Está como el
día, gris y silenciosa. No se le mueve un pelo como no se mueve afuera ni una
sola hoja. Se abraza las piernas, ya sentada en la alfombra, mientras siente cómo
este bullicio, incansable y sostenido, de voces encontradas, miradas y sombras
la persigue desde hace horas.
Lo silencia
yéndose más adentro, pero necesita desmenuzarlo entre los dedos y estudiarlo
bien de cerca para que desaparezca.
Se levanta,
decide ir a verlo. A mitad de camino lo encuentra, perdido y ciego junto a
palabras que nunca deberían haber salido de su boca. Pero no lo enfrenta, no
tiene sentido perder fuerzas. Sabe que hay cosas que aunque molestas, hay que
dejarlas porque no tienen remedio.
Vuelve a su
estancia, callada y sola.
(Anoche su sonrisa se fue sin permiso
Y la perdió entre la horda)
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