27 de enero de 2021

Ni título

Estoy sentada frente al teclado. No llevo puestos los tacos, no tengo las uñas pintadas y desde hace más de un año me falta y extraño, como jamás he extrañado, mi taza con el café vestido de riguroso luto amargo y el mudo y cómplice humo del cigarro.
Me cuesta escribir sin ellos, no sé cómo empezar sin nombrarlos, no sé qué hacer con los labios, ni cómo leer sin el cigarro entre los dedos y la sien apoyada en esa mano. 
Mil cosas me han pasado en todo este “mientras tanto”, cosas que sin duda hubieran sido tierra fértil para varios relatos, pero créanme que sin mis laderos sentía, cada vez que me sentaba, que me habían cortado las manos.
Quiero decirles que decidí que sigamos mezclados, ellos y yo y las letras, y mi alma, y mis manos, y mis labios y mis lágrimas, y mis sonrisas, porque después de todos estos años juntos no podemos despegarnos, porque nos pusimos viejos y demasiado nostálgicos.