28 de diciembre de 2017

Ya entendí

Hoy es un día de esos en los que al llegar a casa siento que entre las mil espontaneidades que hubieron algo importante quedó por ahí traspapelado y me llama a encontrarlo.
Cuando me pasa esto mi historia indica que los tacos, igual que la ropa, tienen que volar y que yo tengo que enfrentarme, desnuda, al reflejo que me devuelve el espejo.
Y esto fue lo que literalmente hice. Dejé los tacos en el cajón y una a una me fui sacando de encima las horas del día.
Grande fue mi sorpresa cuando al mirarme desvestida nacieron de mi alma dos palabras, como si no fuera yo la que me hablaba, y que obraron la magia de mostrarme eso que me llamaba.
Jamás voy a olvidar aquella “mi cara”, ni ese par de “mis ojos”, ni esas dos “mis palabras” que sonaron tan pero tan categóricas que detuvieron para siempre cualquier impulso de volver a abrir la boca.
Me llevó muchos años entender que no sólo no hay manera de explicar lo inexplicable, sino que no estoy loca.
Hoy, después de este maravilloso día de puras espontaneidades lo único que puedo decir con convencimiento inexpugnable es que “ya entendí” era todo lo que mis oídos necesitaban escucharme decir.


14 de diciembre de 2017

Me confieso

Antes que nada aconsejo a todo aquel que se pasea por mis letras que no se tome literalmente todo lo que escribo porque estoy lejos de las palabras, lejos de la moralina absurda de los conceptos y cerca de los silencios.
Aclarado esto “confieso que he pecado” pero no se hagan ilusiones, no voy a contar nada escabroso, sólo que estuve ladrándole al árbol equivocado o tirándole piedras a un árbol sin frutos, como ustedes prefieran.
La cosa es que quise ayudar pero hete aquí que tras varios intentos fallidos se me dio por abrir los ojos y grande fue mi sorpresa cuando me vi a mí misma con el “tántrico quise” deslizándose cansado de entre mis dedos y encima parada sobre terreno ajeno.
Hoy confieso que mi pecado fue la incoherencia y que los “si hubiera” no cuentan.
Hoy la realidad me mostró el precio dolorosamente alto que cobra la incoherencia.

27 de octubre de 2017

Partida en dos

Hace como un mes que venía rondando mi cintura un suave pero persistente dolor que recién ayer me mostró su furia y me obligó a detener la marcha para estudiar qué pasó.
Demás está decir que los tacos están arrumbados en un cajón, el café corre a raudales y por mi cara cruza una mueca con cada movimiento de mi pierna que evidencia la falta de tino al haber ignorado el dolor cuando todavía era una pequeña advertencia.
Por eso decidí quedarme quieta. Sé que todo sigue funcionando, sé que no hay nada más importante para mí que yo misma.
Hoy siento que el dolor en mi cadera no es más que la consecuencia de haberme puesto, sin darme cuenta, en posición de defensa cuando sé que sin dos no hay pelea.
Hoy, como nunca, el dolor me hizo entender que uno de los  inconvenientes del orgullo es que nos vuelve vulnerables al ataque. Por eso entiendo que ceder no es perder, ceder es dejar de lado el orgullo y retirarse para no tener que juntar los pedazos después.

18 de octubre de 2017

Una mala pasada

El día se pinta gris, yo como siempre visto de negro, los tacos volaron cuando llegué y hace un rato me bañé, con la esperanza de calentar mi alma y apagar el infierno que escoce mi piel.
Hubieron cosas difíciles en mi vida, pero hay una en particular que no logro todavía acomodar.
Es una negrura insondable que me abraza y me ahoga negándome el aire, impidiéndome abrir los ojos y filtrándose en todo lo que logro.
Es mi talón de Aquiles, mi parte débil, el lugar en donde mi sendero se estrecha, se oscurece y se llena de espinas haciéndome imposible la subida.
Cuando llega y se muestra pierdo el centro, y en la caída siento cómo me devora hambrienta la tierra.
Hoy, acurrucada en un rincón de mi casa, hay una niña asustada que esconde entre sus rodillas mi cara.

13 de octubre de 2017

Resuena aquel eco (para mis padres)

El 13 de Julio de 2013 escribí Eco, relato que me permito volver a citar.

Entro. La casa está vacía. Paseo los espacios y no hay ladridos ni risas, sólo escucho el eco de mis pasos que confirman que los recuerdos no están escritos en un ladrillo, sino adentro de mis bolsillos.
La verdad es que no siento el dolor la partida, pero debe ser porque raramente me fui yendo sin irme con el cansancio de los días.
Hoy estoy sentada en “otra mi casa”, sola pero acompañada, tengo las piernas cruzadas y descansan sobre la mesa la taza de café vacía y el cenicero lleno de colillas. La luz que entra por los ventanales ilumina mis manos y la lluvia bendita toca monótona una melodía que hace que de a poco mi alma tullida vaya despertando de nuevo a la vida.

Se fueron hace unos días más de veinticinco años de historia
  y algo así como mil vueltas alrededor de la tierra
de pasos en la cocina.
Me llevo entre la ropa
las lágrimas de escuchar aletear fuera del nido a mis crías
las de ver partir para siempre a mis negros
y las de haber echado al río dos sortijas.
Se quedan en los rincones
los susurros de conversaciones dolorosas
la toma de duras decisiones estando sola
y las risas más hermosas de hasta acá esta historia.

Hoy la casa es la cáscara de la jugada más larga,
es la mitad de mi vida cerrada
y el jaque a la reina que tanto esperaba.

Pasó mucho tiempo desde aquel día, pero se me sigue cerrando la garganta cuando lo leo y sigo escuchando mis tacos en el piso de la cocina.
Hoy la historia es parecida, pero son mis padres los protagonistas.
La sensación es rara. Lágrimas, cansancio, sonrisas, un “al fin” esperado y un “ya está” asustado.
Tengo que pensar mucho las palabras, pero porque las sensaciones que tengo en el alma se mezclan igual que en el mar se mezclan la sal y el agua.
Quiero decirles a ellos que los entiendo y que hace mucho que los observo y otro tanto que los desmenuzo entre mis dedos.
Es por eso que hoy me tomo el atrevimiento de decirles que nada se ha perdido y, si me permiten, también quisiera contarles que la mente es una muchacha perversa que les va a mostrar sólo los recuerdos más lindos y va pintar de rosa los no tanto y, que si no tienen cuidado, este juego macabro va a matar sin compasión a este presente que tanto soñaron.

10 de octubre de 2017

Cambio

Cambiar es correrse de lugar y volver a enfocar sin interpretar.
Cambiar es de adentro y hacia adentro.
Cambiar es dejar de luchar. Es entender.
Cambiar es ser honesto con uno. Es no hacer juicio. Es no poner adjetivos.
Cambiar es darse cuenta de que el enemigo no está afuera.
Cambiar es despertar y darle lugar a la magia amorosa de la vida.
Cambiar es entender que la oportunidad de elegir es continua.
Cambiar es no confiar en la iglesia de la suerte ni el monasterio de la desgracia.
Cambiar no es decir “te entiendo pero no comparto” mientras en mi cabeza te sigo juzgando.
Cambiar no es cuestión de tiempos o “destiempos”.
Cambiar se instala en el presente siempre. No existe el “cambié” ni el “ya voy a cambiar.
Cambiar es perpetuo movimiento.
Cambiar vive en la libertad de los “quiero” y muere en la cárcel de los “debo”.
Cambiar es ir por el mundo desnudo de caretas.
Cambiar no es negociable.
Cambiar es coherencia.
Cambiar es un estallido, un disparo.
Cambiar no es un hecho en sí mismo, es una consecuencia.
Cambiar es elegir abrir las manos y soltar, porque si las cierro para que nada me lastime también las cierro a lo que me cura.
Cambiar no se explica, sucede. No se justifica, es.
Cambiar es saber que el dolor está pero que yo soy la que elige cómo lo vivo. Si con sufrimiento, rencor, ira, resentimiento, frustración, reproche y culpa o con sabiduría.
Cambiar es encender la luz en la habitación oscura del alma y tirar por la ventana todas las porquerías que estábamos guardando para resolver cuando llegara el cambio, o lo que es peor, para cuando los demás cambiaran.


25 de septiembre de 2017

Sueño

Anoche no pude conciliar el sueño y como si eso no fuera ya bastante perturbador, me visitaron unos amigos de terror.
Hace unos años escribía en la noche y entre las letras y el silencio de las estrellas, exorcizaba a los fantasmas que merodeaban mi aura.
Hoy mi vida cambió. No duermo cuando hay que dormir y escribo cuando el cielo recién parió al sol.
A veces logro la paz que lograba y a veces no. Hoy es un a veces no.
Los fantasmas que me visitaron tiñeron la noche oscura de infierno y no la pasé bien, tampoco me levanté y es que pensé que había más en el living esperándome y no quise arriesgar la poca presencia de ánimo que aún conservaban mis pies.
La mente es perversa, siempre lo he dicho y obstinada también. Sigue mostrándome cosas, a horas trasnochadas, que yo no quiero ver.
Aún así me pregunto, como lo hice alguna vez: ¿No será que en la noche oscura del alma es en donde se ven las cosas más claras?

22 de septiembre de 2017

Yo interpreto, tú interpretas

Este título surge a raíz de una conversación, por demás breve, con mi madre.
Para poner la cuestión en contexto les cuento que cuando oí su interpretación acerca de un relato que escribí hace poco no pude sino sonreír. Acto seguido quise explicarle, pero ella me dijo que no le dijera nada.
Pasaron ya un par de días de esta breve conversación y tal parece que las letras se quedaron enganchadas en mi ropa hasta que hace un rato, este hermoso silencio me puso frente al cuadro pero sólo para que lo viera, no para que lo interpretara.
Sigo sonriendo, como estos últimos días. La verdad es que afuera no está el enemigo. Afuera lo que hay es la oportunidad ilimitada de no quedarse detenido.

Dicen por ahí que existe un principio que resiste cualquier discusión y que mantiene inevitablemente al hombre dentro de una “sempiterna” ignorancia. Es el principio de despreciar, en lugar de intentar entender.


18 de septiembre de 2017

Identificación

Siempre pongo en palabras lo que siento, y esta vez no es la excepción, pero esta vez lo que siento es diferente y lo que me pasa frente a lo que siento me sorprende.
Mis manos están frías igual que el café, no llevo puestos los tacos y en el cenicero descansa el segundo cigarrillo que recién acabo de prender.
Afuera hay quietud, paz, sol y silencio. Adentro, y para mi asombro, igual.
Lo que estoy sintiendo en estos últimos tiempos pasa por mis tripas y se dibujó en un instante y como una intriga, en una sonrisa tranquila que nunca había visto en mí misma.
 Algo sacudió mi alma, algún viento trasnochado hizo que se me volaran anquilosados sustratos que estaban amarrados en los más recónditos rincones de mi carne y el golpe, lejos de descolocarme, no hizo más que despertarme.
La atención, antes puesta afuera, giró para enfrentarme y su mirada tranquila barrió todos los lastres que dormida yo no veía.
Partieron en estas horas tantas condenas como estrellas y se fueron también la incomodidad de la expectativa ajena, el temor que los cambios generan y el adoctrinamiento que yo creía que era correcto darle al resto.
En el camino recorrido quedan tendidos los cuerpos de mis miedos, de mis juicios, de mis largas justificaciones, de mis eternas explicaciones, de mis inamovibles razones.
También quedó por ahí esa caja de Pandora llena de nombres y caras, los fantasmas, los silencios, la bronca acumulada y ese aguantar con los dientes apretados porque ya va a pasar.
Sé que acá no termina y que faltará más, pero tengo espalda para capear el temporal y sé que la vida no me va a dar bocado que no pueda tragar.
Hoy estoy mirándome embelesada. Tuve que pasar por un millón de situaciones para al fin encontrarme y la mujer que ahora veo no es la misma de antes.
Y si tengo que poner en perspectiva lo que me pasó hace unas horas diría que esa sonrisa me la regaló la vida para que me despertara y me riera de mí misma.

4 de septiembre de 2017

Clavijas

Hoy me siento como una guitarra, de ahí el título de este relato. Y también porque no encontré otra cosa con qué asociar esta sensación constante de estar ajustando, si es que cabe la palabra, cosas que suenan desafinadas o que no suenan o que hacen ese, como le llamo yo, “ruido sordo” de algo que no está funcionando”.
Pero de todos esos acordes mal barajados el que más me escose es el ruido sordo. Ese que sé que está haciendo alboroto y levantando barro en el fondo de mi río pero que en la superficie no se nota. Ese mismo es el que hace que suene desafinada la orquesta y, si tengo que ser honesta, quisiera decir que me molesta.
Hoy particularmente siento que si ajusto las clavijas se rompen las cuerdas, razón por la cual he detenido mi paso para reflexionar y hacer esta catarsis con la hoja y no pecar con la boca.
La verdad es que estoy lejos de ser objetiva, tan lejos como ayer y me atrevo a decir que también como mañana. Tan lejos estoy que cometería la estupidez de detener toda la música y sólo porque una nota suena desafinada.
Pero lo poco de cordura que me queda, sumado al grito urgente, casi lacerante de mis tripas lograron enmudecer mis labios antes de que dijera una sarta de “insustancias” de las que sé que no tendría retorno, insisto, y sólo por esta nota que hace rato que suena desafinada.
Casi que hoy me desconozco, porque no es normal que me quede tranquila, no es normal que no me hierva la sangre, no es normal que no me quede mascando. Lo normal hubiera sido una calesita de explicaciones inconducentes que hoy logré detener justo al tiempo que me daba cuenta de que si estoy tan lejos de ser objetiva como para decidir con coherencia, lo mejor que podía hacer era no hacer nada.
Así como reconozco que soy una mujer que le da vueltas a las cosas hasta que las entiende, reconozco también que algunas llegan a un punto en donde me exceden, algo así como de “no retorno” y acepto que mi única alternativa es abrir las manos y dejar de luchar.
Hoy escuché otra vez el melodioso sonido que hace una cortina al cerrarse después de chirriar un tiempo que me pareció interminable.  


29 de agosto de 2017

Ahora

Subida a mis amados tacos, vestida de negro y envuelta en el silencio más amoroso decidí fumarme las últimas horas del último agosto de mis queridos cincuenta años.
Cada pitada que le doy a esta parte de mi vida convierte en humo lo que creí que sólo se me había escapado y que podía volver a tener.
Cada pitada se lleva un pedazo de la mujer que fui hasta hoy y me deja frente a una mujer distinta, desconocida e infinitamente más sensible a la que recién tengo el gusto de conocer.
Hoy me estoy fumando los molinos de viento contra los estuve luchando como un quijote histérico y hasta bizarro.
Hoy, literalmente, me estoy fumando, parada sobre mis tacos y con uñas pintadas de blanco, la resistencia a envejecer con garbo.


16 de agosto de 2017

5 para el peso

Hoy me sobra impotencia, eso por un lado, pero si me paro en el lugar del observador, entiendo.
Ahora convengamos en que hay momentos, más de los que quisiera, en los que estoy a años luz del observador y levanto el tono y me quedo sin aire y desaparece el mundo y la tortuga se me escapa como si de un veloz conejo se tratara.
Pero voy a ponerle humor, más que nada porque es lo mejor.
La cuestión acá es que la ausencia literal de conocimiento anticipado de la totalidad de consecuencias que son pasibles de acontecer ante la elección de una opción hace que cualquiera de las opciones y sus consecuentes elucubraciones sean los ingredientes de la receta perfecta para el caos.
Voy a pasarlo en limpio.
Cualquier camino que elijas lleva a “ninguna parte”.
Una vez que elijas el camino y mientras desandas la huella vas a entender esa frase que dice: “la realidad supera a la ficción”.
No importan todas las precauciones que tomaste “por si las dudas”. Al final te vas a dar cuenta que sólo ocupaste un tiempo precioso que ahora no sabes en donde está. (igual que mi tortuga)
Y para terminar:
El día que tengas en la mano los 5 que te faltaban para el peso la vida se habrá llevado los 95 que tenías en la otra.

20 de julio de 2017

Divagaciones (más de mil)

Hace años que camino esta locura tan mía, acuñando formas, derribando muros, cambiando de rumbo y torciendo la historia, cosa que me ha valido el mote de oveja negra de la familia, el cual ha sido a veces una carga y otras la excusa perfecta para hacerle al mundo un hermoso corte de manga.
Fui a contramano porque mis tripas así me lo indicaron y desde muy joven hice lo que quise tanto amablemente como a los codazos.
En todo este andar y con la intuición como motor fui y vine, subí y bajé, coleccioné y regalé, compré y vendí, construí y destruí, cavé y tapé, sembré y corté, planté y arranqué, gesté y enterré a dos hijos varones y le entregué a la vida y al mundo a dos varones y a una mujer.
Evité todos los debo que pude y le puse el pecho a todos los quiero sabiendo que de ambos había de pagar un precio.
Quiero decir que me cansé, que tiré la toalla, que renuncié y que me harté. También que me sentí lastimada, herida, ninguneada, humillada, acusada, excluida y enjuiciada, a la vez de también haber sentido en igual parte todo lo contrario a lo antes mencionado.
Hoy sé que todo eso fue lo que YO sentí, como sé que todo fue lo que me puso hoy acá y así.
Es por eso que, a sólo pocos meses de haber entrado al medio siglo, me encontré parada en el andén de mi vida mirando que, detenidos sin tiempo, se dibujaban cincuenta vagones mientras asomaban por las ventanillas más de mil caras que me susurraban los recuerdos de todas esas historias que jamás se llevaría el olvido.
Hoy vi cómo las piezas iban encajando y sentí que desde el fondo de mi alma me urgía perdonarme a mí misma al tiempo que en muda reverencia le agradecía a esos más de mil seres que compartieron sus historias conmigo por haber oficiado de espejos devolviéndome mi propio reflejo.

Sin todos ellos yo no sabría quien soy.


26 de junio de 2017

Tiempo atrás

Allá por marzo de 2015 escribí lo siguiente:
En el altillo de mi vida una caja llena de caras y nombres pero vacía de letras vive guardada a la sombra sobre un puñado de mi yesca esperando que una chispa la prenda y la haga desaparecer para siempre de mi senda.
Esa caja maldita, que al verla nada dice, ronda sin pudores mi espacio y se regodea entorpeciendo mi paso mientras su perfume lascivo me sigue a todos lados.
No es ni cerca una caja de Pandora, porque a medida que enlentezco mis pasos se suman diablos que se ríen de mis náuseas y que me son imposibles de ignorar porque sé que están aunque no los pueda precisar.
Esas sanguijuelas sin tino, que ni por asomo desestimo, han pisoteado mi tierra y jugado tanto conmigo que lograron enardecer hasta lo indecible mi espíritu al punto del desafío.
Hoy, con brazos abiertos y las manos llenas de lo cierto, espero el encuentro para encender la yesca y convertir en cenizas a todo aquel que con su solo pensamiento osó entrar en mi huerto con la intención de llevarse mi pienso y cosechar los frutos de mi esfuerzo.

Y hoy, a más de dos años:
A mi pesar la caja sigue ahí, pero en este tiempo de silencio forzado y retiro a solitario decidí no esperar el encuentro y sí salir a buscarlo, así es que puse manos a la obra y desmenucé esta parte de mi historia.
La verdad es que siempre es brutal ser honesta conmigo misma y esta vez tuve que reconocer que equivoqué el camino al ocurrírseme la peregrina idea de aplicar la lógica para cerrar una herida cuando ésta nunca tuvo que ver con una fórmula.
Yo, que siempre he dicho que no hay manera de que la vida entre en un espacio tan pequeño como una cuenta, hice algo que jamás debí haber hecho, justifiqué un dolor profundo como si sumara dos más dos, lo minimicé con una simple frase y lo di por evaporado.
Hoy sé que fue un error que me costó un sinnúmero de dolores de cabeza y, gracias a que escucho a mis tripas, no estoy lamentando también haber cometido algunas estúpidas imprudencias dignas de una película.
La verdad es que sigo cerrando la herida, aun por estos días. No me resulta fácil y tampoco es algo agradable y si tengo que ser sincera les diría que me gustaría que no estuviera.

13 de junio de 2017

Intento (s)

No es fácil volver después de tanto tiempo. No es fácil enfrentar la imagen que me devuelven las letras. No es fácil la desnudez. No es fácil lidiar con tantos considerandos así como no es fácil volver al ruedo, si es que decido seguir andando.
Me he cuestionado mil veces este relatar rimando que tanto amo y me he guardado, llamándome a silencio, como nunca antes lo había hecho. 
Tanto es lo he sentido y tanto lo que me ha pasado, y no hablo en sentido figurado, que se mezclan en mis tripas desde seres que han partido hasta situaciones de lo más variopintas que aclaro, algunas daban para risa pero otras ni de lejos tanto.
En el medio de todo este enjambre sosegado han pasado como una ráfaga los cincuenta no esperados que vinieron mezclados con algunas arrugas, unas cuantas canas y varios kilos que me pesan más que a cualquier conciencia el peor de los pecados.
Pero me voy apartar un poquito de lo externo para meterme adentro. Digamos que siento en la boca el gusto dulce que tiene la certeza de saber que no hay un lugar adonde llegar.  
Digamos también que a pura conciencia me estoy alejando de los altos precios que me ha cobrado la vida por andar por ahí desafinada mientras me acerco a buen paso a la coherencia dichosa, que no es más que sincronizar el hacer, el decir y el pensar con lo que sienten mis tripas, que no es poca cosa.
Y por último y para cerrar voy a sumarle a esos “nunca” acerca de los cuales alguna vez escribí, todos los juicios, prejuicios, creencias y mandatos que muchos debiéramos cuestionarnos porque, convengamos señores, no sólo no nos llevan a ningún lado sino que no me caben dudas de que es por ellos que estamos como estamos.

22 de mayo de 2017

Discontinuo

Había una charla anterior a esta pero todavía no la terminé y es por eso que intitulé así este relato.
Siempre hay otras visiones, otros puntos de vista, otras opciones y espero que hayan más sonrisas y café hasta cuando yo no esté.
Mi hijo mayor es parecido a mí en muchas cosas, hasta en el verde de sus ojos, pero su mirada es distinta y su estructura ya medio gelatinosa le permite cada tanto deslizarse y fluir y nuestras conversaciones estaqueadas una frente a otra suelen dejarme boyando y con mucho que masticar.
Él básicamente mira las sensaciones y, como yo, trata de domarlas. Ambos sabemos que no es fácil y que no existe la receta mágica, porque lo de hoy, mañana ya es obsoleto y lo que esperamos tiene toda la posibilidad de no suceder.
Di en llamar a esto la maldición de la sorpresa. Esa sorpresa de la que hablo tanto y que en esta charla descubro tiene su otro lado.
Detesto con toda mi alma las sorpresas de la gente y para evitarlas tal parece que me he llenado de defensas y heme aquí detenida y la verdad me fastidia, porque me posee con una pasión desenfrenada, hambrienta, pegajosa y libidinosa que ojalá escociera las vueltas que le doy a las cosas, pero no, lo único que escose son mis entrañas.
Dolor macabro si existe alguno, es como un dolor divino, es el mismísimo ardor del desgarro del espíritu.
Si antes de darme cuenta no lo entendía, ahora no lo concibo y encima en todo el proceso voy descubriendo tanto que me mareo y a veces desaparecer es en todo lo que pienso.
Los hechos están hechos, por eso se llaman hechos ¡es tan simple! Ahora entender, internalizar que no son posibles de volver a caminar, que no se pueden borrar, que están pero ya pasaron, que no se volverán a repetir así tal cual, que otras serán las cosas a resolver y que tenerle pánico a “la sensación” es un completo absurdo, es un tanto complicado.
¡Ah! Pero que ganas de perder la memoria que tengo, unas ganas locas de tirar los zapatos, de dejar todo y olvidarme de mis vividos. Pero me aferro a ellos como si fueran la sutura para mi herida, cuando cada día no hacen sino abrirla.
¡Qué feo que es! Que desagradable es descubrir que todo esto no hace más que lastimarme. Es el desatino más formidable, es la cuchillada en la espalda que me da el destino, es el dolor de saber que no he sanado, es saberme sucia creyendo haberme lavado, es la caída más dura, es cortarme en pedazos y desollarme viva.
Me he estado engañando, frenándome, enfocando para el otro lado, poniendo la vista en un punto fijo que apuntaba directo a mi nuca.
Un verdadero espanto me he estado causando y todo para aprender, pero ¡vaya aprendizaje! Golpes hasta casi matarme.
Mil preguntas surgen de esto. Preguntas que responderá la vida más adelante. Respuestas que veré cuando pueda pararme y con objetividad mirar el desierto que queda después de todo desastre.
Estoy ahogada, me traicioné en esta larga jugada que creí cerrada y resulta que no lo estaba. Tal parece que en algún momento catapulté la mesa con todo lo que había encima y recién ahora y después de recorrer un amplio cielo vino a caer "irresuelta" sobre mis dedos.
Menuda sorpresa me ha dado la vida. Un susto en mayúsculas que se viene anunciando hace rato y que yo no alcancé a ver y que dejé crecer con tanto esmero que se ha vuelto el árbol del veneno.
Pero no sé si hoy quiero entender. Todo está demasiado a flor de piel. Lo reciente duele y hoy no lo quiero masticar. Estoy muy cansada para hablar y tengo la garganta cerrada porque no quiero llorar, no por esta causa, no porque yo soy la única autora de este crimen y castigo. Yo misma mantuve abiertas las heridas todo este tiempo y yo misma deberé cerrarlas y abrirle las velas a otro destino.
No sé cuánto me va costar, no tengo moneda para pagar y no existe dios capaz de ayudar. Sola tengo que sanar. Sola lameré mis heridas, heridas profundas que no supe manejar y que ahora cuando ya no hay más remedio, cuando el dolor me dobla sin darme respiro y me quita de los pies el piso, ahora, justo ahora y así voy a tener que decidir si repararme o terminar de desarmarme para soltar lo que hizo callo en mis manos y se hundió tan profundo que ya es parte de mi carne.