1 de junio de 2023

Flotando (Escrito el 12 de octubre de 2021)

Estoy sentada al lado de la ventana, tengo las uñas despintadas, no hay tacos ni piernas cruzadas y sí un mate amargo y lánguido, digno de este encierro obligado que mantiene mis pies quietos y mis manos a los saltos.
Me urge decir que salí corriendo de todo lo que estaba aconteciendo y que en el camino me fui arrancando lo que sentí que tenía pegado, todo lo que siempre había restado, todo lo que vi que me había ensuciado.
En este momento quiero gritar lo que siento, y lo que siento es una mezcla inconexa de sustantivos y adjetivos, de emociones y de juicios, desde mí y desde Ella y también desde todas las que creo que soy.
La soledad y la quietud son completas. El cuerpo me venía avisando que parara un poco, pero la adrenalina de estos meses fue tanta que seguí y seguí hasta que mis pies dijeron basta y tuve que detener la marcha, y así, sin preverlo y con el paso de los días, fue apareciendo la cavilación profunda, los aciertos y las equivocaciones, las pesadillas y el sueño “anestesiante”, mi vida toda y sus mil y un variantes.
En algún relato escribí que entre octubre y marzo mi vida entra en zona de alerta y este año no es la excepción, salvo que en estos cortos doce meses que se cumplen el 26, no solo me divorcié por tercera vez, sino que también me mudé dos veces, dejé a mi perro, guardé mis cosas para quedarme solo con lo necesario, solté a mis hijos, tomé distancia de mi familia de sangre y estoy amarrada a una silla viendo la película de mi vida sin siquiera la posibilidad de salir corriendo y hacer de cuenta que no es mía.
Es como que todo lo que había estaba apenas sostenido por la intención, tal vez porque en el momento de acomodar las cosas algo me distrajo y ahí las fui dejando.
Sé sin dudarlo que si no hubiera trabajado tanto conmigo estos años, ya a esta altura y con todo lo que he pasado, en lugar de estar detenida me habría derrumbado y hoy estaría juntando mis pedazos.