23 de agosto de 2016

Algo más

Se me ocurrió que deshilvanar el rotundo “esto es lo que hay” del relato anterior podría darme qué hacer en este día que se pinta aletargado desde que me levanté.
Me voy a parar. Desde más de metro ochenta la mirada, definitivamente, es otra.
Las piezas arman un rompecabezas que cambia de forma según sea el lugar adonde me pare, según si me pinto, según si uso tacos, según pestañeo, según duerma, según diga o según calle.
Se instala en la mesa demasiado alta un cigarrillo sin ínfulas y en la estancia algunas risas. Sigue gris afuera, mientras adentro un bostezo le muestra al mundo mis colmillos y el monto de algunos precios.
No dudo de la contundencia de la frase al principio citada, de hecho fui yo la que le estampillé el rótulo al momento. Pero ahora viene el desmenuce entre los dedos y después vendrá el descubrir por cuál paso ando.
Si me aparto parece todo estático, sin embargo sé que si no me ando con cuidado “esto que hay” puede llegar a ser una bolsa de gatos.
Se impone la observación entonces, la paciente espera y ese rumiar lento que en mi historia me ha dado buenos resultados.
Y, para finalizar, como tengo demasiadas cosas que masticar y sé que la vida es incapaz de darme bocado que no pueda tragar, pido un alto el fuego. Hoy llego hasta acá.

19 de agosto de 2016

Sensaciones

Voy a intentar explicar lo que siento, cuestión que desde hace tiempo, me ha llenado el alma de un fuego que las lágrimas que me obligo a tragar todavía no pueden apagar.
Es por eso que decidí escribirlo, con la amable esperanza de exorcizarlo y diluirlo para siempre en estos trazos.
También quisiera decir que tengo los ojos pintados y puestos los tacos y que como siempre la taza de café y el cigarrillo acompañan el relato.
Ya instalada viajo a mi centro y mientras camino lento sorbo la bendita calma que me llevará sin dudas a la verdad de estas llamas.
No tardo más de un segundo en enfrentarme con un triste y pesado silencio que, sin articular palabra, me grita desaforado y me arroja con una certeza lacerante, densos pedazos de un pasado que al caer a mi lado no reconozco como míos pero que aun así me arden.
Tardo en reponerme del encuentro, pero más que nada me cuesta entender que es un infierno ajeno esta vez.

19 de mayo de 2016

Cansina vuelta

Me he cuestionado la vuelta casi tanto como me he cuestionado a mí misma, al punto de dudar, si es que cabe la palabra, de todo lo que he hecho hasta acá.
Pero heme aquí y ahora, nadando en absoluto silencio entre extrañezas diversas, observando algunas cosas que traen los casi 50, con la caja de Pandora toda abierta, con las manos sobre el teclado y con dios y con el diablo sentados a mi lado.
A esta altura entendí que mis letras son mi catarsis, mi cable a tierra, en definitiva el bálsamo con el que se me hacen más fáciles de digerir algunas cuestiones cuando decido tragarlas para no seguirlas mascando porque no son hojas de tabaco.
Cuando hace unos meses dejé de escribir no supe que se me iba a apagar el fuego del alma, pero me encontraba en un cruce de calles haciendo malabares con más pelotas que demasiadas y menos que poca lucidez para mantenerlas en el aire, razón más que suficiente para tomar distancia antes de que alguna me matara.
Y así, en franca retirada pasé este tiempo. Desfilando en cámara lenta frente a los espejos de mí misma sin la seguridad que me dieron siempre las letras, sin armas, sin máscaras, sin personaje, sin tacos, sin maquillaje y desnuda como nunca.
Hubieron en estos meses igual cantidad de decisiones que de revisiones y tantos o más silencios que explicaciones. Aprendí a hacerme transparente para que mi presencia no sobrara y me desconecté del afuera para limpiar la sangre de mis venas.
Vi algunas cosas que me hicieron sonreír en secreto y también me "anoticié" de otras que no me hicieron gracia ni de lejos. Algo así como una mezcla de virtudes y defectos, de caminos truncados, de objetivos desempolvados, de pasos acertados, de brechas difíciles de saltar, de cambios, de honestidades brutales que hubiera preferido no escuchar y porqué no de algún “sincericidio” que no me mató de casualidad.
La verdad es que he estado ocupada cosechando una siembra a la que no sólo no voy a adjetivar sino que en la espalda me la voy a echar porque “esto es lo que hay”.