6 de abril de 2024

Arrogancia

Hoy tuve un encuentro cara a cara con la mismísima arrogancia, por eso decidí inmortalizar en no más de media página esta gran “bizarrada”.
La persona tiene nombre, aunque voy a obviarlo, no sea cosa que logre identificarse en el relato y reviente como un sapo.
Para ponerlos en contexto les cuento que conocí a un señor, no en persona, sino en una larga conversación entre ayer y hoy y hasta hace una media hora, que fue cuando decidí, amablemente claro, ponerle fin a esta pesadilla de hartazgo.
La cuestión es que el “don” solo hablaba de él, fue como chatear durante dos largos e hilarantes días con el mismísimo Narciso resucitado.
Tengo que decir que en todas estas horas hice lo que predico: “escuché a mi bendita incomodidad”, y sí, estuve incómoda desde la tercer palabra del chat, que fue cuando se me prendió la alarma, pero seguí, no solo porque decidí darle una oportunidad, sino porque no quise ser cortante tan solo por un comentario.
Para ampliar un poco más la información les cuento que en ningún momento me preguntó cómo estaba, ni qué hacía, ni nada de nada, asumo que lo que yo escribía tenía para él cero importancia, digamos que fue la parodia de un diálogo o, para ser más explícita, un monólogo suicidado.
Señores estoy anonadada, no salgo de mi asombro, no sé porqué la vida insiste en ponerme a estos pelotudos importantes o P.I como los llamo desde hace añares, en el camino.
En fin, acá termina una historia abortada desde la tercer palabra, otro “intenticidio” de no sé cuántos, otro señor que todavía no entendió que ser pelotudo no es obligatorio, aunque sea gratis.