No sé si ya
escribí algo con este título pero no tengo ganas de buscar entre mis letras y
por eso le puse parte dos, para no andar con vueltas.
La cuestión
acá es de una simple complejidad, algo así como todo lo no dicho que queda a
libre albedrío pero que en definitiva termina armando lío.
Porque yo
siento y el otro siente y los dos creemos o pensamos y ahí en el aire lo
dejamos y en el día a día se va juntando y el viento no se lo lleva sino que lo
va amontonando y esos montones son el pasto seco que después se incendia y nada
más que por dejadez y pura negligencia.
Me niego a que
el viento haga con las interpretaciones una montaña de adivinanzas, y como ya
tuve varios incendios me di cuenta de que con una llama me alcanza.
Pero hete aquí
que tengo un defecto y es ese largo masticar, pero nada más que porque necesito
el tiempo para saber si no soy yo la mañosa, no es por otra cosa. Y cuando
mastico busco, miro, siento, me paro en la otra esquina, me cruzo a la vereda
de enfrente, me visto con la piel del otro, me “espejo” y me escucho
hablarle-hablarme para en un instante deslizarme y tocarte.
Y así es como
interpreto mi falso-cierto y porque mi yo entero se resiste a lo viejo no dejo
que el viento junte pasto seco.
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