3 de mayo de 2014

Tratos y contratos

Y el puente hay que pasarlo aunque no haya nada del otro lado, aunque sorba este aire como si fuera el último y a veces se me atraganten los pedazos.
Relatos, cigarrillo y café alimentan este viaje de a pie.
Escrituré a mi nombre la soledad y el silencio y estampé mi firma en un contrato de fidelidad in aeternum conmigo misma.
Hice un trato de palabra con lo que pasa y cuando nos dimos la mano, dos pares de huellas testificaron que él nada repetirá si yo no lo olvido jamás.
Lo que viene me mira, lo único que puedo decir de él es que en parte lo veo y al resto no lo quiero encontrar.
Entendí que camino sobre una soga que separa dos nadas, que cuelga sobre un vacío infinito que me abraza y que la llegada no está del otro lado, ni tampoco en el próximo paso.
Mi tranquilidad es haber aceptado que la vida no sólo es una sorpresa sino que tuerce en igual medida hacia la felicidad las veces que viene de tristezas.

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