieren partir, dudas sin digerir, relatos que debo parir, seriedades que no puedo obviar, muertos que pueden resucitar, escombros que aprenden a volar, nombres que no quiero escuchar, látigos que me niego a blandir, percepciones que tengo que probar, hechos que no puedo negar, tumbas sobre las que no voy a comulgar, torpezas que no quiero barrer, cosas que a la larga se van a manifestar, esperas en las que confiar, acicates que no voy a excusar, estigmas que no puedo borrar, especulaciones que rescindo hacer, armaduras que no voy a vestir, torpezas que no pienso admitir, resentimientos que espero humillar, crueldades que no voy a tolerar y cansancios que no voy a ocultar dibujando en mis labios sonrisas tristes para los demás.

Y al fin con el hilo de estas líneas logré coser el sayo de este año y aunque entre puntada y puntada hayan volado mis tacos todavía conservo el garbo y sigo caminando, con cuidado eso sí, para que no se me rompan dos sueños que después de tanto se perpetúan entre mis manos.

27 de noviembre de 2014

Silencio locuaz

Me gustaría inventar una palabra que le diera nombre a esos espacios que suenan sordos en los oídos pero que para mí dicen más de lo que a veces estoy dispuesta a masticar.
Muchos dirán que lo mío es brujería, invento o imaginación pero voy a contarles algo: la vida me mostró y me sigue mostrando tanto en esos milímetros vacíos que para no verlos hasta se me ha ocurrido escribir todo de corrido.
Es que voy a ser sincera, secretos y muertos todos tenemos, lo que no todos tienen es el maldito don de verlos. Y digo bien, para mí es una maldición porque no sólo debo masticarlos sino que con la mejor cara de estúpida tengo que hacer de cuenta que no los veo, cuando las explicaciones o palabras a esta altura de mi vida carecen por completo de sustancia porque los hechos ni siquiera me hablan sino que me gritan con toda el alma.
En fin, espero sepan comprender la altanería con la que hoy me desnudé, cosa que no suelo hacer, pero me revuelve la estupidez y más cuando piensan que yo me la voy a creer.

Documento en blanco

Dicen por ahí que hay que dejarse sorprender pero no estoy muy de acuerdo con eso. La verdad es que no me gustan las sorpresas y me encantaría esquivarlas, pero sé que no es posible por más empeño que le ponga, por más fintas o volteretas que haga.
El tema es que uno nunca termina de conocerse y ni hablar de conocer a los demás, tarea imposible si las hay. Por eso hoy el relato se llama documento en blanco, por eso hoy disiento con lo que “dicen”, por eso hoy escribo esto y por eso hoy mis dedos discurren por mi querido teclado, como aclarando.
Suelo ser breve y dejar mucho a voluntad del lector, y esta no va a ser la excepción. La cuestión acá es simple, llegué a un punto de mi vida en donde sólo creo en lo que ven mis ojos y en lo que cantan mis tripas, porque, como sí es bien cierto que a las palabras se las lleva el viento, he perdido a conciencia la audición.

7 de noviembre de 2014

Simpleza

Necesitó ver los desvíos de las miradas para atrapar en el aire el perfume dulce de lo oculto.
Necesitó hacerle caso a los gritos desesperados de su centro para no caer en la tentación de dar el paso que la haría caer en el barro.
Necesitó de todo este tiempo de silenciosa angustia y espera para entender porqué está molesta.
Hoy dos palabras le pintaron un paisaje que explica lo inexplicable de cualquier explicación.
Hoy sólo dos palabras se llevaron un millón.
Hoy Ella se niega a escuchar y a ver, hoy Ella quiere no sentir la decepción y poner sobre la mesa la honestidad y la sinceridad como única opción.

1 de noviembre de 2014

Desacostumbrada

Se me ha perdido el alma, no sé ya en dónde buscarla y aunque desisto después de cada fracaso mis pies me siguen llevando mientras siento que de mis manos los harapos de lo que queda van cayéndose tristes sobre la arena.
Mi corazón se acelera equilibrando el gasto inmenso que significa caminar por el desierto, buscándome a mí misma en cada esquina y sintiendo que no hay desazón más grande ni enrevesada, al no encontrarme, que ésta.
No hay nada, ni siquiera cansancio. Es el puro azoro el que me tiene desencajada caminando un espacio que me pertenece pero que no es mío y llegando a cada momento al mismo lugar desconocido y vacío y tan abierto que me da miedo y me llena de frío.

No hay sinsentido ni locura más grande
que este dolor punzante de buscarme
y ver que sigo conmigo
pero todavía sin hallarme


25 de octubre de 2014

Intrigadamente

Un maravilloso sol la lleva de la mano y la hace bajar los cinco escalones gastados. Descalza pisa la arena blanca mientras una ráfaga, oportuna como nunca, la despeina escondiéndole la cara.
Siente que su mente corre desbocada y no halla forma de pararla y que algo hace ruido en el fondo de su alma perturbando a su orquesta y haciéndola sonar desacompasada.
Entre todo el batifondo reconoce la voz de su diablo y ve a su dios sentado, con las manos en las quijadas y esperando demasiado callado.
Estudia la situación, no hay muchas formas de parar este desquicio desafinado y tampoco de hacer enmudecer a su diablo. Pero sabe que si esto está pasando es por algo, como sabe que en algún momento se va a crear el espacio y de entre bambalinas va a aparecer el silencio, que manso, va a hacer callar hasta la palidez a todo el escenario.

6 de octubre de 2014

Siente

Ella sale, hace rato que no viene y es que el sol esquivo la tenía en su puño, sumida en un mar turbulento de cavilaciones y algunos malos ratos incontrolables y oscuros.
Sale descalza, despeinada y cansada y elige el primer escalón para sentarse con las piernas cruzadas.
Mira al frente. Arena, la primavera que no llega y el resto de los escalones que quedan.
Siente que su centro está descolocado, mal ubicado, revuelto, ajado, distorsionado y lleno de gente que no le pertenece.
Enojada lo increpa por indecente. No entiende cómo es que dejó la puerta de su esencia tan abierta, tan disponible y tan vulnerable  al punto de sentir que ella no es ella y que fue usurpada con la más temible violencia.
Se odia, se detesta. ¿Cómo es que no se dio cuenta? ¿Cómo es que entró tanta gente a su universo y lo ocupó hasta dejarla así de indefensa?
Sin respuestas agacha la cabeza y aniquilada se aferra con las uñas a la madera mientras en sus ojos se desata la más feroz de las tormentas que la dobla en dos y la parte, como si fuera una triste muñeca.

1 de octubre de 2014

De costado

Vengo ladeada, como si tuviera un pinche adentro de la alpargata. Silenciosa y con la sonrisa atomizada parezco una de esas diosas egipcias de mandíbulas talladas.
Así como estoy hace rato que voy pero tengo entre los dedos la intriga del yendo.
Pasa que pasa de todo y a la vez es como si nada pasara. Pasa que soy yo y también alrededor. Pasa que la historia pesa pero nada peor que saber que lo que hoy pasa no regresa.
Y ahí ando como de prestado, alquitranada, desmaquillada y atornillada, escribiendo no sólo por gusto sino también para no atomizarme yo y así poder verme en la pantalla, leerme entrelíneas y desmenuzarme como si fuera otra para comerme mejor.
Adjetivos no por favor. Yo ya me “adjetivé” bastante y sacarme todo ese lastre no saben lo que me costó.
En fin, amén de todo quisiera algo de humor y si de pedir se trata también me vendría bien un poco de sol. Y mientras espero el yendo decidí ir silbando bajito, casi distraída, casi haciendo como que no estoy. 

17 de septiembre de 2014

Lo importante

Hoy se me plantea un silencio y un espacio a una hora desacostumbrada porque el sol está al este, no veo la luna por la ventana, no llegué recién y el auto y mis botas están estacionados desde ayer.
Y entre cigarrillos y café pasan frente a mis ojos la crónica de una muerte anunciada, lágrimas, “recomienzos” y la concreta y sabida imposibilidad de ser objetiva conmigo misma, al tiempo que se me dibujan, como si hubiera tirado una piedra al agua, círculos concéntricos sin comienzo ni fin, sin puntos débiles, infinitos y eternos.  
Es como que nada se termina y sin embargo nace un nuevo círculo cada día que me desorienta y logra ponerme seria y me silencia y me endurece, quitándole a lo importante la prioridad y dándosela de comer sin remedio a los chanchos.
Siempre he dicho que la vida está hecha de detalles pero que ella en sí misma no lo es, porque sería como pensar en un árbol lleno de hojas y flores pero sin el tronco como sostén. Y acá es en donde me detuve hoy y de la galera de la reflexión surgieron estas dos preguntas a continuación:
¿Cuánto tiempo pueden sostenerse los detalles en el aire? Y ¿Cuánto puede esperar dentro la cáscara, sin secarse, el germen de lo importante?

28 de agosto de 2014

Hoja

Y como hoja al viento acelero y freno, hablo y hago silencio, camino y me siento.
Voy, sé que voy yendo y también sé el lugar concreto, pero los artilugios que está usando el destino por momentos me enloquecen hasta el desconcierto.
Me cuesta fluir con mi río, me cuesta mantenerme a flote cuando el agua es un menudo jaleo y cuando siento que en el esfuerzo se me va el aliento y el corazón me patea el pecho.
No resulta tan fácil soltar, en eso no me puedo mentir. Lo único que sé es que tuve la lucidez de darme un tiempo y hacerme un espacio para volver a caber dentro de mí.
Por eso creo que sólo me repito en la paciencia, en la espera y en la consecuencia de las cosas nuevas y, aun sabiendo que siempre van a estar, lucho por absolverme de las viejas.
Nada es igual, nunca nada es igual.
La vida no es predecible ni lógica y menos que menos, lineal.


26 de agosto de 2014

Deuda

El sol la hace salir de su espacio y descalza como siempre se apoya de costado en la baranda. A unos pasos se encuentra parada su vida que sin acercarse de lejos la atisba.
Hoy Ella salió para enfrentarla y seria como nunca le dice que ya está harta de comprenderla y buscarle la vuelta. Quiere que le diga que lo siente, que se equivocó y que no merecía tanto aunque pudiera manejarlo.
La vida mira el piso. Ella tiene razón, algunas cosas se le escaparon de las manos y la lastimó. Sabe que está cansada de entender las consecuencias y justificar con explicaciones tanto artero latigazo que aguantó y los altos peajes que pagó. Por eso se mantiene a distancia, distancia que Ella al bajar los escalones logra acortar mientras cual dos puñales sin compasión sus ojos verdes le exigen más que una disculpa, más que perdón.

18 de agosto de 2014

Hoy

Es tarde y el día no quiere acostarse. Por eso estas letras, mi única manera de tirar al vacío tantas lágrimas, tantos dolores y más miedos de los que puedo contarte.
Va a ser éste un día difícil de olvidar, un día que rondará y rondará hasta que alguna palabra, algún gesto, algo, lo que sea, se lo lleve y no me lo traiga más. Y aunque siempre digo que la soledad y el silencio son mi refugio, hoy no fue el caso y caminé descalza los fuegos de mi propio infierno, fumé más de lo imaginado y ya casi pisando las tres de la mañana sigo tratando de exorcizar esta sensación de ardor eterno y este maldito gusto a terror y hiel que siento en la boca desde toda mi historia.
Cosas mías, cosas que espero el sueño algún día aparte de mi camino y nunca más se levanten conmigo.

Medio siglo

Mis sienes ya se están pintando de blanco, casi medio siglo de respiros registran mis tacos, casi medio siglo de agua pasó ya por mis manos.
Parece mucho cuando lo escribo y ni hablar cuando lo digo, por eso hoy se me ocurrió hacer un repaso y charlar con el espejo un rato. Fue generoso conmigo al no mencionar ni una arruga, eso sí, cuando posó sus ojos del cuello para abajo cantó como un canario y es que otra historia cuenta mi cuerpo y eso no puedo negarlo.
Sigo la recorrida y subo a mi desván interno, a ese lugar al que sólo yo accedo y, salteándome los últimos dos peldaños, entro. A paso lento recorro la foto estática de mi pasado. Todo está guardado y aunque de seguro alguna cosa se ha traspapelado, nada se ha perdido y todo se encuentra intacto, sin embargo llama mi atención el que muchos de mis amargos suspiros, que el tiempo sabio se ha encargado de arrear mansamente al desván del olvido, hoy sean sólo risueños recuerdos dormidos.
Al fin doy la vuelta y salgo, y, mientras pienso en los casi cincuenta años, mis manos buscan los bolsillos del saco y una sonrisa suave besa mis labios.

30 de julio de 2014

Intitulado

No suelo escribir a esta hora, es por eso que lo único que descansa sobre la mesa es el cenicero y un cigarrillo en “modo espero”.
Afuera hay nieve y adentro fuego. ¿Antítesis o conjugación de lo perfecto? Depende. Depende desde dónde lo mire y depende de en dónde esté el fuego y lo frío de la nieve.
Hoy debo decir que agradezco a este amable silencio que viene a posarse suave sobre mis labios y los sella, porque evita mucho. Pero también debo ser honesta y confesar que lo que siento no lo logra evitar.

(Tercer cigarrillo en modo espero
 y un tronco que al caer
 rompe la calma que se había impuesto)

Yo estoy lejos del fuego (no del interno) y sigo pensando en que no debería estar escribiendo esto.

Callar será una perfecta opción sí,
pero todas las veces no.

18 de julio de 2014

Una recta

Paso tiempos redondeando ideas, estirándolas, separándolas y volviéndolas a unir. Así como paso tiempo tratando de materializar entre mis manos la realidad ilusoria de la inmortalidad y desmaterializando la verdad tangible de la muerte.
No hay nada más seguro ni más diario desde la primer bocanada de oxígeno, que la última, y, mientras los segundos se descuentan uno a uno, inexorables, indetenibles e imparables, en el camino se pierden sin remedio momentos que luego sólo serán memorables.
No hay manera de parar las agujas. No existe forma de detener la máquina una vez que está en marcha. Y es que la vida y la muerte son la distancia más corta entre dos puntos que me cuchichean, suaves y constantes, uno en cada hombro y cerca de mis orejas y me marcan la cadencia de esta inobjetable recta.

21 de junio de 2014

Inexplicablemente

No sé porqué me sigue persiguiendo este tema. Después de “Explicaciones” y “Sin explicaciones”, este es el tercer relato que le dedico a este círculo casi vicioso que me hociquea, obsecuente y obstinado, y me obliga a repasarlo una y otra vez, como si fuera el único corsario que queda en pie en mi barco.
Cuando escribí el primero sentí que estaba cansada de darlas y creí que hasta ahí llegaba. Poco tiempo después y al releerlo, me di cuenta de que a pesar del cansancio seguía dándolas, algo así como que no había llegado a eso de “estar harta de estar harta”.
Quiero creer que tiene que ver con no haber puesto aun totalmente en marcha el “estar sin estar” o el formar parte del mundo pero no pertenecer.
A colación de esto mucho tiene que ver el “no esfuerzo” del silencio, el poder que tiene la ausencia de palabras y el camino que esta ausencia le abre a todos los otros sentidos.
Hablar envicia, atonta y ciega. Cuando uno habla se reduce casi a la nada la capacidad de sentir y de percibir al otro y a cuanto nos rodea. Por el contrario, el silencio nos regala todo lo que no le pertenece al habla y gentilmente anula el pensamiento, permitiéndonos interpretar casi en su totalidad lo que se esconde entrelíneas y también lo que nos da la vida.
Muchas veces uno siente la necesidad de llenar el vacío que produce el silencio por creerlo incómodo, cuando en realidad lo que incomoda es estar con uno mismo y es allí en donde inmediatamente la mente pone en marcha la maquinaria de la lengua, alejándonos de nosotros y restando miles de horas que están contadas desde que nacemos, sólo por ocuparnos del resto o lo que es peor aún, para justificar y darle sustancia a todo cuanto hacemos.
En suma, insisto en que las explicaciones huelgan y que urge el silencio pero también debo decir que gracias a ellas va saliendo todo esto.

11 de junio de 2014

Desnuda y despojada

Ando incómoda, descolocada, ni acá ni allá, en el medio, sobra todo y nada alcanza, dislocada, alborotada, alérgica, vulcanizada, combativa, callada, inquieta, mandíbulas apretadas y manos crispadas.
Busco y no encuentro, dejo y me olvido, salgo y me guardo y cuando me quedo no me hallo.
Ando caminando un camino circular, distraída en mi laberinto personal, estudiando, esperando, repasando, cuestionando, comparando y negándome a negociar.
Estoy posesionada por la eterna posesión de la pertenencia, de las pocas y últimas pertenencias que no hacen más que hundir sus raíces en mi alma ya raída cuando ilusa, había creído que ya no las tenía.
Maldita cuestión “insolucionada” o hábilmente evitada que hace muchos años me fue señalada y por lo visto celosamente guardada y que ahora y de un golpe certero me para en el camino del “no poseo”.

Y a todo esto:
Un “ni” surge como respuesta a todo cuanto me pregunto.
Un “ni” cuyo objetivo es sostenerme en vilo.
Un “ni” que me obliga a la reflexión y al sigilo.
Un “ni” sin compasión que me para hoy frente a mi último y más duro bastión:
Mi amado y temido “yo”.


3 de junio de 2014

Querido pasado

Extraño escribir tarde en la noche. Extraño mis pantuflas, mi bata fucsia y el material silencio de la suave oscuridad de mi té negro.
La extraño a Ella que hace rato me evita y no se pasea por mis letras.
Extraño la ausencia de pasos y patas. Extraño las cortinas cerradas y ese rincón poco iluminado en donde se hacían casi invisibles mis manos en el teclado.
Extraño llegar tarde y, muerta de frío, correr a bañarme para sacarme el día de encima.
Extraño las paredes pintarrajeadas, mi colección de latas, el pasto alto, el dormir sola con la ventana abierta al sereno invierno y el viento helándome la nariz durante el sueño.
Pero ¿en realidad extraño o me extraña sentir lo que siento? La verdad es que me extraña pero no me sorprende, sé que algunos recuerdos suelen vestirse de rosa con el paso de los años y nada más que porque ya me ha pasado. Pero esta vez lamento comunicarte querido pasado que ya no tengo los ojos velados. Sé que lo que añoro no pintaba muchas sonrisas por aquellos días y aunque me hayas transportado vaya a saber con qué objeto a una realidad dibujada, no necesité más que un segundo para saberme engañada y desnudarte de toda artimaña.

19 de mayo de 2014

Te cuento

Esperá un minuto que te cuento que para leerme tenés que olvidarte de que soy yo la que escribo y saber que no sirve de nada intentar imaginarme y menos que menos preguntarte, porque la idea no es interpretarme y como verás no estoy ahí para contestarte.
Por mi parte la pantalla es un espejo por eso juego con los abiertos y sobrevuelo y nunca toco directo, pero nada más que para que en algún punto puedas identificarte y acomodar lo que te pasa a lo que yo cuento en tan pocas palabras.
Insisto en que querer adivinarme es perder el tiempo, en tan poco espacio yo no quepo y es que mi mundo es más grande que eso. Por eso te invito a que me leas de seguido y que no te detengas ni en los puntos suspensivos y hasta podés agregarle lo que te parezca que se me haya ido porque estoy vacía de todo y llena de olvidos y otra cosa más, cuando me veas dale a la lógica un respiro porque te juro por mis hijos que la vida no cabe en un espacio tan chico.

6 de mayo de 2014

Zumbido

Un ronroneo persistente y molestoso zumba entre mi ropa al punto ya de convertirse en acoso. Se me ocurre que fui inocente al creer que restándole importancia lo iba a olvidar, pero obviamente no fue el camino que debí tomar.
No lo sabía, juro que estaba convencida de que si no persistía, esta sutil pero constante molestia al fin moriría. Bueno, no fue así, aunque en algún momento lo creí.
Debo decir que si miro esto con detenimiento no es de mayor importancia pero he de ser sincera y decir que me hace incómodo el andar e incluso se da el gusto de quitarme la sonrisa y aplastarme contra el suelo como si fuera una insignificante hormiga.
Dos intentos han ido a dar a la basura, el primero fue compartido y el segundo sólo mío y ambos resultados llevan el sello de fallido.
Le he dado más vueltas a esto que a la calesita de mi vida y sigue sin aparecer el brazo estirado que hace jueguitos con la sortija.  
La opción de las palabras y luego la de olvidarlas son cartas que ya no forman parte de la jugada y no existe la posibilidad ni remota de la suerte en esta baraja.

(Sigo sin hallar la respuesta,
pero la noche se pinta negra
y eso es signo de que la aurora está cerca.)

3 de mayo de 2014

Tratos y contratos

Y el puente hay que pasarlo aunque no haya nada del otro lado, aunque sorba este aire como si fuera el último y a veces se me atraganten los pedazos.
Relatos, cigarrillo y café alimentan este viaje de a pie.
Escrituré a mi nombre la soledad y el silencio y estampé mi firma en un contrato de fidelidad in aeternum conmigo misma.
Hice un trato de palabra con lo que pasa y cuando nos dimos la mano, dos pares de huellas testificaron que él nada repetirá si yo no lo olvido jamás.
Lo que viene me mira, lo único que puedo decir de él es que en parte lo veo y al resto no lo quiero encontrar.
Entendí que camino sobre una soga que separa dos nadas, que cuelga sobre un vacío infinito que me abraza y que la llegada no está del otro lado, ni tampoco en el próximo paso.
Mi tranquilidad es haber aceptado que la vida no sólo es una sorpresa sino que tuerce en igual medida hacia la felicidad las veces que viene de tristezas.

27 de abril de 2014

Espesura

Lo siento como un manto pesado, incoloro, amargo, impenetrable, hostil, inclemente, cabrero, necio, inasequible, hosco, inoportuno y fatigante.
Se me dificulta respirar, me aplasta, me ahorca, me encierra y me obliga a detenerme.
Me ciega, me inmoviliza y me saca lo único que puede aflojar la tensión que es el suspiro.
Me quedo quieta, sin opción. Minutos detenidos llenan las horas de un día desasosegado, abortado, no común, no rutinario, no esperado, no querido e “insolucionado”.
Hoy me ensordece la espesura del silencio que tanto amo con una ausencia de sonidos que me muestra los dientes y me hace doloroso el paso.

Y... ¿A ver?

A ver, me detengo un minuto. Suspiro obligado. No me siento, no hay en dónde. Me quedo parada con las manos a los costados y mirando para todos lados.
¿Incómoda? Sí, en verdad es la más pura incomodidad de un silencio que más que silencio son palabras ya desechas de tan masculladas que están.
¿Qué hago? Es lo que me pregunto y lo que no me puedo contestar porque la contestación no está, ni acá ni más allá. Es como si la pregunta estuviera en la boca de un pececito que da vueltas en un bol de vidrio.
Aviso: sigo con las manos a los costados, mirando para todos lados y sin un lugar en donde descansar.
Y si tiro la pregunta ¿desaparecerá? Ojalá así fuera, pero tal parece que sólo porque a mí se me ocurra las cosas no se desvanecen.
Juro que he tratado de esconder la sensación, la impotencia y las lágrimas y hasta me he hecho la distraída, pero la cosa insiste con obstinada porfía. Hacer pasar a un elefante por el ojo de una cerradura sería más fácil que olvidar, a esta provecta edad, lo que quiero saber para solucionar este molesto, y valga la redundancia, molestísimo malestar.
Aviso que acá sigo. Parada. Manos a los costados, más que buscando, más que esperando y todavía sin encontrar.

Respuesta

Y después de meses descubrí que la solución estribaba en no preguntármelo más y dejar las cosas así como están.

Sin explicaciones

Leí mis letras y mis ojos se detuvieron en un simple texto que escribí hace un tiempo y que hoy hizo de espejo mostrándome sin compasión un error que estoy cometiendo y sentándome sin mucho trámite en un caldero hirviendo.
No me sorprendió el hecho de “no ponerme en práctica”, más bien he quedado bastante enojada conmigo misma porque una sencilla lectura me remontó a ese pasado en el que escribía cosas sin darme cuenta, ni siquiera entrelíneas, de que yo era la protagonista.
A lo largo de mi vida he torcido la historia nada más que a pura voluntad, pero esto de las explicaciones me cuesta más tiempo del que he perdido en darlas gratis, y ahora concluyo que sólo por el gusto de sacar la lengua a pasear sin siquiera ponerme a pensar.
Menudo tiempo se me ha ido y todo para que las palabras fueran a dar al vacío, cuando un buen silencio hubiera sido más sano que este desgraciado vicio.
Eso de andar por la vida dando explicaciones me cansa y me duele más que correr descalza, por eso hoy cuando leí “Explicaciones” se me abrieron los ojos como dos platos y de inmediato sentí una identificación no puesta en marcha y ahí nomás vino el golpe que suele darme la autocrítica y me vi como una estúpida explicándome a mí misma.
Guardo silencio en cuanto al resto porque no sólo no me sobra vida sino que no la tengo resuelta y por eso no puedo dedicarles tiempo.
Pues debería hacer lo mismo conmigo y por puro respeto dejarme de escarceos y hacer un voto de cero comentarios en cuanto a estos 47 años de ensayo.


18 de abril de 2014

Reencuentro

El otoño me llama al reencuentro conmigo misma, a apartarme de la marisma y a desvestirme a las siete de la tarde para sacarme el día de encima.
Distinta se me plantea esta estación, más reflexiva, más de revolver hábitos, más de volver a rutinas. El reencuentro conmigo lleva implícita la mirada hacia atrás, esta vez más profunda, más concienzuda, un poco menos intranquila pero no por eso relajada.
Limpiar el espejo de polvo y verme prístina, en otro espacio y a plena luz del día, me ha resultado en algún rincón un tanto enojoso. Enojo que no se disipa y que trabajo sola, no sin cierto fastidio, hora tras hora.
Retomar hábitos y rutinas me centra, pero no al punto de aflojar las mandíbulas,  no al menos todavía. Este hacer mecánico y conocido, este volver a ser yo misma pero distinta y de revolver para ver qué es lo que queda mientras sigo quemando, tirando y soltando, me fue llevando de la mano hasta dejarme en el andén de la estación de las hojas vueltas a su entierro, del silencio, del agridulce sabor del desapego, de la lluvia eterna, de los grises interminables, de los días cortos y de un retiro que me permito mientras le hago una finta al destino.

Sabrán comprender, amigos míos
Desaparecer es mi estilo


13 de abril de 2014

Opacos

Estoy gris, gris como el día y las vicisitudes que me visitan y opaca, opaca como el cielo que reflejan hoy las ventanas y el vuelo de los pájaros que no pasan.
Suele ocurrirme a veces que el nudo se desata, afloja la garganta y se me caen solas las lágrimas, y aunque trato de que los estados no me pillen de sorpresa por uno solo de sus lados, hay momentos como hoy en donde no puedo evitarlo.
No hay nada que ciegue lo que siento y aprendí con los años que del otro lado de la felicidad está esto y que tengo que pasarlo.
Me pregunto si es momento de ponerme a estudiar qué es lo que me lleva a tocar casi con un golpe este extremo tan odioso, y me respondo que sí, que por algo la vida me deposita en estos días y me obliga a mirar de cerca algo que no vi. Me pregunto también si la mente estará haciéndome alguna de sus jugarretas, aprovechando y sorbiendo esta posible debilidad en mí, y lo mismo, la respuesta es sí.
Por eso creo que no es casual que justo hoy, un manto de silencio caído del cielo le haya abierto a mis manos un espacio para que de mi puño y letra salga qué es lo que me pasa y porqué me levanté así de acongojada esta mañana.

12 de abril de 2014

Fragmentos para mi hija Julieta

Cuando las cosas pasan aparece la “re-acción”, es una enseñanza grabada a fuego desde que nacemos. Es la lógica haciendo alarde, es la frustración, es no haberse tomado el tiempo para encontrarse y vaciarse.

La vida no es re-acción, es gestión, es estar alerta, es acción.
Me resulta difícil explicar lo que es la acción. Sé que es desde mí y hacia mí, por mí y para mí, sin incluir al resto ni tampoco excluirlo; es un instinto consciente en el que no existe la mente. 
Es saber que si me encuentro con una víbora en el camino no puedo detenerme a pensar en la historia o en mil y un divagues que me llevarían a la muerte en un instante. En ese momento cualquier pensamiento es absurdo y obsoleto, lo que surge es saltar o correr, no hay tiempo para preguntarle a la mente qué hacer.

No es cosa sencilla y lleva toda la vida; es cuestión de tranquilidad y alerta en balance constante, es vivir en ese lugar en donde nadie puede entrar aunque le abramos la puerta, es estar en el centro estando afuera.
Me llevó años entender que primero debía vaciar el tren, y no sólo de cosas, sino también de gente. Después vino la parte más difícil en donde liberada ya de todo y de todos hasta quedar sola, tuve que desmontar mi historia, y ahí, parada en el medio del derrumbe, desnuda y sin ataduras, tuve que soltar lo que me quedaba agarrado en las manos y ver cómo se tragaba la tierra tanto aquello que había decidido aceptar, como las luchas que nunca iba a ganar. 
Fue el fin y a la vez el inicio, fue llegar al carozo para germinar, fue entrar en mi oscuridad y sacar a relucir todo lo que había guardado y tapado, todo lo que, escondido, no hacía más que alboroto lleno de polvo y descuido.

Siento que cada minuto que vivo es un desafío, es dejar pasar un montón de cosas, es estudiar otras, es descubrir lo que no vi, es reconocer lo que no quise ver, es no quedarme en ningún lado, es aceptar y abrazar cada estado del vaivén, es no pelear con el ir y venir sino simplemente dejarme fluir para poder escuchar el grito de mis tripas y el ruido sordo que hace algo que no está funcionando.


9 de abril de 2014

Sin permiso

Está como el día, gris y silenciosa. No se le mueve un pelo como no se mueve afuera ni una sola hoja. Se abraza las piernas, ya sentada en la alfombra, mientras siente cómo este bullicio, incansable y sostenido, de voces encontradas, miradas y sombras la persigue desde hace horas.
Lo silencia yéndose más adentro, pero necesita desmenuzarlo entre los dedos y estudiarlo bien de cerca para que desaparezca.
Se levanta, decide ir a verlo. A mitad de camino lo encuentra, perdido y ciego junto a palabras que nunca deberían haber salido de su boca. Pero no lo enfrenta, no tiene sentido perder fuerzas. Sabe que hay cosas que aunque molestas, hay que dejarlas porque no tienen remedio.
Vuelve a su estancia, callada y sola.

(Anoche su sonrisa se fue sin permiso
Y la perdió entre la horda)


2 de abril de 2014

La continuación

Hace dos años escribí “Un hastío simpático”, el cual me permito volver a citar.

No fue un día agitado el de hoy, pero recién llega y es algo tarde. La casa está como le gusta a Ella, vacía y silenciosa. El perro la recibe mirándola a los ojos y pidiéndole salir, le abre y cierra con llave. Se saca las botas, se desabrocha el cinturón, deja la cartera en la mesada y trata de vaciarla, a esta hora del día pesa como una tonelada.
Se demora haciendo un par de llamadas y todavía tiene que bañarse, pero el teclado no puede esperar y se sienta. Falta el té, será después.
Prende el cuarto cigarrillo y en los segundos en que tarda en cruzarse de piernas, ya está adentro, mirando lo que baila entre sus dedos.
No puede menos que sonreír. Hoy fue un día lleno de sorpresas, lleno de ser como es, lleno de idas y venidas, lleno de ciruelas, lleno de papas fritas, lleno de risas, lleno del más puro cansancio y del más puro placer.
Tendida cuan larga es entre sus almohadones, busca a tientas el cenicero y apaga el cigarrillo.
Es que el día no confluye en su cosmos hasta que se sacude de todo y de todos, hasta que, consciente de haber vivido en cada segundo cada suspiro, abre las manos y suelta, dejando que el sol evapore a cada uno y a cada cosa lejos de su agua y lejos de su rosa.

(Lo que pasó hoy, es imposible de deshacer
Y si fuera posible, ¿para qué?)

No sé porqué se me ocurrió ir para atrás, leer lo que había escrito y acomodarme-acomodarla-acomodarlo en el hoy.
La casa está igual, vacía y silenciosa pero mi negro partió. Es temprano para té pero nunca para café, y el cigarrillo sigue, como siguen las piernas cruzadas, la danza de mis dedos y las sorpresas cuando voy para adentro y “siento”.
Sigo siendo la misma que hace dos años y es que en el fondo nunca nada cambia porque la esencia es una marca registrada en el alma. Esa misma esencia, a la cual me costó tanto llegar, es la que hace que viva cada segundo como si fuera el último, es la que corrige mi rumbo, endereza mis velas y me hace libre aun con los dos pies bien parados en esta tierra.
Sigo conservando mi lugar propio, mi cosmos. Ese espacio paralelo al mundo de los otros en donde paso mi tiempo lejos de todos, al lado de mí misma, desnuda y limpia haciendo equilibrio entre las orillas y en constante charla abierta y sincera.
Adentro estoy en confianza, y sin filtro respiro soledades y silencios, lágrimas y sonrisas, verdades, responsabilidades, fuerza y debilidades.
La sensación de libertad y la ausencia de límites es tan grande que se me hace imposible de explicar.
Haber llegado hasta acá me hace fuerte y a la vez vulnerable, me da las armas pero me quita el motivo por el que luchar porque no hay nadie a quien doblegar.
Haber llegado hasta acá es saber que nunca voy terminar, que no hay nada más allá, que se fue el paso anterior y que acá adentro estoy sólo yo.

30 de marzo de 2014

Inventos

Hace mucho y a desgano caí en la cuenta de que está todo inventado. Que me miran de soslayo sustantivos ya hallados y adjetivos que tratan de pintar aquello que no va a ser posible de “adjetivar” ni en un millón de años.
Giran a destiempo en mi cabeza piezas de un gran rompecabezas. Hay papeles en la alfombra, palabras que sobran, garabatos en el aire y entre mis pasos y mis manos el más difícil y arduo trabajo yace plácido entre volutas de cigarro.
Entre condicionales rimamos y arrimamos. Ella y yo. Otros aparecen a veces,  aunque nosotras, siempre, no entendamos eso de escribir desde la abstracción.
Tiempos, tiempo, alejamiento. A las rápidas, una pensada, imaginada, sentida, apenas esbozada, pero cierta y nítida definición aparece dibujada.
Es que la historia nunca termina, se recicla. Se desnuda, se esconde, viaja oscura, se confunde, nos derrumba en la penumbra, aparece en la esquina y desanima. Porque si miro la vida me la pierdo y si la escribo se escurre entre mis dedos como el tiempo. Pero está acá, justo acá, en este mismo lugar y es lo que hay.
Cada minuto que pasa es una anécdota en la espalda, una brasa que se apaga, la magia solapada de la realidad inventada y un chiste único que sucede y precede en sólo un infinitesimal segundo a la última carcajada.

18 de marzo de 2014

Backup

Estoy parada al borde del camino. Tengo las manos en los bolsillos, el pelo recogido, alpargatas, un solo anillo, maquillaje cero, entre las manos un par de aperos y desde la banquina me “relojeo” de cara al viento.
Poco a poco están volviendo a mí mis tiempos. Siento que al apagar las luces del escenario, la sala se fue vaciando mientras el paisaje fue desdibujando en este último tramo todo rastro de hastío y una larga historia de cansancio.
Ansiaba detenerme y destilar uno a uno los minutos hasta verlos diluirse despaciosos ante mis ojos, como me urgía bailar y tocar a mi antojo el millón de corcheas que forman mi orquesta.
Pero sobre todas las cosas necesitaba no esperar hasta la noche para bajarme de los tacos, desnudarme y vagabundearme sin prisas, indecorosa y eternamente yo misma.

10 de marzo de 2014

Un significativo

Hoy estoy en esos días en los que le busco significado a algunas cosas que no deberían significar nada, pero que sin embargo me pican y por eso decidí detenerme para verme y rascarme en detalle.
Aparecí al instante, en cuclillas buscando algo y en un lugar que no puedo describir muy bien. La cuestión es que estoy a gatas, como no queriendo, buscando algo que no tendría que buscar.
Sensación extraña si la hay.
Soy honesta: más preguntas que respuestas. Y debe ser por eso que se me dio por cavilar mientras el mundo se mueve como siempre a mi alrededor y yo permanezco ajena, en forma más que clara, cortada, silenciosa y buscando (insisto con la palabra) algo que no logro encontrar.
Le doy vueltas a la cosa, tal parece que demasiado, pero soy “insistidora” como no hay otra y cuanto más llena de nudos está la soga, más paciencia me brota.
Ya no me asusta que mi silencio hable solo ni que mis ojos se hagan impenetrables llevándose hondo el parloteo interno y tornándome infranqueable.
Me permito, en días como hoy, que todo desaparezca en donde termino yo.

Creo que voy a seguir buscando hasta encontrar el significado
y también voy a dejar la puerta abierta
 para dejar de buscar
 cuando yo quiera.
Tal vez me tarde para siempre
en deshacer uno a uno los nudos de la soga
pero eso ahora, justamente ahora,
no es lo que me importa.

25 de febrero de 2014

Entre meses

Cuando el invierno llega a su ocaso y escondidos entre las hojas muertas aparecen los primeros brotes de la primavera, el instinto animal que llevo dentro asoma tímido y se despereza, disparando mi alerta. Año a año, entre octubre y marzo y con una cadencia que raya la obsecuencia, olisqueo el aire y mi esencia se altera.
Es como si la estación de las flores fuera el anuncio de algún cataclismo personal e inevitable que hace que sienta bajo mis pies, cómo tiembla el corazón de la tierra. Así de certera se me presenta.
Pero marzo está llegando y después de haber parido aciertos y desconciertos hasta quedar sin aliento, lenta se acerca, como un bálsamo fresco, la estación de las hojas vueltas a su entierro y de las largas noches de reflexión y silencio en donde en paz vuelvo a mi alma y dócil, me entrego.
Ya sosegada acepto que no hay retorno posible y mis dedos se empiezan a mover más tranquilos, como más tranquila voy despertando a lo que siento. Es que después de cada tormenta la calma es lo único cierto, como cierto es que al quedarme quieta, y cual si fuera una fotografía, la vida no sólo me muestra una a una las famosas consecuencias sino también el contrapunto o si se quiere: La ironía sutil que equilibra esta cadencia.

9 de febrero de 2014

Interpretaciones Parte II

No sé si ya escribí algo con este título pero no tengo ganas de buscar entre mis letras y por eso le puse parte dos, para no andar con vueltas.
La cuestión acá es de una simple complejidad, algo así como todo lo no dicho que queda a libre albedrío pero que en definitiva termina armando lío.
Porque yo siento y el otro siente y los dos creemos o pensamos y ahí en el aire lo dejamos y en el día a día se va juntando y el viento no se lo lleva sino que lo va amontonando y esos montones son el pasto seco que después se incendia y nada más que por dejadez y pura negligencia.
Me niego a que el viento haga con las interpretaciones una montaña de adivinanzas, y como ya tuve varios incendios me di cuenta de que con una llama me alcanza.
Pero hete aquí que tengo un defecto y es ese largo masticar, pero nada más que porque necesito el tiempo para saber si no soy yo la mañosa, no es por otra cosa. Y cuando mastico busco, miro, siento, me paro en la otra esquina, me cruzo a la vereda de enfrente, me visto con la piel del otro, me “espejo” y me escucho hablarle-hablarme para en un instante deslizarme y tocarte.
Y así es como interpreto mi falso-cierto y porque mi yo entero se resiste a lo viejo no dejo que el viento junte pasto seco.

28 de enero de 2014

La noticia de un enojo

Estoy enojada, enojada con todo lo que pasa y de lo que creo yo no tengo que ver nada.
Mi blog reza “sin dios y sin patria”, rezo por el que fui y soy cuestionada; no siento vergüenza por ello, ni lástima. No sé lo que es la patria, siento que un himno y una bandera no definen el límite en la tierra con una raya.
En cuanto a dios, se dice que al negar algo se reconoce su existencia, pero yo no lo niego ni lo afirmo, es más simple que eso, nunca lo vi y tampoco lo siento. Puede estar o no pero yo acá no lo tengo.
Mi enojo tiene tal vez algo que ver con los días y también con haberme metido en dimes y diretes que no me correspondían, noticias puntualmente.
Tarde… siempre resulta que es tarde. El diario no trae la información antes de que pase para poder hacer algo, no, el diario me “anoticia” de lo que a todas luces me es inmanejable. Porque no puede haber nada nuevo en noticias viejas y sólo me queda la preocupación, la impotencia y la frustración que me genera la imposibilidad de actuar frente a un hecho consumado.
Por eso decidí volver a mí hoy, después de darme la cabeza contra la pared, después de habérseme subido el corazón a la garganta un par de veces temiendo que mis hijos, que están lejos, fueran los que estaba viendo tirados en el piso o perdidos.
Y los precios seguirán subiendo igual que el dólar, los puchos, la nafta y la comida; y seguirán habiendo accidentes, muertes, políticos corruptos y guerras.
Entendí que no hay cirugía para el pasado y que hablar de historia y citarla puede ser entretenido pero no me lleva a ninguna parte y por ende no me sirve para nada.
Por eso vuelvo, como hasta no hace mucho, a mi frasco, a mi centro y me sumerjo en lo único que puedo cambiar y mejorar, que es a mí misma.
No sabré qué ropa está de moda, quién murió ni dónde hubo un huracán. Pero voy a estar acá, justo acá y sin más información que la que sienta mi corazón cuando te mire a los ojos y te pregunte ¿cómo estás?

23 de enero de 2014

He descubierto

He descubierto que el camino al acierto está lleno de errores y que bordean las márgenes del río una multitud de desatinos.
He descubierto que en el trayecto son duros los golpes en los tobillos y que caerse es muchas veces un apoyo en el piso.
He descubierto que la flecha da en el blanco justo cuando se relajan los brazos ya cansados.
He descubierto un abismo repleto de causas perdidas, causas que hoy unen las orillas y me permiten caminar adonde antes hubiera tenido que volar para pasar.
He descubierto que después de andar perdida en los laberintos de mi vida, la verdad ha asomado siempre tímida ante mi vista, mostrándome el camino de salida.
He descubierto que por cada falla hay una medalla, aunque en el momento haya tirado la toalla.
He descubierto que con los años sé menos y olvido más, que dejé de guardar y que sigo intentando escuchar sin pensar en qué contestar.
He descubierto que la vida está plagada de contradicciones perfectas, que lo ilógico tiene pies y cabeza y que lo dulce es amargo del otro lado.
He descubierto que el ruido que me deja sorda es una forma de silencio y que la ausencia de sonidos es música para mis oídos.
He descubierto que abrir la boca es abrirle la puerta a los demás y que después no hay posibilidad de volverla a cerrar.
He descubierto que en estado de alerta puede haber descanso y que la muerte no es una huída perfecta.
He descubierto que debajo de una ola gigante hay tierra y que ahogarse no es quedarse sin aire.
He descubierto que la tristeza y la felicidad son una misma pieza y que en la calesita de la vida he sacado más de una vez la sortija.
He descubierto que la fuerza no se termina mientras dura la vida y que cuando me vaya ya no va importarme nada.
He descubierto que es lo mismo temer que detener y que tengo más paciencia de la que soñé.
He descubierto que la filosofía es un arte barato que no hace más que unir las palabras del diccionario y que teorizan aquellos que no practican la vida a diario.
He descubierto que cada día muero y vuelvo a nacer y que puedo bajar o subir a quien quiera, porque éste es mi tren.
He descubierto que mis decisiones tienen un costo incierto y que tanto puedo poner el pie en el cielo como en el mismísimo infierno.
He descubierto que puedo amar y odiar y que ambos pueden suceder en el mismo momento.
He descubierto que hay días en donde todo me sonríe pero que se intercalan sin remedio con aquellos en los que por todo lloro.
He descubierto que mi forma no es la única y que lo que veo desde donde estoy parada se ve distinto a tan sólo unos centímetros.
He descubierto que la realidad no son palabras y que lo que debo hacer no muchas veces es lo que quiero.
He descubierto que no todo lo que se muestra es lo que hay y que en algún lado vive un submundo de cosas inimaginables que ni el más destacado ilusionista jamás podría calcular.
He descubierto que lo que siento no puedo ponerlo en palabras, porque los sentimientos tendrán nombre pero no definiciones.
He descubierto que en la superficie puede haber calma pero mi barcaza, igual puede zozobrar.
He descubierto que lo perfecto es la imperfección de un día de lluvia y sol.
He descubierto que viajar con poco me permite disfrutar del paisaje porque no tengo que acarrear tanto equipaje.
He descubierto que hay personas que pasan sin dejar y que mejor olvidarlas que ponerse a recordar.
He descubierto que me voy a volver a equivocar y que la solución no va a estar atrás.
He descubierto que la venganza parece una delicia pero le falta sal y encima se come fría.
He descubierto que el viento lleva y trae y que la lluvia se queda cuando se va.
He descubierto que una sonrisa abre el mundo más grande y que de mis acciones no le debo explicaciones a nadie.
He descubierto que tengo tanto de mí que descubrir todavía, que desde hacen nueve años a esta parte, no he tenido tiempo de solucionarle la vida a los demás.


14 de enero de 2014

Explicaciones

Me da pereza darlas
Y prefiero no escucharlas
No justifican y por eso huelgan
Explicaciones vanas
Explicaciones sin sustancia
Que no conducen a nada

Que todo es un cuento
Una foto que muestro
No hay nada nuevo

Explicar ocupa tiempo
Me quita vida y sueño
Me llena de desespero
Explicar detiene
Y yo voy yendo
Y si explico no llego


No dicho

El 2013 fue un año de aprendizajes, despegues, alunizajes y aterrizajes constantes.
Cada día al levantarme sentía que la batidora se ponía en marcha y que cualquier menjunje podía salir de ahí, tanto para gratamente empalagarme como para volar por el aire y enchastrarme.
Tensión, respiros entrecortados, suspiros sorpresivos, varas en lugar de músculos, silencios mal habidos y más de una vez me he puesto las manos en la garganta para frenar la nefasta retahíla de adjetivos que pintaban al dedillo el paisaje del camino.
Mi cuerpo aguantó sin chistar cada pozo, cada amague de viraje, cada frenada, cada acelere y cada ahogo, aun a pesar de algún que otro aviso distraído.
Café, cigarrillo, chocolate y dos litros de agua fueron casi mi comida diaria.
Noticias, deudas impagables y dislates en enjambres me solicitaban con urgencia y se me planteaban bifurcaciones de dilemas que muchas veces eran vías muertas.
Para esto y como si fuera poco, había terminado de bajar una cortina y decidido que empezaba la otra mitad de mi vida.
Los fuegos no tardaron en llegar. La limpieza fue profunda y a conciencia y después de mirar las cosas y preguntármelo dos veces, despaché sin remilgos mi historia.
Mis letras esbozaban de lejos mi interior y las preguntas no se hacían esperar con cada escrito y las críticas a mi sentir tampoco.
Poca importancia le di a las palabras que gratis me regalaban, y no por mañosa u orgullosa, la verdad era que nadie, salvo yo, podía solucionar mis cosas.
No fue fácil caminar todo este tiempo, y siguen siendo costosas, todavía, algunas cosas. Torcer el destino se llevó buena parte de mi temple y tachó los nunca para siempre.
Del 2013 me quedó la inseguridad de lo seguro, la sorpresa minuto a minuto, la paciencia grande como un muro, los silencios de blanco y las palabras de luto.

Por eso hoy rescato todo lo no dicho y de lo hablado, lamento mucho.

10 de enero de 2014

Claridad

Hoy venía en la ruta, en una mezcla de montañas, bosque y estepa. La oscuridad era total, el cielo lleno de estrellas y la vida todavía dormía aunque faltaba poco para despertar.
Y entre esas subidas y bajadas, el paso como diapositivas de paisajes cambiantes, la niebla y el cielo despejado, se me ocurrió que no sólo puede parecerse la vida a un río, como siempre digo, sino también a una noche cerrada entre valles y escaladas.
No hubo en todo el camino un kilómetro igual al otro, cada minuto era otra foto, la niebla aparecía y desaparecía con cada pestañeo de ojos, el color del asfalto mutaba del negro al gris topo, las piedritas de la banquina brillaban o se esfumaban, tocadas por esa varita mágica de la neblina que me abrazaba y al mismo tiempo me ahogaba.
Fue la sensación de la vida misma, esa dualidad arbitraria que poco se entiende y que a la vez hace que irónicamente encajen perfecto mil universos imperfectos y se sincronicen en una armonía invisible e intocable, haciendo que ahora esté tratando de explicar lo que sentí esta mañana, buscando una forma contarlo, tal vez con alguna paradoja, pero cayendo al fin en la cuenta de que no me convencen los trueques semánticos, o no por lo menos en este caso.

Concluyo que en vano busco, en cada relato, la forma de transferir lo que siento o la manera de ver las cosas que tengo. Pero invariablemente me queda la eterna sensación de haber olvidado algo, de no haber sido lo suficientemente gráfica o de no haber dibujado con esmero puntilloso cada espacio para que aquel que lea mis líneas se sienta del todo identificado y pueda ver en toda dimensión, mi cuadro.

Escrito en Mayo de 2013

A solas

Está sola, sola con el sol y con ella misma, y mientras se levanta el vestido y baja los cinco escalones gastados, sonríe y siente cómo, en cada pausa de sus pasos descalzos, un despacioso dedo de silencio va descorriendo el misterioso velo del tiempo, así como sus ojos, callados y claros, van reflejando el secreto destino de ser cómplice cautiva de su propia vida.

Camina su remanso, lánguida y suave.
La brisa ondula sus piernas
y una lágrima cansina resbala su mejilla
mientras sus pies,
desnudos y lentos,
huellan sin dejar rastro
la arena tibia.

9 de enero de 2014

Fantasmas, arañas y diablos

Algún día sé que me voy a reír en la cara de todos los fantasmas, arañas y diablos que con sus sucias maniobras suelen oscurecer a veces mis horas.
Algún día tal vez, cuando los vea aparecer, logre no dejarme manipular ni marear con sus intrincados tejes y no destejes, con sus susurros, sus artilugios y sus mil y un manejes.
Debo decir que muchas veces hay razones valederas que me llevan de la mano a ese estado de histeria apagada, y muchas otras son, en verdad, un hábil invento de estos tres sin corazón.
Pero el tema acá es que, sea cual fuere el motivo, es tan real lo que siento que mis tripas no tardan en empezar el concierto y como si esto fuera poco, un semáforo en rojo termina por cegar sin remedio mis ojos.
Digo siempre que los años me han llenado de paciencia, pero reconozco que en estos casos ni ella me aquieta, así y todo callo y me guardo, y sola y alborotada viajo como puedo a mi centro para masticar el mal momento, para mirar las cosas del derecho y del revés, para cruzarme a la otra vereda y para ser tan objetiva como me sea posible y así evitar que se me prenda fuego la sangre mientras trato de dilucidar entre lo real y lo imaginario y lucho por sacarme el asqueroso y conocido gusto a hiel y bronca que pinta mi boca.
Y sí, algún día tal vez recorra mi barca y descubra que estos tres, se han ido a otro lado a hacer sus salvajadas. Pero por ahora y cada tanto los sigo encontrando, escondidos y elucubrando su próximo asalto para asustarme hasta el infarto.

Escrito en Noviembre de 2013

6 de enero de 2014

El silencio de una sonrisa

“Después de” iba a ser el último del año, pero al leerlo me llamó la página en blanco y entre que me veo obligada a estar quieta por un irrelevante pero doloroso tema, y la lluvia en el tejado, mis manos empezaron a moverse solas y me van llevando por el teclado.
Parece que no pero este verano llegó rápido, y como dije por ahí él también “vive mortalmente condenado”, igual que el respiro que en este momento me estoy dando, igual que todo lo que va pasando.
Sé que insisto con muchas cosas, trato en lo posible de no escribirlas, pero la verdad es que no dejo de sentirlas. Por ahí es porque me di cuenta de que a la historia no es posible olvidarla. Por ahí es la vejez, que cuanto más adelante me lleva, más atrás me deja o tal vez es porque comprendí que así como el tigre no pierde las rayas, mal puedo yo, perder buena parte de mis mañas.
No sé la razón, pero en estos últimos tiempos siento que ando de dèjá vú en dèjá vú, y como una paramnésica total me sorprendo riendo lo reído o llorando lo llorado y no son pocas las veces en las que recorriendo lo desconocido se me hace, extrañamente, conocido por alguno de los lados.
Siempre dije que no es fácil entenderme, porque las cosas sólo son simples en lo profundo, pero llegar ahí no lo es. Por eso la superficie revuelta está tan llena de gente y todo resulta en una maldita complicación cuya única receta para la catástrofe final consta de la porfía de seguir metiendo las patas en el lodo ignorando por completo la inexistencia del retorno.
Pero en el título está el secreto de mi honda simpleza, la cual me permite esquivar, cada vez con más soltura, todo atisbo de locura y mantiene mi centro sin mácula ni negrura alguna.  

¡Ah, cómo me pierdo! Pero esto venía a cuento de que “después de” iba a ser el último relato del año y resulta que no, parece ser que el último nunca está escrito, que hoy todavía es 31 y salió esto, una especie de batido irrepetible y único, un batido raro para mirar de costado y que se parece mucho a todo lo que últimamente destilan mis manos.

Escrito el 31 de Diciembre de 2013