Lo siento como
un manto pesado, incoloro, amargo, impenetrable, hostil, inclemente, cabrero,
necio, inasequible, hosco, inoportuno y fatigante.
Se me
dificulta respirar, me aplasta, me ahorca, me encierra y me obliga a detenerme.
Me ciega, me inmoviliza
y me saca lo único que puede aflojar la tensión que es el suspiro.
Me quedo
quieta, sin opción. Minutos detenidos llenan las horas de un día desasosegado, abortado,
no común, no rutinario, no esperado, no querido e “insolucionado”.
Hoy me ensordece
la espesura del silencio que tanto amo con una ausencia de sonidos que me
muestra los dientes y me hace doloroso el paso.
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