6 de abril de 2024

Arrogancia

Hoy tuve un encuentro cara a cara con la mismísima arrogancia, por eso decidí inmortalizar en no más de media página esta gran “bizarrada”.
La persona tiene nombre, aunque voy a obviarlo, no sea cosa que logre identificarse en el relato y reviente como un sapo.
Para ponerlos en contexto les cuento que conocí a un señor, no en persona, sino en una larga conversación entre ayer y hoy y hasta hace una media hora, que fue cuando decidí, amablemente claro, ponerle fin a esta pesadilla de hartazgo.
La cuestión es que el “don” solo hablaba de él, fue como chatear durante dos largos e hilarantes días con el mismísimo Narciso resucitado.
Tengo que decir que en todas estas horas hice lo que predico: “escuché a mi bendita incomodidad”, y sí, estuve incómoda desde la tercer palabra del chat, que fue cuando se me prendió la alarma, pero seguí, no solo porque decidí darle una oportunidad, sino porque no quise ser cortante tan solo por un comentario.
Para ampliar un poco más la información les cuento que en ningún momento me preguntó cómo estaba, ni qué hacía, ni nada de nada, asumo que lo que yo escribía tenía para él cero importancia, digamos que fue la parodia de un diálogo o, para ser más explícita, un monólogo suicidado.
Señores estoy anonadada, no salgo de mi asombro, no sé porqué la vida insiste en ponerme a estos pelotudos importantes o P.I como los llamo desde hace añares, en el camino.
En fin, acá termina una historia abortada desde la tercer palabra, otro “intenticidio” de no sé cuántos, otro señor que todavía no entendió que ser pelotudo no es obligatorio, aunque sea gratis.

20 de diciembre de 2023

Vacío (Este relato lo escribí siete meses después de mi último divorcio)

Hace siete meses salté. La cortina que hacía más de dos años venía bajando despacio, chirriando y quejándose tocó el piso con fuerza y me obligó a dar el paso al vacío más anunciado y menos querido de mi vida.
El más anunciado porque ya no quedaba casi nada de mí y, si después del insulto me quedaba, ya no iba a poder salir, y el menos querido porque a pesar de todo no me quería ir.
No fue fácil entender que en mí podían convivir el amor y el odio, pero logré saltar, y sigo cayendo y flotando y tratando de aferrarme a algo. No hay nada alrededor, salvo una niebla densa que me ciega y a la vez me protege de una forma que no sé explicar.
Hoy entendí que todo esto tiene sentido, recién hoy pude ver con claridad cegadora la historia ancestral que me urge acomodar.
Por momentos me duele y me cansa y quiero renunciar y desaparecer y no volver más, pero intento estar alerta, escuchar lo que siento en las tripas y no hacer caso a lo que pienso.
En estas últimas seis horas rondó mi espacio la seguridad de que esto que estoy pasando es otra vida de ahora en más. Que este estar sola es la limpieza que le debo a las mujeres que me anteceden en el linaje. Que este amor propio que tengo que conquistar y alimentar es la ofrenda que todas ellas necesitan para descansar en paz.
Ya no me aterra el próximo paso. Recién hace pocos minutos hice las paces conmigo misma y me perdoné tanto destrato, tanto insulto, tanta desvalorización y tanto hartazgo, al mismo tiempo que agradecí a todos los que han estado, tanto a los que me mostraron que dolía, como a los que me sujetaron cuando caía.
Me bastó ver las caras de las mujeres que me precedieron para sentir que yo llevaba en mi espalda la historia de la sumisión, del silencio, de los ojos tristes, del sometimiento enojado, de la dependencia y de las manos ajadas de tanto limpiar y tocar agua.
Sé que tengo que recorrer un camino nuevo, y que esta vez no hay guía, ni parámetros y tampoco mandatos.
Lo que tímidamente titulé “cosas raras” es esto, es lo nuevo, lo distinto, lo desconocido, es volver a tener suaves las manos.
Inicio un viaje sin equipaje, con solo hojas en blanco bajo el brazo y más de mil preguntas tatuadas en los labios.

Escrito el 13 de mayo de 2021

14 de diciembre de 2023

Ni un café frío

Hoy no hay mucho contexto, mis uñas, raramente, no están pintadas desde hace una semana y parece que mi alma se niega al dictado, tal vez porque huelga una explicación, tal vez porque no sé cómo contarles que la incomodidad es una sensación sutil, casi inaudible y difícil de detectar, que en mi caso se manifiesta como un ruido silencioso, noble y emperrado que hasta no hace mucho me negué a escuchar y que se convirtió en el diablo enardecido y furibundo al que me enfrenté durante años sin saber que jamás lo iba a vencer, porque en realidad era yo misma gritándome con toda el alma: “esta gente con la que te estás relacionando, estos lugares a los que estás yendo, esto que estás haciendo, esto que estás pensando, esto que estás diciendo, no te hace bien”.
Confiar en mi incomodidad fue la clave que me llevó a casa, porque me enseñó con qué y con quienes no tomaría más ni un café frío.
En el camino quedaron un montón de cosas y también muchas personas, así como quedó atrás el vértigo que tenía el día que empecé a poner las cosas en su lugar, el día que empecé a dejar atrás a personas que jamás iban a sumar.
En fin, no sé si me pude explicar, pero esto es lo que hay.

Hoy no hay té

Estoy en pijamas, pero no hay té en mi escritorio sino una copa de cristal llena de champagne.
La ventana está abierta porque ya no hace frío y, mientras pensaba este relato y me fumaba un cigarro, la luna me miraba casi acostada desde lo alto.
Hoy se termina una larga cruzada, sí, hoy, de ahí la champagna que hace más de un mes tenía guardada.
Se mezclan risas y lágrimas, pero me dejo sentir, porque ya estoy cansada y rendida y no me quiero resistir.
Cierro un capítulo y empiezo a escribir otro. Sigo siendo yo misma, y Ella también sigue siendo ella misma, pero cada vez nos parecemos más, aunque todavía seamos distintas.

5 de diciembre de 2023

Como a los diecisiete

Recién, mientras me fumaba un cigarro en la ventana, pensaba que nací para irritar a la gente. Sé que suena feo, pero no me importa, desde el metro setenta y dos que mido y, a mis hoy cincuenta y siete, no me interesa lo que piensen, es más, entendí que irritar a los diablos es mi misión en esta vida.
Desde que tengo recuerdos soy la contra, la rebelde, la solitaria, la loca, la seria, la gritona, la de pocos amigos, la oveja negra, la bruja, la mala, la egoísta. Durante mucho tiempo oculté y hasta quise cambiar estos atributos, por llamarlos de alguna manera, pero no pude, porque no se puede, porque no es posible que un olmo dé peras.
Me llevó media vida entenderme, aceptarme, amarme así como nací, así como soy.
Media vida me llevó perderle el miedo al qué dirán, al juicio ajeno, a la sentencia maldita por no ser una más del montón.
Media vida me llevó dejar de justificar quién soy, cómo soy.
Media vida me llevó hurgar en mi propia mugre para descubrir mi sombra y entender que sin ella no hay balance posible.
Media vida me llevó cortar lazos, soltar amarras y ser el artífice de mi propio destino.
Media vida me llevó entender que estar mal está bien, que quejarme no es una tragedia, que no estar para nadie es estar para mí, que puedo decir no, sin explicar porqué, que hablo de lo que me molesta hasta que me deja de molestar y que cuando me lastiman tardo en irme, porque sé que cuando me voy no vuelvo más.
Hoy empiezo a pisar otro año, y no sé lo que hay adelante.
Estoy llena de interrogantes y vacía de certezas.
No me asusta decir que no tengo planes porque jamás los tuve, sí tengo sueños, pero no sé cuál de ellos va a brotar, por eso solo los riego y los dejo.
Igual que a los diecisiete, me queda media vida por delante, ella verá lo que me trae, yo veré lo que elijo, y, mientras me fumo otro cigarro, respiro presente, respiro lo que hay, respiro lo que es, respiro lo que surge, respiro, solo respiro y dejo que las “pensaciones” se vayan por la ventana como el humo de cada cigarrillo.

26 de septiembre de 2023

Sumas que restan

Parece un chiste, pero sí señores, hay sumas que restan o mejor dicho, hay personas que suman para restar.
Hasta no hace mucho yo era, en algunas ocasiones, una de esas personas.
Me arde un poco reconocerlo, pero no les voy a mentir, aunque en mi defensa tengo que decir que lo heredé y lo ejercí hasta que me di cuenta de lo desagradable y doloroso que es.
No puedo precisar el momento en el que cambié, lo que sí puedo hacer es decirles que me alejé de la gente que tiene esa manera de relacionarse porque me hace mal, siempre me hizo mal y, aunque en mi ignorancia dejé pasar esos comportamientos alegando una infinidad de excusas y volviéndome a someter una y otra vez a sus palabras hirientes, un día decidí dejar de poner el cuerpo.
En mi caso no sirvieron largas conversaciones y menos mis lágrimas, todo lo contrario, eso alimentó la insaciable voracidad de la que hacen gala creyéndose poseedores indiscutidos de la verdad y del derecho a opinar, enjuiciar y sentenciar sin que jamás yo se los solicitara y, lo que es más nefasto aún, ofendiéndose si se me ocurría contradecir sus dichos y, encima de todo, esperando que me disculpara por la osadía.
Ya no más mis queridos, ya no más.
Regué con una incontable cantidad de gente la vera del camino de mi historia, sí, digo bien, regué, porque hoy mi senda florece como florezco yo, sin miedo a estar sola, sin miedo al qué dirán y sin el dolor indecible que me provocaron solo porque les abrí el corazón.
Hoy la puerta sigue abierta, pero el permiso para entrar solo lo otorgo yo.

Paciente calma


Hace un par de meses que transito una silente espera, convertida en una pupa oculta a los ojos del mundo.
Sentía la necesidad del retiro, me urgía sumergirme en esta nueva yo y Ella juntas, en este nuevo camino limpio y porque no decirlo, yermo hasta el infinito.
Por momentos siento el vértigo de caminar sola conmigo misma, y se me pega la boca del estómago a la espalda como una garrapata hasta que respiro y me digo que es tiempo de cerrar los ojos y seguir a mi instinto.
Hay muchos “tal veces” en esta etapa, y muchos cuestionamientos también, pero adquirí el hábito de espantarlos porque me enloquecen y la verdad es que ahora no estoy para titubeos ni boludeces.
Hice mucho, muchísimo, y pronto será tiempo de cosechar.

A tres años

Mis dedos están lentos hoy, casi detenidos sobre el teclado, como buscando una manera suave de exorcizar mi propia implosión.
Hace unos días tuve que reconocer que estaba cansada, harta y llena de ira. Como contraparte me di cuenta de que aprendí a entrar, gestionar y salir de todas las situaciones que acontecieron en estos tres largos años con pericia y soltura en la mayoría de las ocasiones, y en otras como pude.
Los casi cincuenta y siete vienen con reconocimientos y aceptaciones varias de mi y hacia mí, con logros, con desapegos y con toda mi vida en poco más de treinta y cinco cajas.
Estoy cansada sí, y harta y llena de ira ¿y qué?
Y mandé a la mierda a un montón de gente ¿y qué?
Y me pasan cosas que no me gustan, y me pasan otras que son maravillosas, y acá estoy, surfeando las olas con unas y tratando de no ahogarme con las otras.
¿O acaso los ríos no se desbordan, o a los mares no les pinta cada tanto un tsunami, o las montañas dormidas no se despabilan y entierran todo a su paso con lodo, lava y cenizas?
Entonces, si pasa en la naturaleza ¿por qué no a mí?
Es simple esta vez, claramente soy una mezcla exclusiva y a partes iguales del mismísimo del diablo y de un maestro zen.

12 de agosto de 2023

Nosotras

Son las cinco y cuarto de la tarde, estoy escuchando música y tomando agua y, salvo el color negro de las uñas y de lo que tengo puesto, nada podría ser tan diametralmente opuesto.
Dicen por ahí, los que saben de astros, que cada ocho años algo pasa en el cielo que influye en nosotros de manera directa. La cuestión es que tenemos que ir para atrás y mirar qué fue lo que nos pasó.
Ni lenta ni perezosa decidí ir a mis escritos del 2015 y no se imaginan mi sorpresa cuando descubrí que en abril dejé de escribir a través de Ella y un mes después me alejé un año entero de las letras y me llamé a silencio.
Tengo que decirles que cada vez que releo mis escritos vuelvo a vivirlos como si algo me llevara en el tiempo, y hoy no fue una excepción. Con cada letra que acariciaban mis ojos volví a sentir el dolor de la sumisión, del silencio, de la incredulidad y de la estafa moral y afectiva.
Era tanto el dolor de lo que estaba viviendo que me alejé de lo que más amo en el mundo, mis letras, para no lastimarlas.
A ocho años del comienzo de este largo camino que entiendo termina mañana, ni Ella ni yo somos las mismas, es más, estamos tan distintas que somos la misma.

1 de junio de 2023

Flotando (Escrito el 12 de octubre de 2021)

Estoy sentada al lado de la ventana, tengo las uñas despintadas, no hay tacos ni piernas cruzadas y sí un mate amargo y lánguido, digno de este encierro obligado que mantiene mis pies quietos y mis manos a los saltos.
Me urge decir que salí corriendo de todo lo que estaba aconteciendo y que en el camino me fui arrancando lo que sentí que tenía pegado, todo lo que siempre había restado, todo lo que vi que me había ensuciado.
En este momento quiero gritar lo que siento, y lo que siento es una mezcla inconexa de sustantivos y adjetivos, de emociones y de juicios, desde mí y desde Ella y también desde todas las que creo que soy.
La soledad y la quietud son completas. El cuerpo me venía avisando que parara un poco, pero la adrenalina de estos meses fue tanta que seguí y seguí hasta que mis pies dijeron basta y tuve que detener la marcha, y así, sin preverlo y con el paso de los días, fue apareciendo la cavilación profunda, los aciertos y las equivocaciones, las pesadillas y el sueño “anestesiante”, mi vida toda y sus mil y un variantes.
En algún relato escribí que entre octubre y marzo mi vida entra en zona de alerta y este año no es la excepción, salvo que en estos cortos doce meses que se cumplen el 26, no solo me divorcié por tercera vez, sino que también me mudé dos veces, dejé a mi perro, guardé mis cosas para quedarme solo con lo necesario, solté a mis hijos, tomé distancia de mi familia de sangre y estoy amarrada a una silla viendo la película de mi vida sin siquiera la posibilidad de salir corriendo y hacer de cuenta que no es mía.
Es como que todo lo que había estaba apenas sostenido por la intención, tal vez porque en el momento de acomodar las cosas algo me distrajo y ahí las fui dejando.
Sé sin dudarlo que si no hubiera trabajado tanto conmigo estos años, ya a esta altura y con todo lo que he pasado, en lugar de estar detenida me habría derrumbado y hoy estaría juntando mis pedazos.

4 de mayo de 2023

¿Qué?

Silencio, un té en el escritorio, uñas negras, pijama y mientras pensaba en este relato y sonreía, compartí un cigarro con la noche tibia en la ventana.
¿Qué quiero? ¿Qué me haría feliz en este momento? Estas fueron las preguntas que dispararon estas letras.
No obtuve respuestas, sin embargo lo que surgió fue una contestación que me llenó de sorpresa.
Lo que quiero lo tengo.
Un lugar adonde llegar, una cama cómoda, un abrigo para cuando hace frío, una ducha caliente, comida, plata en la billetera, un auto, luz, agua limpia para tomar directo de la canilla, calefacción, libros y conexión con el mundo.
Esto fue lo que apareció primero.
Después apareció la paz, la tranquilidad y la serenidad de estar sola conmigo misma, algo que soñé desde que tengo memoria y que se convirtió en realidad en estos casi tres años, pero que empecé a disfrutar recién hace pocos meses, de ahí la sonrisa mientras fumaba en la ventana.
Hice una pausa, otro cigarro, porque se me dificulta por primera vez en cuarenta y tres años poner en palabras lo que siento.
Algunas lágrimas resbalan por mis mejillas, no me es posible explicar que llegué a casa.

29 de abril de 2023

¿Me hago cargo?

Mis relatos son auto referenciales, no hay manera de que en ellos no esté yo, y todos son reales, siempre desde mi perspectiva, mi percepción, mi emoción, mis “pensaciones” y mi análisis. Del primero que escribí hasta éste, todos tienen un detonante, una gota que colma el vaso, una chispa que prende el fuego, una palabra que invita a la reflexión o a la sonrisa y en todos hay uno o varios actores y, claramente, mis “yoes”.
En el caso de hoy una gota colma el vaso que derrama estas letras sobre el teclado, pero los protagonistas son varios, digamos que los fui cosechando con el paso del tiempo y, como a esta hora ya estoy tranquila y algo risueña, puedo decirles sin que me hierva la sangre que por lo que llevo cosechado la siembra ha sido cuando menos polémica.
No estoy cansada ni enojada, pero tampoco estoy contenta ni me disuelvo como una gota más en el océano zen de la paz, la verdad es que me invaden una mezcla de emociones que no dudan un segundo en incomodarme la existencia.
La vida insiste, ella debe saber porqué, en ponerme en el camino a personas que, sin excepción, me muestran la misma parte de mí.
Mi hija me dijo que hay quienes llegan a nuestra vida para que aprendamos a amar y hay quienes llegan para que aprendamos a amarnos.
Es evidente, y a las pruebas me remito, que yo no sé amarme. Eso no me lo enseñaron, no sé cómo se hace y reconozco que estoy aprendiendo a hacerlo de una manera cruel y dolorosa.
Ahora bien, me voy a hacer cargo solo de lo que me toca, por eso no voy a justificar nunca más y bajo ninguna circunstancia los actos ni las palabras de discapacitados emocionales y “odiadores” seriales.
En estos tiempos se habla de tolerancia o de poca tolerancia y no, no se puede tolerar todo ni tampoco se puede estar todo el día luchando contra todo. Las cosas tienen un límite y ese límite es el otro, sea quien sea, sea como sea, viva donde viva, sepa lo que sepa, se vista como se vista.
Hoy en día hay excusas para todo, y todo debe ser permitido y soportado en honor a la diversidad y a la mal llamada empatía.
Hablemos claro y seamos sinceros.
No podemos ir por la vida escudándonos atrás de mil y una excusas para justificar una actitud de mierda, porque afuera no hay nadie que se merezca ser blanco de tu mala educación, de tu falta de tacto, de tu poca civilidad, de tu irrespeto por la vida del otro, de tus fracasos, de tu acidez cerebral, de tu miedo, de tu debilidad devenida en falsa fortaleza, de tu escaso cuestionamiento y de tu analfabetismo emocional.
Sé que no puedo entender todo, saber todo, encontrarle una explicación y menos lógica a todo, soy consciente de esto, pero quiero decirle a la vida que me puede seguir mandando a toda la gente de mierda que quiera que yo no voy a dejar de ser respetuosa, ni voy a dejar de ofrecerles mi apoyo, ni voy a dejar de estar ahí a cualquier hora, ni voy a ser tibia. Quiero avisarle a la vida que me voy a seguir entregando completamente, pero que aprendí en este tiempo que si hace ruido es porque en algún momento se va a romper y la verdad es que la próxima, al primer ruidito que escuche, me voy a bajar de ese tren.
Mi verdad es que estoy a la mitad de mi vida y creo que con lo que viví tengo más que suficiente y si me quedo sola no me asusta en lo más mínimo, porque el precio por estar con gente mal barajada es demasiado alto y yo ya no quiero pagarlo.
Me cansé señores, sinceramente hoy tiré la toalla y con la fuerza que me quedaba me bajé del ring.
Ya estoy harta de moretones en alma, harta de venenos, harta de sentir asco, harta de llorar y encima tener que entender a toda esta gente involucionada, irrespetuosa y mal amueblada.
Y para terminar les confieso que se me acabó el miedo, porque ya lo usé todo, lo que al fin resultó ser maravilloso.

23 de abril de 2023

Procesos

Diez de la noche, pijama negro, uñas blancas y sintiendo cómo una frase trillada y armada vaya a saber con qué objeto, va rebotando de un lado a otro de mi cabeza captando toda mi atención y llevándome inexorablemente a esta reflexión.
“Es un proceso” hoy se lleva el galardón, y a continuación me pregunto: ¿cuándo estoy pasando por un proceso, a la vida en dónde la dejo? y ¿cuál sería, en el caso de existir un proceso, el producto final de la secuencia?
Usamos en automático palabras sin cuestionárnoslas, y así es como creemos que lo que estamos viviendo es un proceso, y vamos saltando de uno al otro, porque convengamos que nos pasan un montón de cosas todo el tiempo, creyendo que la vida está en algún lado esperándonos para abrazarnos y llenarnos de besos.
No hay procesos señores, hay la vida con todo lo que es, en una interminable concatenación de “sucediendos”, buenos, malos, lindos o feos, pónganle los adjetivos que quieran, pero por favor se los pido, no le pongan proceso.

No se supone

El título lo dice todo, no se supone ¡nada!
Suponer es adivinación en su estado más puro, ya que en silencio esperamos que el otro nos lea el pensamiento y actúe en consecuencia y así, como por arte de magia, se entere de algo que nunca le dijimos o de aquello que nos molesta, o de alguna cosa que esperamos que haga.
No les voy a decir que yo nunca supuse nada porque les estaría mintiendo, ¿me costó? sí, me costó bastante y me sigue costando porque en algunas ocasiones me descubro surfeando “suponiendos” sin siquiera percatarme de ello.
Pero eso no es todo, sepan que peor que suponer es enojarse porque el otro no adivinó, y ahí es cuando se pone realmente bizarra la cuestión, porque de forma explícita, para que al susodicho le duela aunque no sepa qué pasó, llega sorpresiva la recriminación.
Suponer es dar por entendido algo que nunca se habló, y la verdad es que las relaciones humanas se construyen cultivando el a veces difícil y siempre noble arte de la comunicación.
Quisiera agregar que suponer también implica afirmar con vehemencia y contundencia ciega algo que nunca se comprobó, lo cual no solo dista kilómetros de la realidad sino que pone en evidencia la ignorancia de quien lo hace, pero esto va a ser tema de otro relato.
Y para terminar sin suponer porque lo comprobé, sepan que en los “suponiendos” hay todo del que supone y absolutamente nada del que es objeto de la suposición.

17 de abril de 2023

Vínculos y relaciones

Hace mucho que hablo de esto y hace poco que empecé a ponerlo en práctica, vale decir que fue después de darme la cabeza contra pared durante años.
Siempre digo que mis letras soy yo misma y que estoy lejos de lo correcto y lo incorrecto y más lejos aún de la verdad y de la mentira.
Aclarado esto voy a ir al grano así no se hace largo.
En la vida tenemos un montón de vínculos, familia, trabajo y amistades son algunos de ellos, pero déjenme decirles que no con todos vamos a tener una relación, y acá es en donde se pone interesante la cosa porque solemos confundirlos y confundirnos y como si esto fuera poco a la calesita se suben el mandato divino, la creencia inexpugnable y también lo mentirosamente doloroso.
A esta altura de mi vida y cuando por mis venas corren otros tiempos, entiendo que un vínculo “es”, y que una relación se construye y que la confusión a la que me refería antes pasa por creer que porque hay un vínculo hay una relación y no señores, esto no sucede la mayoría de las veces y tenemos que entenderlo de esa manera para no vernos sometidos a aguantar situaciones incómodas y forzadas que no tienen ni el más mínimo sentido.
Personalmente me dolió soltar esas amarras, sentí que me quedaba sin nada, que mi historia desaparecía y que la soledad más negra me tragaba.
Hoy, a un poco de distancia de ese desamparo de haber soltado casi todo, la magia de otra historia se está escribiendo ante mis ojos.

29 de marzo de 2023

Todo es una pensación

Hace días que no paseo mis letras y las extraño, pero voy a empezar como casi siempre: uñas blancas, pijama negro, un té que espera y un cigarro que recién se va.
Estoy incómoda hace tiempo. Tal vez sea el lugar, el vacío, el darle vueltas a un montón de cosas o el no encontrarle todavía la llave a una vida tan distinta a la que tenía.
Intento poner en práctica todo lo que sé, mientras que, con la paciencia de un tallador de diamantes, trato de no dar un golpe que rompa lo que conseguí hasta ahora.
No es cansancio, eso lo tengo claro. Es el desespero de quedarme en cualquier minuto sin aliento, es la ceguera de un camino lleno de curvas en una noche con tormenta y sin siquiera la luz de la luna.
Si me observara a la distancia una voz me diría al oído que no pasa nada, pero estoy demasiado cerca y esas palabras no llego a escucharlas.
Días como el de hoy merecen un estallido de furia, algo así como barrer con el brazo todas las fichas y las cartas de la mesa mientras me levanto a puro insulto y le pego un portazo en la cara a lo que está pasando. Así de cabreada estoy, así de emputecida, así de contenida.
No es la primera vez y ésta es la única razón por la que no mando todo al carajo, porque no sirve la bronca para tomar decisiones, porque nunca lo hice y no voy a empezar ahora.
Esta parte es una putada y juraría que escucho a la vida riéndose a carcajadas y disfrutando lo que me pasa y, aunque por momentos me superen un montón de cosas, mi arma más poderosa siempre fue la paciencia y la silente espera y nunca me falló.
Tiempo atrás eché las bolas a rodar y sé que no tengo que hacer nada más que solo respirar y estar alerta para interpretar lo que venga con claridad, aunque no me guste y aunque mis pensaciones me susurren, con malicia sibilina, que no es lo que ellas esperan.

2 de marzo de 2023

La mujer de la ventana

El último cigarro del día se paseó distraído hasta hace un rato por mis labios, con la luna creciente de testigo y el silencio como el más dulce de los abrazos.
Soy la mujer de la ventana. La que tiene siempre el pelo atado, la que mira sin ver al mundo que hay cuatro pisos abajo, la que soñó con ansia esta soledad que por momentos se pone espesa, sofocante y áspera.
Soy la mujer de la ventana. La que viste de negro, la que escucha a los que ya no están, la que tiene un cartel con letras rojas clavado en el corcho frente a la máquina que dice “todo es una pensación, respirá”.
Soy la mujer de la ventana. La de las uñas blancas, la que experimenta y prueba, la que habla sola, la que cuestiona.
Soy la mujer de la ventana. La que tiene tatuada una sonrisa en el alma, la que se quiere ir a vivir sola a la playa, la que ya no cree en la palabras.
Soy esa misma que se sube al auto y maneja para escapar, la que se va reciclando, la que ahora sabe que hay cosas y gentes que no quiere más.
Soy yo, la misma que viste y calza un luto elegido, la que confía, la que no hace planes, la que sabe que la experiencia es un diario viejo que no sirve porque nada se repite.
Y sí, soy yo la mujer de la ventana, la misma que, entre pitada y pitada, sonríe ante tanta propia y ajena “bizarrada”.

20 de febrero de 2023

La brisa

Leía hoy mi diario y una frase ya resaltada en algún otro momento llamó mi atención. En ella hablaba de reconocer esa suave brisa, que suele erizarme los pelos de la nuca, antes de que se convierta en un huracán.
Y me puse a pensar en eso, en lo poco alerta que solemos estar a mil cosas que nos pasan y que también dejamos pasar.
Aclaro que no hablo desde la retórica teórica, sino desde mi experiencia y desde las marcas que llevo en mi propio cuero después de haber vivido una incontable cantidad de huracanes que empezaron con sutiles avisos a los que yo, claramente, desestimé y hasta justifiqué.
Y es que la vorágine de lo cotidiano nos “lobotomiza” y nos lleva primero a hacer oídos sordos a los ruidos de las tripas, después pasamos por alto como si no tuviera costo alguno los avisos del cuerpo y finalmente un latigazo atrás de las rodillas nos derriba sin delicadeza mientras nosotros con infantil inocencia nos preguntamos porqué.
El “porqué” tiene una sola explicación: no nos enseñaron a escucharnos, es más, detenerse, decir no, basta, hasta acá, esto no me gusta, esto no lo hago y esto no lo quiero parecen no existir como opciones.
En mi caso el secreto es detectar lo que estoy rumiando y no puedo tragar y hacer algo al respecto, porque todas las veces que no lo hice un huracán hambriento me arrancó sin mucho trámite todos los pelos del cuerpo.

Dar sin esperar recibir

Hace mucho que escucho esto y tengo que reconocer que es una frase que he dicho infinidad de veces y que también justifiqué en igual medida.
Ahora me pregunto ¿cuántos tomates me daría una planta que no riego? Ninguno. Es simple.
¿Qué es esto de dar así como así? ¿A quién se le ocurrió esta peregrina idea y la echó a rodar por el mundo como un santo axioma? Y lo que es peor ¿quién puede dar todo de sí sin nutrirse y no morir en el intento?
Es un suicidio lento entregar hasta quedar seco y ¿con qué objeto? Yo por lo menos no quiero ser un mártir y tampoco que me canonicen cuando me muera.
No dejo de aclarar que estas son cuestiones mías y que solo las hago extensivas por si a alguno le cabe el cuestionamiento y decide hacérselo.
Vuelvo al tema. Di mucho en mi vida y no me arrepiento, eso jamás, pero ahora ni siquiera espero sino que exijo reciprocidad, si no va y viene me retiro sin siquiera mirar para atrás.
Sé que puede sonar duro y hasta egoísta, pero díganme algo ¿qué podría perder yo, pensando de esta manera, que ya no haya perdido en la unilateralidad de tanta dádiva entregada a diestra y siniestra?

 

19 de febrero de 2023

Pasado

Hoy me preguntaba si podía escapar del pasado y después de darle vueltas al asunto llegué a la conclusión que no, porque tanto lo que vuelve como lo que permanece en el “olvido” forma parte de mí, a tal punto que ni siquiera aquellos que tienen enfermedades mentales progresivas pueden deshacerse totalmente de los recuerdos.
Ustedes habrán escuchado muchas cosas acerca del pasado: “que no hay que traerlo”, “que hay que ponerse a pensar en otra cosa”, “que hace mal”, “que no tiene sentido” o “que la vida es el presente”, ahora bien, no podemos negar bajo ningún punto de vista que hay lugares, olores, palabras, expresiones, gestos, eventos, cotidianeidades, ropa, comidas, costumbres, perfumes, objetos, fotos, animales, climas, paisajes y personas que ofician como la cerilla que enciende lo “olvidado”, y así, en una milésima de segundo somos transportados sin siquiera darnos cuenta al inmenso cementerio de la memoria.
Y acá me surge otra pregunta ¿es bueno o malo para mi vida “presente”? y la verdad es que si no puedo evitarlo, este cuestionamiento no es válido, sencillamente es algo que pasa y punto.
Sin embargo una cosa es pasearse por el cementerio de la memoria tanto cuando algo nos haya transportado hasta ahí como habiendo decidido hacer el viaje por alguna razón, y otra muy diferente es quedarse a vivir entre los muertos o lo que es peor sucumbir a la tentación de querer resucitarlos, ya que muchos de esos “olvidados”, y se los digo porque a mí me ha pasado, se “mal tiñen” de color rosa con el paso de los años.
Y para terminar les cuento que yo voy a mi pasado sí, y que también muchas veces algo me lleva, pero ya no me quedo, entendí que el presente es mi tierra.

30 de enero de 2023

Entre Ella y yo

Hace mucho que no merodeo las letras a esta hora, pero se me acercó sigilosa y risueña la impúdica y etérea Ella, pidiéndome sin palabras que la acompañara a su espacio de escalones gastados y arena.
Seguirla me desnuda de lo terrenal, cada paso que me acerca a su lugar me limpia el sabor del mundo de la piel y me viste de mí misma.
Pisar su arena dulce y tibia y sentarme en uno de sus cinco escalones me dinamiza, eternizándome en el infinito viaje al centro de mi esencia.
Ella mora en mí, es mi alma gemela, mi loba, mi guardiana, mi eterna.
Ella soy yo. Yo misma sin este traje y desnuda de caretas.
Y como Ella soy yo en mi más profunda esencia, decidí cortar las sogas del puente que me lleva a ese lugar mágico, y acercarme, sin ningún tipo de interferencia, a la mujer que soy, alejándome para siempre de la que dibujé sin darme cuenta.

25 de enero de 2023

No sé

Casi la una de la mañana y no estoy cansada ni tengo puesto el pijama. Hay un té en el escritorio y les cuento que uno de mis laderos estuvo hasta hace un rato paseándose entre mis labios.
No sé qué me trajo a estas letras, no sé qué va a pasar ni qué voy a hacer.
Hoy y a esta hora todo es un signo de interrogación que no tengo ganas de responder porque no quiero saber y porque aprendí que lo que pueda llegar a elucubrar tiene poca posibilidad de convertirse en realidad.
Puede que le haya encontrado la vuelta y ya no esté entrando en el bucle de los divagues mentales, pero es raro verme así, tan tranquila, con los pensamientos a velocidad crucero.
No sé, realmente hoy no sé y creo que mañana tampoco voy a saber porque ¿quién sabe? La vida es impredecible, mi vida por lo menos, no sé la de ustedes, pero la mía no sé de qué va. 
Nunca sé, y aunque un millón de veces haya pensado que sí poniendo las cosas en la línea de largada y diciéndoles que salgan, todas hicieron siempre lo que se les dio la gana.

19 de enero de 2023

Entrecortada

No encuentro el lugar, no me encuentro, me obligo. Paso de una letra a otra y ninguna tiene sentido. Me quiero eyectar de los imposibles, de las alucinaciones, de los divagues, de los sinsentidos y de esta resma de relatos que tengo ganas de incendiar.
Involuciono, desarmo, busco. Intitulo espacios. Me siento en otro lado. Cambio café por té. Prendo ruidos. Miro por la ventana. Espero.
¿Se tratará esto de una simple espera o tendré que dejar de tratar?
Se me hace lejos el lugar al que voy y me desesperan canas y ya medio siglo, por eso me detengo en cada paso y miro, pero nada, no hay nada más que nada, es como que no existo.
Le cedo el lugar a la hoja en blanco y a este conocido pánico y me aparto del teclado.
Hoy me encuentro impaciente, imposible, enojada con la pantalla y también conmigo.

Espejos

Cuando leí que lo único que hay al final del camino es un espejo, decidí hacer el ejercicio y, como si fuera mi último momento, miré mi reflejo.
Si hoy me fuera recordaría mi historia con una sonrisa y me diría que hice todo lo que quise, que no me arrepiento ni me avergüenzo de nada, que siempre fui la oveja negra de la familia, que no tengo a ese dios del que todos hablan porque entiendo a dios de otra manera, ni patria porque en la tierra real no existen los límites ni las fronteras.
La verdad es que si en un rato yo me fuera empañaría con mi último aliento el espejo y me daría un beso.

 

16 de enero de 2023

La verdad

Duele decirse la verdad. Duele reconocerse desde el otro, desde lo otro, desde el reflejo.
No hay nada más doloroso ni más liberador que mirar para atrás y sentir que amé, que fallé, que hice mías sendas que no lo eran y que construí muy cerca de las olas grandes castillos de arena.
Hoy no soy la que fui e intuyo que tampoco la que voy a ser, lo cual no me deja tranquila pero sí me incentiva a seguir indagando y hurgando en los recovecos más remotos de mi historia, en cada caja de mi altillo, en cada foto grabada en mi mente y en cada aviso que hubo antes de cada tormenta.
Duele decirme la verdad y reconocer en estas letras que mucho me lo tengo que explicar de otra manera, así como sentada en el cordón más bajito de la vereda y quedando mal conmigo misma aunque todos me vean.
La verdad señores es que me he estado mintiendo y también que me estoy riendo.
Sepan que es una “bizarrada” que las cosas no tengan sentido y a la vez encajen perfecto.

10 de enero de 2023

Cuestión que

Son casi las dos de la mañana y estoy incómoda, fuera de eso huelga el contexto.
Me preguntaba hace un rato, después de una conversación mal barajada, si es la época, la educación o la falta de ella, la cultura, la cuna, las maneras, la crianza o la rapidez con que se mueve todo lo que hace que mucha gente actúe como si tuviera el permiso implícito del “vale todo porque se acaba el mundo”.
¿En serio hay que saltarse los modos?
¿Qué parte me perdí?
¿Esta gente viene así de fábrica o aprende mientras crece?
Y acá podría explayarme y filosofar hasta el hartazgo, pero igual que otras veces no quiero, no tengo ganas, ya bastante con que sean la chispa que enciende estas letras.
En fin, de todas formas y para no darle a esto más importancia de la que tiene y también para variar, solo me voy a hacer cargo de mi “quisquillocidad”.

9 de diciembre de 2022

Cincuenta y van

Un suspiro solitario inicia este relato de uñas blancas, pijamas negro, pantuflas peludas, incomodidad al palo y una sonrisa cómplice que nadie entendería en los labios.
Estoy entrando a los cincuenta y seis o saliendo de los cincuenta y cinco o lo que sea que ustedes quieran, la cuestión es que pintó balance.
La verdad es que este año fue más doloroso que complicado. Bucear la profundidad de mis abismos me dejó sin aliento y nadar hacia la superficie se llevó las pocas fuerzas y la cansada voluntad que me quedaba.
En el camino me vencieron, renuncié y conocí algunas polémicas versiones de mí, sin embargo el desafío fue desnudarme y escribir acerca de ello sin sentir vergüenza por lucir un cartel de “vendo mi ego” colgado en el cuello.
Y acá estoy, con más de media vida vivida y una historia que cuenta acerca de cinco hijos amados, tres ex maridos, dos hombres idealizados y secretamente acariciados, un puñado de un par de amigos, algo así como mil escritos, un dios sentado en el hombro izquierdo y un diablo en el derecho, una bruja en las tripas, una sabia en el entrecejo, un corazón de oro, mis laderos de siempre el café y el cigarro sentados a mi lado, mis negros haciendo guardia, la pared de mi casa pegada a la espalda, Ella de blanco mirándome desde uno de los cinco escalones gastados y las dos abrazadas con una carcajada eterna tatuada en el alma.

18 de noviembre de 2022

No es "otra vez"

Me instalo un rato acá, con mis amadas letras para contarles que toda la vida he sido invalidada, cuestionada y maltratada, tanto por personas de mi círculo como por otras que no conocía. Mi consciencia con respecto a las agresiones era casi inexistente y hubo solo contados momentos en donde sentí el dolor y dije ¡basta!
Estoy a días de cumplir mis cincuenta y seis años y recién ahora puedo decir que, aunque no con la rapidez con que me gustaría, empecé a poner distancia y le saqué el cuerpo a toda esa cantidad de gente mal barajada que hay por ahí.
Sé que no es mi karma ni ninguna de esas explicaciones floridas y zen que hay en la liturgia, son gente de mierda y punto y como yo trato a todo el mundo de la misma manera porque no concibo la maldad, mi reacción a todas las agresiones siempre fue nula o demasiado lenta y esto es señores de lo único que me voy a hacer cargo.
Que sepan que no les agradezco ni les deseo nada malo, ni ninguna de esas estupideces que se suelen decir, y también que no sé volver cuando ya me fui.

14 de noviembre de 2022

Resistencia

Pijama negro, un té, uñas blancas y una incomodidad algo indescifrable a la que ya estoy acostumbrada estaría siendo un pedazo del contexto, digamos que el real, porque en el imaginario mi amado y extrañado cigarro formaría sin dudarlo parte esencial del espectáculo.
La verdad es que no sé porqué mis manos están sobre el teclado, y es que en estas semanas las letras se mantuvieron alejadas de mi alma como si quisieran evitarme los ríos de agua salada de estar viviendo una realidad “insoñada” y a la vez tímidamente acariciada e incontrolablemente vasta cuyas infinitas posibilidades pintan de vértigo mis días cada vez que me asomo a considerarlas.
Estar sola, con todas las piezas de mi rompecabezas desparramadas en un minúsculo espacio y sin otro menester que mirarme-mirarlas-mirarnos, es algo que nunca estuvo en los planes que jamás hago.
Encontrarme con partes de mí que van desde lo aberrante hasta lo divino me pone en situación de fastidio, sobre todo porque a esta altura se trata de una forma de conocimiento, y también de una intuición intrínseca que grita y que no puedo evitar escuchar.
La resistencia del título del relato es una resistencia conferida por la inercia, por el mandato, por mi historia, por el molde. Hay momentos en donde es imposible no verme arrastrada por ella, sin embargo, darme cuenta de eso me permite la flexibilidad sin la cual intuyo se haría más doloroso mi andar.
Descubrí, entendí y estoy tratando de aceptar que voy a morir “buscando”, que siempre voy a estar sola y cada vez con menos cosas, que lo que guardo pesa más de lo que compensa y que “lo que espero” me tensiona y me provoca dolores de cabeza.
Admití que viven en mí, a veces en paz y a veces en guerra, la Amalia asesina y la amorosa, la honesta y la mentirosa, la maldita y por supuesto también la más dulce de todas.
Moran bajo mi piel y a partes iguales la mujer y el hombre, la niña y la anciana, el animal salvaje y el doméstico, la partícula y el cosmos inmenso, lo inmutable y lo cambiante, la gota y el océano.
Quiero decir que ésta es otra más de mis muchas noches oscuras del alma y que todas son diferentes y que no voy a cometer el error imperdonable de subestimarlas porque es gracias a la conciencia con la que he vivido cada una de ellas lo que ha determinado el grandísimo valor que le he asignado a la siguiente.
Y esto es lo que hay señores, en toda esta mezcla ando, surfeando una infinitud de luchas y treguas, y más tranquila, confieso, que en otras épocas pero solo porque en alguna parte de este trajín vi con cegadora claridad mi propia e inexorable impermanencia y casi como jugando la hice extensiva a mis decisiones y fue ahí que sucedió, en un parpadeo otra realidad apareció ante mis ojos marcando la diferencia entre el limitante “antes” y este inexplorado, ilimitado y siempre presente “ahora”.

7 de septiembre de 2022

Anatomía de una montaña rusa

Es tarde, tardísimamente tarde y hace muchos días, y sin que en verdad haya una razón que justifique tan descarada huida, las letras me están siendo, claramente, esquivas.
Entiendo que esto que me pasa es el más destilado y puro cansancio de mi luto amargo y mis uñas pálidas, de mi dios y de mi diablo, de mi ego, de mis sombras, de la bruja y de la sabia, de las palabras que me he tragado y de los mandatos que me siguen hasta el hartazgo, de las dudas y del miedo, del frío de los puños cerrados, de mis más de mil caretas y de la no reconocida, pero más presente que nunca, audaz ira que vive ardiendo escondida en todos los recovecos de mis tripas.
Sepan que me duele esta confesión y que también siento vergüenza, y es que la perfección y la exigencia, la envidia, el rencor y la ira no son precisamente los colores que me gustan para mis banderas, pero están ahí, definiéndome a estas altas horas de la madrugada, mientras estoy sentada en el sillón, tapada con la manta, sin sueño y con un billón de lágrimas saladas, ahogadas en la garganta.

16 de agosto de 2022

Así como

Hoy no encuentro el humor, digamos que tampoco voy a salir a buscarlo porque no sé ni en dónde lo perdí, y les advierto que tengo la mirada del mismo color del pijama, negra como mis uñas, negra como mis ganas.
Les cuento que estoy subida a un carrusel en el que me pasan cosas y a la vez no me pasan y que en ese vaivén arbitrario y escurridizo y sin saber muy bien qué hacer ando trepada desde hace más que ayer.
La verdad es que la emoción que me embarga es la sorpresa más escéptica, es como una desconfianza risueña, es la saturación misma de algo que termina y que solo más adelante voy a poder explicar.
Tengo más que claro que se viene un portazo y también que voy a la desnudez total, lo que sí me intriga como nunca antes jamás, es la Amalia que voy a encontrar cuando dé el salto al vacío que todavía no me animo a dar.

2 de agosto de 2022

Tardísimo

Son las dos de la mañana de un día que no termina y que me dejó inquieta, con ganas de fumar y pensativa.
Son tiempos muy dinámicos los que piso, de cambios en el pensamiento, de encontronazos dolorosos con lo que siento, con lo que me pasa, con lo que dejé pasar y también con lo que hago con todo eso.
Creo que ahora estoy en donde elijo estar, y que me hago cargo de eso, mientras tanto me tomo el trabajo de detectar todo lo que “suma para restar” y despejar el camino para seguir mi propio andar.
Vengo tan en otra cosa que me bajé de los tacos, me dejé de mirar y de pintar y hasta me saqué los anillos y el collar.
Es tan serio el viaje en el que me embarqué casi sin querer, que sobra todo y a la vez el vértigo del vacío me provoca en la boca del estómago una sensación de incógnita y susto que por momentos me paraliza y me tensiona hasta casi partirme a la mitad.
Siento que crucé el umbral de ese mundo en el que existe un otro a quien responsabilizar y culpar, pero todavía no cerré por completo esa puerta y hay días como el de hoy en donde, con una ceguera incontenible, vuelvo sobre mis pasos buscando “al culpable” y sin siquiera poderlo evitar.
Entiendo que no es suave ni lineal y que tiene altibajos ásperos, pero esta vez siento que mi dios y mi diablo, mis cinco maestros vestidos de color anaranjado, mi quijote y mi bruja, mi loba esteparia, mi madame Bovary, mi chica Almodóvar y mi amada Ella y sus cinco escalones gastados me llevan hace meses en andas y me sostienen, porque miren que pasé noches oscuras en mi vida, pero como ésta les juro que ninguna.

1 de agosto de 2022

Y van...

Volví a mi silencioso, amable y exquisito vicio de escribir en la madrugada, cuando el mundo duerme y la negrura me invita mansa al diálogo con mi alma.
Recién pensaba en esos ruidos de los que hablo hace tiempo y que son la voz más amorosa de mis tripas avisándome que frene el paso. A veces se me presentan como alarmas inaudibles y casi letárgicas, o se dibujan en milésimas de segundo como detalles difíciles de atisbar, o aparecen como palabras en el aire salidas de la nada, descolocando la conversación más versada y haciendo caer las letras sin ningún orden ni explicación sobre las tablas.
Hasta no hace mucho y casi como una costumbre, desdeñaba estos avisos y muy suelta de cuerpo les ponía toda clase de adornos para que no parecieran lo que eran, es más, a muchos ni siquiera los escuchaba, la verdad es que nunca me detuve a hacer la cuenta del costo de mi soberbia porque jamás se me ocurrió pensar que en la vida no hay gratuidad y que detrás de todo lo que dejaba pasar había, inexorablemente, un precio a pagar.
Hoy estoy todo lo alerta que puedo a cualquiera de estos ruidos, y no solo no los desestimo sino que tampoco confío cuando suena la melodía que me gustaría escuchar.
Tengo claro que aunque ya no se me caigan fácilmente las riendas de las manos, mis tacos no están del todo domados y se me pueden alborotar los pasos.

En definitiva

Son las dos de la tarde, estoy en casa, descalza, lejos de la ventana y deshilvanando entre los dedos la perplejidad misma y la risa que, a causa de ella, me regala mi alma.
Digamos que me topé con algo así como un señor, les juro que esta vez no me hice la sorda y escuché los ruidos de advertencia que hacían mis tripas, pero decidí seguir y, como para no variar y sintetizar, terminé acá, entre mis letras y reconociendo, claramente, la no-sorpresa.
Dicen que uno acierta en el último intento y es por eso que no me voy a rendir.
La verdad, señores, es que aun después de tres maridos e innumerables “intenticidios” no voy a retroceder ni para tomar envión, eso sí, al dramatismo, a las mariposas y a lo novelesco los ahogué en licor, no vaya a ser cosa que el “mientras tanto” no me lo pueda tomar con humor.

17 de julio de 2022

Se llaman (prioridades)

No es tarde ni temprano, no hay café ni cigarro hace rato, no hay tacos ni uñas negras y tampoco manera de remontar esta “despresencia”.
Reconozco que tardo cada vez menos en darme cuenta, así y todo estoy lejos de la sonrisa de complacencia, lejos de tan siquiera intentar entender y lejos de que valga ni un poquito la pena.
Lo que sí voy a hacerme cargo de lo que generé por pura osadía con ese ímpetu que me caracteriza y que no voy domar, porque ¿saben qué? no quiero ser tibia, ni pasar por estúpida, ni conformarme con migajas cuando yo le pongo el alma.
La vida señores no tiene un final agradable, nos espera la muerte y eso no es negociable. Por eso déjenme decirles algo: “quédense en donde sean prioridad, porque ser una opción es definitivamente morirse de amor propio.

7 de julio de 2022

Perspectiva

Voy a hacer de cuenta que a mi derecha está el cenicero con un cigarro pensando despacio, como no queriendo, como si fuera un ajeno a este sinsentido que se presenta como otro de mis muchos “sucediendos”.
No sé en dónde están los tacos, la verdad es que no sé en qué lugar están las cosas y hasta me atrevo a decirles que en algún momento perdí por completo la orientación y, aunque pude levantarme y sonreír, en mi cara no había lugar sino para una sola interpretación.
¡Díganme que la vida está loca! Díganme que la letanía infinita de semáforos en rojo es una alucinación, díganme que lo que me hace ruido es la corchea perdida de una canción ¡díganmelo! así me quedo tranquila, así no me voy, así no renuncio, así no pierdo el control, así confío en que todo en algún momento va a tener sentido y hasta una explicación.

5 de julio de 2022

Sana risa

Recién terminé de releer el relato “La máscara” y no puedo parar de reír. Y es que la sensación que me genera esta sonrisa es la de haber sanado y cerrado una historia y una dolorosa y profunda herida.
Busco hace tiempo este momento, y al igual que un minero que busca oro y lo encuentra, así tal cual es como me siento.
Dice por ahí la liturgia filosófica y también la retórica psicológica que cuando uno se ríe, la etapa está cerrada por eso huelga decirles que esta sensación de paz que me da la libertad de volver a ser yo misma, hasta hace poco ni siquiera era parte de mi imaginación. 
Me prendería un cigarro, miren lo que les digo, y me tomaría un café para festejar, pero vamos a darle tiempo a la vida, ya voy a encontrar quien me dé esa pitada mientras beso sin vergüenza el café de otra taza.



No creo que tenga que entender

El motivo de esta catarsis es una sensación que hace que mis dedos se deslicen suaves y sonrientes por el teclado mientras un té espera mi atención y el silencio se instala como mi único querido al lado mío, y por ahora también, como mi único lector.
Hoy quiero contarles que hace unos días recibí una de esas sorpresas que la vida me reserva, y fue tan rara que solo me quedó el perfume y en el aire un millón de palabras que no fueron dichas porque el tiempo apremiaba.
El respeto, eso sí, mantuvo la distancia, pero la intención contenida y lo que decían nuestros ojos pasaron durante cada segundo, todos los semáforos en rojo.
No tengo ni idea del porqué tan conveniente, ni tan ajustado al momento por el que estoy pasando, pero se me invitó con un acento encantador a no pensar y dócil, como jamás, decidí aceptar.

23 de junio de 2022

La máscara

Hoy hace frío, mucho frío y recién llego. La cartera está en el piso de la entrada, la campera tirada, las botas mal acomodadas, las uñas más que blancas y en las tripas una urgencia incontenible de exorcizar con las manos lo que siento que me pasa.
Les cuento que recién vi a un fantasma mientras venía de camino a casa. En un segundo levanté la vista del piso y ahí estaba, a un escaso metro de mi aura. Confieso que la mirada fue de menos de un instante, pero bastó para que me lo trajera en andas cuesta arriba cuatro cuadras pegado como una garrapata a la retina de mi alma.
Al llegar dejé todo y fui a mirarme la cara. Mis ojos me dieron la tranquilidad que esperaba.
Después me paré en el medio del living, mis libros y mis papeles yacían prolijamente desacomodados como yo los había dejado.
Entones me puse las pantuflas viejas y peludas que él tanto detestaba y envuelta en mi amada manta de silencio, miré las cuencas vacías de su máscara, despegué sus garras de mi alma y lo tiré por la ventana.

18 de junio de 2022

Demasiada nada

Hoy no quiero evitar el contexto, por eso les digo que tengo las uñas blancas, que ni bien termine de hacer catarsis me subo a los tacos y parto y que por supuesto visto por completo hasta los pies de negro.
El título tiene que ver con mi presente decidido y, también debo reconocer, algo obligado, sepan ustedes que las cosas están siendo intensas y muchas no solo no tienen sentido sino que yo de tanto revolverlas las mareo y creo que es por eso que en estos largos, larguísimos y enloquecedoramente meditativos días, he logrado chocar conmigo misma, tanto en el espacio infinitesimal en el que vivo como en el cuerpo que habito.
Quiero decirles que el golpe me tiene atontada, que me he tragado años de mis propias palabras, que escupí a mansalva “sonrisas de tolerancia”, que grité los silencios más prolijamente guardados, que me encontré llena de ira en los lugares menos pensados, que me bajé de trenes ajenos a los que me había subido sin boleto y también que tiré y sigo tirando basura solo dios sabe de cuántos y de cuándo.
Transito por este tiempo uno de los tantos senderos oscuros de mi alma, esta vez sin fuerza en los pies ni en las manos, más sola que nunca, más añosa, sin los apegos que me dieron cimiento, con la cabeza casi vacía de letras y con un cansancio extraño que me arrulla y me invita manso a acurrucarme en sus brazos.
Después de cumplir los cincuenta y cinco algo detuvo bruscamente mis pasos y me obligó a decir “basta” y, aunque un par de meses antes escribí en un relato que la inquietud se respiraba, me sorprendió la frenada.
Lo de “demasiada nada” es relativo, otro día se los explico, ahora me esperan los tacos y una realidad rara que me frunce la nariz y me tensa la espalda.

7 de abril de 2022

Tres palabras

En estos tiempos que corren hay palabras que se pusieron de moda y adquirieron a fuerza de repetición, una notoriedad que en realidad no tienen.
La verdad es que sin ningún tipo de criterio se están convirtiendo en verdaderos templos bajo los cuales cualquiera puede decir o hacer lo que se le ocurra, mientras el resto repite como un mantra las sagradas palabras y deja pasar como si fuera una brisa fresca de verano, la incontinencia verbal y el comportamiento nefasto de verdaderos discapacitados emocionales.
Tengo que reconocer que yo misma me subí a esa barcaza sin rumbo hace un tiempo, pero me bajé cuando vi que solo era el otro extremo y por supuesto más de lo mismo. 
Señores, “tolerar”, “fluir” y ser "empáticos" puede resultar una postura de evolución y superación personal, pero antes de que así sea tenemos que establecer criterios que entiendo que no estamos preparados para gestionar porque, si así fuera, no solo no las soltaríamos tan alegre y estúpidamente, sino que esto que estoy escribiendo no tendría lugar.

21 de marzo de 2022

El altillo

Les confieso que este relato lo empecé más de cinco veces, por eso ahora y sin ningún preámbulo, pero más que nada porque quiero hacer catarsis, les cuento que después de catorce largos meses logré entender, procesar y dar emocionalmente por terminado lo que me pasó en estos nueve años de matrimonio.
Reconozco sin ningún tipo de pudor, que en el “mientras tanto” lloré y odié como jamás en mi vida, que maldije lo indecible, que aticé el fuego de la venganza hasta casi costarme mis propias pestañas y que no hubo ni un solo día en el que no me levantara y me acostara sangrando por alguna herida o mascando pedazos de esta interminable pesadilla, pero llegó el momento y una foto que vi por ahí ofició la magia y pude cerrar la bendita caja.
Estoy lejos de agradecer ni un solo segundo tanto dolor, rumiar todo ese espanto fue duro hasta el asco, como ya les he contado, pero este es el final.
Yo, por mi parte, estoy volviendo a vivir mis sonrisas, mis amados silencios, mis pantuflas, mi bata, mi cara de “no me hablen” de las mañanas, el exquisito vicio de escribir tarde en la noche y sobre todo la claridad de mi indudable valía y la belleza de saberme yo misma.
Hoy mis tripas, después de tanto están tranquilas y la caja, llena de papeles y voces, pero vacía de toda emoción, descansa en el altillo de mi vida, del que a veces les hablo, para siempre y a buen recaudo.
Se termina en este mismo momento un tramo de mi historia, les agradezco la paciencia y sepan que después de estas palabras que me urgían para darle un cierre a este largo concierto, no habrá más letras al respecto.

26 de febrero de 2022

Relatos anacrónicos

Voy a hacer una sección de relatos anacrónicos y en los márgenes tal vez garabatee algunas aclaraciones, porque total ya no hay peligro, es más, hasta podría poner el motivo por el que pasaron al olvido.
Y es que no se imaginan la de infidencias que hay en esos párrafos que quedaron en la gatera, ni la cantidad de historia, ni las muchas sonrisas que se me dibujan en los labios cuando los releo y recuerdo el momento y mi estado cuando los estaba escribiendo.
Confieso que no sé bien qué hacer con ellos, es más, tienen su propio lugar, como lo tienen los caballos viejos que pastan rengos como alma en pena entre las letras que están creciendo.
La verdad es que no puedo borrarlos porque siento que los mato y aunque a veces de alguno de ellos hago un vástago, reconozco que al resto los conservo con infinito apego, sí apego, porque este último tiempo he dejado tanto, que lo único que me queda son las letras y los espacios que hay entre ellas, mis silencios amados, los brazos en los que me acurruco cuando el mundo se pone áspero y yo necesito un descanso.

9 de enero de 2022

La prueba

No voy a poner el relato en contexto, mi hija me dijo el otro día que era una estructura y hoy decidí romperla, así que voy a ir de lleno a los acontecimientos.
Hace poco más de seis meses apareció en mi vida, salida de la nada, una persona que, demás está decir, salió de ella hace tan solo unos días.
Lo que pasó ya es una anécdota, lo que me pasó fue algo así como “la prueba del algodón”, extendida en el tiempo.
Hacía ruido, desde el primer momento les juro que esta persona fue un sonajero en mis oídos, pero fiel a mi estilo, desestimé cada sonido.
Ahora sé que ante cualquier evento, situación, palabra o gesto que suene desafinado tengo que detenerme y revisar, por eso me voy a hacer cargo solo de ese mecanismo que hasta hoy me llevó, sin ningún tipo de condición, a dejarlas pasar a mi vida.
No voy a entrar en ese cliché de agradecer todo lo que me pasa nada más que porque viene para enseñarme algo, bajo ningún punto de vista convalido esa justificación. Solo voy a decir que espero que ésta haya sido mi prueba del algodón y, algún día tal vez, cuando no tenga ningún tema acerca del que escribir, me siente frente a la máquina y les cuente cómo es que el maravilloso y perfecto mundo Disney está a tan solo diez kilómetros de mi casa.

3 de enero de 2022

Cicatrices

Es tarde, muy tarde y la verdad es que hoy no iba a escribir.
Estoy en pijamas, pero no estoy sola, me acompaña la más justificada de las ganas de prender el único cigarrillo que todavía conservo vaya a saber alguien porqué.
La cuestión es que desde hace días siento en el aire el sabor de la incierta y tensa calma que precede a una tormenta. No puedo definir qué es lo que está pasando, solo que no me hallo, que estoy inquieta y descompaginada, como si un vendaval le hubiera borrado los números a las hojas del libro y yo no pudiera acomodarlas.
Me molesta todo y nada al mismo tiempo y es tal la locura que cuando los espacios del departamento se hacen infinitesimales, solo me subo al auto y manejo a ningún lado.
Así de “border” estoy.
Le eché la culpa a la navidad y al fin de año, fechas contra las que me peleé toda la vida, como si en realidad fueran algo más que una estupidez. También acusé a la luna llena y como no me alcanzó le puse una ficha a la situación escandalosa, y a esta altura risible, que viene atravesando el país desde que nací.
Es tal mi desajustado estado que llegaron mis cincuenta y cinco y ni siquiera les dediqué unas letras como suelo hacer todos los años, solo llegaron, me vieron así y en completo silencio se instalaron.
Al fin entiendo que hay emociones que siguen atravesándome y que ya no quiero sentir, y creo que es eso lo que me tiene a mal traer, la verdad es que todavía tengo pedazos de infierno pegados en la piel y me arden tanto que no sé qué hacer.

13 de diciembre de 2021

Furibunda

Son las cinco de la tarde y sé que es una hora rara para escribir, pero una catarata de “pensaciones” y un comentario que recibí son los responsables de que esté en zapatillas, sentada al lado de la ventana y con las uñas pintadas de blanco disimulando los puños apretados.
No puedo siquiera imaginar el criterio que usa una persona, allegada a mí por cierto, para hacer comentarios tan poco felices y tan fuera de contexto, la verdad es que a pesar de tener herramientas para tapar este tipo de agujeros, hoy no tengo ganas porque ya estoy cansada de toda esta porquería ajena vomitada sin ningún tipo de permiso ni disculpa sobre cualquiera ¡harta!
¿Puedo entender estos comentarios? Si, sin duda alguna puedo entenderlos, justificarlos y hasta ignorarlos, pero ¿saben qué? siguen doliendo, siguen estando en el aire y sobre todo siguen siendo una mierda con todas las letras.

26 de noviembre de 2021

Hablando sola

Les cuento que ni siquiera sé cómo empezar el relato, pero créanme que mientras sonrío y busco cómo poner esto en contexto, mis dedos se deslizan sobre el teclado, ajenos por completo a lo que “ni sé qué” siento.
La verdad es que esta noche me subí al auto y, gesticulándole al aire cada letra como si fuera una loca, volví a casa como nunca antes en toda mi historia, hablando sola.
Quiero decirles que señores raros en todos estos años no me han faltado y éste no podía ser la excepción teniendo en cuenta que estaba signado por la catástrofe desde que inició, pero así, así como lo extraño que pasó hoy, no me lo esperaba y no solo me cuesta contener la carcajada sino que repaso cada palabra y no gente, no le encuentro explicación.

19 de noviembre de 2021

Un cigarro

Hoy quiero fumarme un cigarrillo, uno solo, y perderme para siempre en el humo frente a mis ojos, porque ya no quiero ver ni verme porque me duele y estoy cansada, y porque quiero irme lejos adonde nadie sepa quién soy, adonde la excusa de la distancia le haga perder a lo sabido el rigor.
Estoy harta de la parte de mi que enarboló la bandera de la tolerancia, de la justificación, de la explicación y de la sumisión, harta de la envidia que se esconde detrás del juicio, harta de ese “siempre sos la contra” que escuché toda mi vida, harta de sentir que están esperando que falle para verme caída, harta de escuchar mentiras, harta hasta más no poder de la crítica.
Estoy tan harta y tan agotada que recién ni siquiera atiné a correr, solo me quedé mirando ese maldito garaje vacío y en un segundo se me llenó el alma de asco por haber permitido tanto.
Por eso hoy necesito ese cigarro entre los labios y a mis hijos y a mis negros cerca y el sol en la cara y las piernas cruzadas y la pared de la casa que tanto extraño pegada a mi espalda.

29 de septiembre de 2021

El día después

Es demasiado temprano, no existen a esta hora los tacos y hasta les diría que ni siquiera es mi espacio, aun así siento que es momento de evaluar los daños.
Hace unos días tuve la última conversación mortalmente condenada de hasta acá estos nueve años y déjenme decirles que a pesar de conocer el paño de estos diálogos fusilados, tardé en recuperar el garbo más de lo acostumbrado.
Hoy estoy sola, lejos de tanto asco y más tranquila, pero mascando lo que viví como si fueran hojas de tabaco y pensando que en la vorágine no solo fui insultada y descalificada como siempre hasta el hartazgo, sino también intimada a dejar de escribir estos relatos, cosa que no voy a hacer claro, y menos viniendo de la persona que me ha visto llorar tanto y jamás hizo nada para evitarlo.

14 de septiembre de 2021

Otra vez, esta vez

Otra vez son las cuatro de la tarde, otra vez tengo las uñas pintadas de luto riguroso y otra vez tengo hartos los ojos.
También otra vez acabo de decirle basta y ponerle punto final a la crónica de la muerte más largamente anunciada en toda la historia, porque ya no doy más y porque se me terminaron las buenas intenciones, la compasión y me queda muy poco para la estocada final que hasta acá me negué a dar.
En verdad me cansé, hace diez meses que estoy a los saltos y me duelen los pies y no me importa lo que pase de ahora más, mientras pueda olvidar cada cara, cada falta de respeto, cada palabra hiriente, cada reproche, cada señalamiento, cada juicio y cada intento de manipulación con el solo objeto de mantener alimentada una personalidad psicopática narcisista fruto de un sufrimiento y maltrato del que yo no tengo nada que ver.
Ya dije en el relato anterior que no tengo ganas de entender, pero tuve que estudiar todo esto para no ser arrastrada y mantenerme en pie y les aseguro que no me voy a caer.
No hay más tela que cortar, no existe en el mundo argumento que valide esta locura de la que accedí a ser parte y por eso asumo mi responsabilidad.
Me queda drenar lo que resta hasta el final y escribir hasta que no haya más.
Acabo de pegar un portazo a nueve años de mi vida, y estoy parada, con la espalda pegada a la puerta que se cerró, llorando y con el estómago apretado de dolor.
Esta vez se terminó.

13 de septiembre de 2021

Fechas (escrito el 12 de agosto de 2021)

Estoy sola y es tarde, sobre la mesa ratona hay un vaso con agua y debajo de ella los tacos, que volaron cuando entré y que quedaron olvidados porque todo pasó demasiado rápido desde alguna hora de ayer. 
En este momento siento que no hay palabras, que no necesito aire, que mis manos no son las que están sobre las teclas y que la realidad está fuera de este planeta.
Tengo claro que esta locura vil, perversa y ajena ya no la quiero entender, pero otra vez me rozó sin que me diera cuenta y revolucionó mi sonrisa y de pronto me vi en sueños navegando el rumbo que había abandonado y desperté ahogada y a los manotazos buscando en la oscuridad un paquete de cigarros imaginario y arrancándome del cuerpo todo un montón de asco.

Hoy hace un mes de esto, y quiero decir que cada vez que rememoro estos ocho años, solo pienso en que pude salir a tiempo, justo antes de que se borraran para siempre de mis labios las sonrisas que de a poco voy recuperando.

28 de agosto de 2021

Devaneos y locura

Son las cuatro de la tarde, no hay tacos ni uñas negras y sí la urgencia impostergable de catarsis.
Hace unos días, una cadena de eventos por demás innecesarios que terminaron con setenta y dos horas de desvaríos imprudentes que iban del devaneo amoroso al desprecio despiadado pasando por la mentira, la ofensa, la soberbia y el descaro, me dejaron parada y sin palabras en el medio de un océano de nada.
Tan descomunal fue la vorágine de cinismo y locura y tan grande mi sorpresa que todavía estoy tratando de entender el juego perverso, la trama macabra, la cara impostada y las palabras inventadas y sigo sintiéndome desorientada.
Quiero decir también que a pesar de mi desconcierto esta vez no fui arrastrada ni manipulada, no se me cayó una sola lágrima, no se me estrujó la boca del estómago ni se me hizo ningún nudo en la garganta y aunque hubo instantes en los que sentí sed de maldad y venganza, me bastó mirar cómo y en dónde estaba para que la sensación se evaporara.
Ya pasaron más de quince días de ese para siempre inolvidable 11 de agosto y la verdad es que cada vez que me acuerdo del nada necesario e infantil arrebato, me felicito por haber conservado el garbo y sobre todo por no haberle hecho caso a mi maléfico diablo.

6 de julio de 2021

La cuerda

Hoy huelga la introducción y la puesta en contexto del relato, solo basta con decirles que me fui a mi centro nada más que para observarme un rato.
Si tuviera que explicarles lo que vi, dibujaría una cuerda suspendida entre dos paredes abismales perdidas entre la niebla a metros de altura, en el medio y haciendo equilibrio y, sin más aliento que imperceptibles susurros, yo sola, como jamás he estado.
Ni antes ni ahora hubo un solo plan.
Fui movida nada más que porque sentía la urgencia de volver a encontrarme conmigo, con mi sonrisa, con mi alma y con Ella y sus cinco escalones gastados.
Esta vez todo es diferente, no hay una sola cosa que me sirva de parámetro, no existe cuestionamiento que no me haga ni puerta que no abra y los miedos, que en estos meses me di cuenta que tenía, la vida se está encargando de matarlos.

18 de junio de 2021

Difícil

Empiezo así de golpe, como con un portazo.
Señores, la teoría del maestro zen al que le pasan cosas y se queda mirando el vacío con sonrisa de Gioconda no me sale.
He leído, escrito, comulgado, predicado y aleccionado acerca de esta cuestión un tiempo largo, pero tengo que reconocer que en el momento de ponerlo en práctica se me escapa la tortuga más veces de las que quiero reconocer y hoy no fue la excepción y entré, cegada por la ira y llena de pánico a zona de guerra y mientras me lamentaba y maldecía oía cómo se iban cayendo una a una todas las cosas que en estos meses fui acomodando.
Sepan ustedes que aun sigo algo furibunda y también un poco chamuscada pero logré salir de la sensación mental de desastre con la tortuga bajo el brazo.
Sé que el precio que pago por irme al futuro es altísimo, casi tan alto como el que pago cuando me voy al pasado, pero es evidente que a veces no puedo evitarlo.
En fin, un día de extremos, de todo negro, de todo malo, de todo feo.

28 de marzo de 2021

Mi momento... tu momento


Son la 1.33 am., estoy vestida de negro hasta las uñas, no llevo puestos los tacos y no hay té sobre la mesa, lo que sí me prendería un cigarro pero más que nada porque las volutas de humo me llevarían con soltura a la cavilación profunda y me sacarían sin mucho trámite de esta duda.
Quiero decir que tendría que usar puntos suspensivos porque todo esto que está sucediendo vino con ellos, tanto como una costumbre como porque son sugestivos, pero me voy a reservar el derecho de usarlos para que no haya malos entendidos.
Vayamos a la cuestión. Sabrán ustedes que “pensar en voz alta” uno no piensa con cualquiera, y “pensar en voz alta” sin siquiera pensar lo que se dice, algo así como “sentir en voz alta” tampoco a uno le sale tan fácil, pero déjenme decirles que pasa y está pasando y ahí vamos deshilvanando momentos propios y ajenos, cuestionándonos rótulos, contándonos historias, riendo situaciones, frenando para no irnos al pasto y poniendo “desarrolle” como una invitación a bailar con lo sentido.
Entiendo que el gusto a susto ya está instalado pero también hay cosas claras que tranquilizan las aguas, aun así cerramos filas y levantamos puentes, sin duda acicateados por el miedo a sentir cómo de un segundo a otro la sangre que corre por nuestras venas puede convertirse en agujas de hielo para volver a destrozarnos por dentro.
Pero voy a ir cerrando, no quiero que se haga largo. Creo que lo que pasa no pasa por lo que sentimos sino por lo que pensamos y ahí es en donde la estantería que uno acomoda con tanto esfuerzo, tiembla. Y es que a veces no nos damos cuenta y elegimos estar lejos del corazón para evitar el dolor sin saber que es esa elección lo que duele. 
Pero la vida es sabia señores y se cansa de nuestras eternas cavilaciones y por eso cambia a cada “momento” y nos manda estos vientos que nos dejan parados en el medio de la nada, con el pelo revuelto y una sonrisa de intriga en la cara.

23 de marzo de 2021

Puro dolor (escrito el 10 de Diciembre de 2020)

Qué semana áspera, qué duro que se pone. Siento que es una cuesta y un abismo al mismo tiempo. Ya no sé si estoy cansada, harta, angustiada, asustada o solo triste y se me pone difícil observarme y quedarme ahí, en ese mirarme y verme sin pestañear siquiera, sin que se me caiga una queja, un soplido, un grito.
Tengo el alma en el peor estado que recuerdo. Estoy sola y estas no son mis paredes, ni mis muebles, ni toda mi vida.
Soy yo misma en el más mudo y agónico silencio, en el más vacío y frío de todos los infiernos y en un estado de dolor e incertidumbre desconocido y eterno y sin siquiera café y cigarrillo, mis laderos de siempre, ni ellos me soban la espalda para que lo que siento sea más llevadero.
No me queda nada de lo que tuve. A mi alrededor las cosas, desconocidas y desprovistas de afecto, son cosas sin peso que están sin que entre ellas y yo haya más que la mera necesidad y nada del amar tenerlas.
Tampoco están alrededor mis amados hijos, porque ya son grandes y no tengo que atenderlos, ellos se fueron hace tiempo y están recorriendo sus propios cielos y sus únicos infiernos.
Hay gente a la que quiero orbitando mi existencia sí, pero en este momento, justo ahora, cuando siento que estoy cayendo no hay nadie que me sostenga. No porque ellos no quieran sino porque no saben que lo que me pasa es denso, que lo que siento es un agujero justo en el centro de mi pecho, un agujero lleno de no saber qué hacer, lleno de un silencio de púas con gusto feo y olor a encierro.
Hace dos días que riego con lágrimas mi camino, dos días largos, eternos, duros. Dos días de interrogantes y certeras dudas. Dos días sin sol, sin ventanas y con un viento negro soplando las paredes de mi alma y de mi endeble cuerpo.

22 de marzo de 2021

Hoy me pasa

Hoy es un día raro, un día de ropa y uñas negras, de cansancio, de ardor de ojos y de pies sin tacos.
Hoy extraño el cigarro y extraño mi casa. Extraño el abrazo largo, la ausencia de historia, la ignorancia de mis jóvenes años.
Hoy bajaron del desván y sin permiso más recuerdos de los que caben en mis manos y cada canción que sonó en el auto llenó el espacio de cosas que ahora no sé bien en donde acomodar.
Hoy siento el peso innegable de la realidad, la fuerza inequívoca de la experiencia y el hipnótico canto de mis tripas cada vez que estoy por renunciar.
Pero igual voy a bajar los brazos un ratito y a soñar que prendo un cigarrillo y que me siento en el banco de plaza que había al lado de la puerta de mi casa con las piernas cruzadas y el sol de la mañana en la cara.
Hoy me voy a regalar un suspiro largo y una sonrisa sin motivo mientras agarro todo lo que me pasa y sin mucho trámite lo tiro por la ventana.

14 de febrero de 2021

Mezcla perversa

Son las dos de la tarde y acá estoy, vestida hasta el cuello de negro y extrañando como nunca a mis laderos.
Quiero decir que me duele escribir esto porque todavía no lo puedo creer y porque resuenan en mis oídos la “mezcla perversa” que origina este relato, de palabras bonitas y destrato.
He pasado estos últimos ocho años (y mis escritos no me dejan mentir) justificando cada palabra, cada decisión, cada opinión, cada comportamiento, cada gusto, cada kilómetro entrenado, cada dolor, cada kilo, cada calor menopáusico, cada cambio, cada lágrima y créanme que una vez tuve que justificar mis carcajadas.
Siempre sentí que era una mujer con todas las letras pero esto me movió el piso y me hizo dudar de mi valor, de mi amor propio, de mi dignidad, de mi fortaleza, de mi determinación, de mi inteligencia, de mis habilidades, de mis decisiones y de mis elecciones.
Creo que haber dudado de mí es lo que más lamento, de ahí la angustia, de ahí mi desconsuelo.

12 de febrero de 2021

Ésta soy hoy

Descalza, con la uñas pintadas de rojo, un café bajo mi nariz y el sol sobre mi cabeza reconozco que estoy pasando el momento más feo de mi divorcio.
Hoy siento que las descalificaciones constantes, la dureza en las palabras y en las miradas, los silencios pesados, los juicios y las faltas de respeto destruyeron mi vida.
Tanto fue y tan normal lo tomaba yo que hoy, a tres meses de haberme ido, siento que de la piel para adentro desaparecí.
Hace tres días que no paro de llorar, tres días del dolor más profundo que puede uno tener que es el dolor por uno mismo, por no haber hecho algo al respecto, por no haber puesto un límite a tanto avasallamiento.
Estoy triste, enojada e inestable. Me acuesto y me despierto cada día con recuerdos dolorosos que había guardado en ese desván del que hablo en otros relatos, recuerdos densos que van a terminar de derrumbarme si no los bajo.
Ando por la vida medio perdida, con los ojos llenos de lágrimas y el alma entre los dedos buscando un lugar en donde sentarme para poder abrazarme.
Estoy agobiada y cansada, por momentos saco la cabeza del agua pero después de ocho años parece que el olvido no es sencillo.

27 de enero de 2021

Ni título

Estoy sentada frente al teclado. No llevo puestos los tacos, no tengo las uñas pintadas y desde hace más de un año me falta y extraño, como jamás he extrañado, mi taza con el café vestido de riguroso luto amargo y el mudo y cómplice humo del cigarro.
Me cuesta escribir sin ellos, no sé cómo empezar sin nombrarlos, no sé qué hacer con los labios, ni cómo leer sin el cigarro entre los dedos y la sien apoyada en esa mano. 
Mil cosas me han pasado en todo este “mientras tanto”, cosas que sin duda hubieran sido tierra fértil para varios relatos, pero créanme que sin mis laderos sentía, cada vez que me sentaba, que me habían cortado las manos.
Quiero decirles que decidí que sigamos mezclados, ellos y yo y las letras, y mi alma, y mis manos, y mis labios y mis lágrimas, y mis sonrisas, porque después de todos estos años juntos no podemos despegarnos, porque nos pusimos viejos y demasiado nostálgicos.

18 de noviembre de 2020

18 meses de agua bajo el puente

Hace el tiempo del título del relato que no subo un escrito, y hace el mismo tiempo que no prendo un cigarrillo.
Ha pasado desde aquel mayo un enorme abanico de estados que huelga describir, pero gracias a los cuales me encuentro sin encontrarme justo aquí.
Hoy estoy sola por primera vez en mi vida, sola para dormir, sola para andar por ahí y sola para decidir solo por mí.
Desde el lunes 9 a las 16:16 horas, una casa diminuta que no es mía contiene en su interior mis pertenencias en el mismo orden caótico en el que se encuentra lo que hay y sucede de la piel cansada de mi cuerpo hacia adentro.
No sé si este es mi olor y si estos son mis ruidos pero desde hace unos días son ellos los que le ponen contexto a tanto incierto desconcierto dejando en evidencia lo que ha sido y significado este largo trayecto.

30 de mayo de 2019

Sencillo


Hoy hay té sobre mi escritorio y en el cenicero, el segundo cigarro del relato se está yendo despacio, vaya a saber dios a qué cielo trasnochado.
Suele sucederme esto de tener días malogrados, en los que no solo no me hallo sino que hasta me catapultaría lejos de mí misma para no hacer o decir lo impensado.
Sé que soy yo, a esta altura lo tengo más que claro.
Soy yo con los puños cerrados y los dientes apretados y con todo lo que todavía no me he cuestionado sumado a que ya no tengo cómo justificar mi estado mal barajado porque la “infantil excusa” de que afuera está la causa ha desaparecido en el justo momento en el que decidí ponerme los pantalones largos.
Hace un tiempo estos días no contaban, decía en mi ignorancia que eran días sin destino y sin chistar me los tragaba.
Pero estoy más sosegada y un poquito más despierta y la verdad es que no me trago nada que no quiera, pero solo porque me di cuenta de que esas horas distraídas y por demás lentas me llevan a todo lo que estuve guardando, a todo lo que “sin querer” puse a un costado y a todo lo que “olvidé” y sin embargo sigo mascando como si fueran hojas de tabaco.


24 de abril de 2019

No hay café


Ya es media tarde y no hay café sobre la mesa, pero el silencio se instala, como siempre, cuando poso las manos sobre el teclado y la inspiración se sienta a mi lado.
Hace tiempo que mis dedos no hacen el baile de la catarsis, pero sólo porque estuve lejos de las teorías y cerca como nunca de mí misma.
Este cerca de mí misma tiene que ver con haber dado vuelta por completo la forma en que estaba percibiendo e interpretando mi historia.
Nada de esto fue casual, sé que este camino lo hice con consciencia y paso a paso hasta que hace unos meses, de madrugada y sentada en la vereda de otra ciudad, escribí la última palabra del último renglón que me quedaba y di vuelta la página.
En esa vereda supe que estaba presa de arraigados juicios y que cada justificación que ponía mi mente intensificaba mi ceguera. Cansada ya de tanto juego inútil que nunca iba a ganar, dejé de darle identidad a toda elucubración mental y esperé que la vida, que se había mantenido aparte mientras yo peleaba porque mi verdad fuera la única, me mostrara.
Pasadas ya las tres de la mañana y cuando al fin, muerta de frío me paré, el panorama era hasta tal punto otro que la madrugada parecía soleada y yo otra mujer.


6 de noviembre de 2018

Desde mi alma


En estos últimos quince días todo lo que había se escurrió por entre mis dedos y mis manos, ajadas y cansadas, quedaron vacías.
En este corto trayecto viajaron conmigo mis libros, mis escritos, mi abedul, mi ropa, algunos pocos utensilios de cocina, dos banquetas y una mesa ratona.
Hoy estoy sentada frente a otro paisaje, envuelta en otro silencio, aceptando cada segundo y dejando pasar cada pensamiento sin resistencia, sin sufrimiento y sin tristeza.
Entiendo que pensar en el pasado deprime y que elucubrar el futuro sólo genera ansiedad, es por eso que elijo estar en este momento así como elijo vivirlo sin reserva alguna y de manera incondicional.
Quiero decir que en estos últimos años he tenido tiempo para verme y cuestionarme cada actitud, cada intención, cada emoción, cada percepción, cada justificación, cada interpretación y cada juicio. Y también quiero decir que nada de esto hubiera sido posible si la vida no me hubiera puesto frente al maravilloso espejo que sigue siendo mi marido y a quien infinitamente agradezco porque de no haber sido por él, mi ego seguiría siendo grande como el mismísimo sol y hoy estaría viviendo esto como una terrible frustración.


2 de noviembre de 2018

Hoy


Afuera llueve, yo sigo vestida hasta las uñas de negro y mientras mis manos descansan en el mismo teclado de siempre, las letras que siento están siendo paridas desde otro cielo.
En un rincón de este pequeño espacio mis amados libros respiran apilados y mezclados, y a través de la ventana mi abedul en maceta desde hacen veinte años, me mira desconcertado porque no entiende muy bien en qué momento vinimos a parar a este espacio.
Hacen catorce días exactos, en lo que siento ahora fue un segundo, un huracán me desvistió de todo lo que había y me dejó desnuda, abrazada a mi abedul y a mis libros, en otra vida.

19 de octubre de 2018

Soy yo


Siempre soy yo, nunca es el otro. El otro sólo está ahí parado, mostrándome de cuerpo entero, vestida hasta las uñas de negro.
“Siempre soy yo, nunca es el otro” no es una frase arbitraria ni egoísta, la elegí con un propósito claro para mí y que será claro sólo para aquel que esté dispuesto a oír.
No es común escuchar esto del espejo y menos común entenderlo, a mí  me ha llevado tiempo ver el reflejo y no sucumbir al instinto asesino de matar al cartero. Y es que muchas de las imágenes no resultaron para nada agradables y se repitieron a lo largo de los años dolorosamente insistentes e incansables hasta que, honestidad brutal mediante, logré entender el mensaje.
Y ahora heme aquí sentada contándoles cómo algo que me parecía complicado resultó simple en esencia cuando decidí hacerme cargo y directamente responsable de que “siempre soy yo” la que cada segundo de cada día elige qué hacer, entendiendo que de allí surja de forma innegable y con absoluta claridad el contundente “nunca es el otro” tan pero tan difícil de tragar.



18 de julio de 2018

Sujeto perdido


En realidad es “sujeta perdida”, objeto perdido, objetivo perdido y hasta perdida, pero como el título no puede ser tan largo me detengo este segundo nada más para aclararlo. Ahora al grano.
Me perdí a mi misma en cualquier lado. Me fui un momento, salí del frasco, mis pies me llevaron y desaparecí de mis botas de taco alto.
No estoy acá, no soy la que escribe, no soy la del café, ni la de las tazas, ni la de los anteojos negros, ni la del cenicero ni Ella. No soy yo, yo me salí y ahora no me hallo.
Juro, y no en vano, que hace rato que me estoy buscando, pero entre una cosa y la otra, entre el objeto y el sujeto, entre el observador y lo observado, entre el verbo y “lo predicado”, entre adjetivos y “adjetivandos”, entre juicios y condenados, entre la intriga y lo intrincado y entre lo que digo y lo interpretado se me fue el hilo y vaya a saber en qué cielo ando.
Creo que al bajarme de los tacos me deshice en pequeños pedazos y sólo quedaron mis manos quietas sobre este silencioso teclado.

16 de julio de 2018

Me equivoqué


Hoy voy a tirar por la ventana las analogías y las parábolas y voy a ser directa porque estoy cansada de las vueltas.
No cometí en mi vida estupidez más grande, improductiva, inconducente y desgastante que querer salvar de sí mismo a alguien.
Quiero decir que el peso que me eché en la espalda fue imposible y doloroso de cargar y si a eso le sumo que justificaba mi acción alegando “la mejor intención”, la receta perfecta para el desastre resultó.
Tuve que hacer acopio de mi mejor voluntad y con toda honestidad mirarme a los ojos en el espejo, escuchar mis palabras desde la vereda de enfrente y preguntarme “para qué” estoy haciendo esto para darme cuenta del error garrafal que estaba cometiendo y de lo violento y nefasto que resulta meterse en terreno ajeno.
Fui egoísta, irresponsable y hasta inocente, pero reconocerlo no atenúa el dolor y la vergüenza que siento y tampoco me absuelve.


10 de julio de 2018

18:23


No queda casi nada de café en la taza, no hay tacos desde hace rato ni uñas pintadas y me saqué las pulseras y la cadena del cuello porque me sentía ahogada.
No me sorprendió para nada la desnudez de adornos ni la sensación de ahogo, pero el semáforo se puso en amarillo y si no miro qué pasa y reflexiono puede pasar a rojo.
Primero y por las dudas busco al señor miedo, mi otrora creación devenida en carcelero, pero no lo encuentro.
Entonces sigo indagando, esta vez más adentro, y descubro que una espeluznante infinitud de palabras, por mí articuladas y que jamás significaron nada, hacen ruido en el fondo de mi alma.
Me levanto como para espantarlas y apuro el último sorbo de café que queda en la taza.
Si me hubiera hecho caso y cerrado la boca cuando mis tripas me lo indicaron, hoy no me sentiría algo tonta ni tan atribulada frente a esta enorme e inútil colección de letras gastadas.


28 de junio de 2018

Silenciosa


Me siento silenciosa y ajena a palabras que definen sin definir nada y que necesitan de más porque con una sola no basta.
Hoy estoy lejos del altar en el que las había puesto y ya no me fío de ellas pues entiendo que son una opción empobrecida, una pomposa asociación ilícita, las migas con las que se intenta explicar aquello que jamás podría caber en un cuaderno.
Las letras fueron creadas para ser “un medio” y no “el destino” de todo mortal alfabeto, por eso los significados han perdido mi respeto, así como los constructos que pretenden alinear al vasto universo.
Hay que quitarle a la palabra el peso y la responsabilidad que se le ha puesto en la espalda, porque a la realidad señores, no la define un concepto, de la misma manera que no podemos tapar el sol con un dedo.



11 de junio de 2018

Real


Se hace fácil hablar del otro, tan fácil es que nos brota como un yuyo y lo vemos como si fuera parte del paisaje de la vida. Hasta parece barato hacerlo, como si no costara nada. Ni siquiera el precio nos cuestionamos cuando en realidad de todo lo que hacemos a diario es el precio más caro. Caro porque literalmente nos suicidamos con cada juicio y con cada comentario y no sólo eso sino que lo hacemos sin siquiera ponernos colorados, como si tuviéramos la vida resuelta o lo que es peor, como si estuviéramos libre de “pecado”.
Ignoramos el hecho de que somos unos egoístas y vamos por la vida dando lecciones o desparramando porquería cuando la triste verdad es que no nos atrevemos a mirar para adentro porque ni siquiera tenemos la valentía.

5 de junio de 2018

A veces


A veces el camino se estrecha y se hace escarpada abrupta y de los abismos negros que me abrazan, un aliento gélido tensiona mi nuca al tiempo que el sol liba negrura y cualquier posibilidad de articular palabra se esfuma.  
Observo estos instantes con infinita paciencia porque sé que mi péndulo, que otrora oscilaba peligrosamente y golpeaba los extremos con una rudeza insoportable, hoy dibuja en el aire un ir y venir tranquilo,  equilibrado y constante.
Entiendo que fue descubrir, muchas veces doblada de dolor, que todo lo que con “vehemencia demente afirmaba y defendía” era sólo el pequeño mundo en el que ciega me movía, el único que yo “creía” que existía lo que me hizo sentir tanto abrumada como maravillada. Abrumada porque mi vida dio un giro de ciento ochenta grados y maravillada porque se dibujó un universo de infinitas posibilidades justo en donde el giro me dejó parada.
Hoy sigue “no siendo fácil”, la inercia de cincuenta años hace que muchas veces la tortuga se me escape y sin darme cuenta vuelva a meter los pies en ese pequeño terreno que yo “creía” era el mundo entero.
Y aunque recorrer este camino, vestida sólo con esa sonrisa que no hace mucho me hice a mí misma tiene sus bemoles, encuentro que el tesoro está al final del día cuando me acuesto y escucho que la orquesta suena afinadísima.

17 de mayo de 2018

Responsables


Rodeada del más amoroso de mis silencios y con la taza de café bajo mi nariz se me ocurrió deshilvanar la responsabilidad.
Levanto la vista buscando inspiración y no tardan en materializarse una infinidad de situaciones e igual cantidad de “dedos acusadores”.
Hace un tiempo ya que observo, no sólo mis pensamientos, actitudes e intenciones sino las del resto, y no deja de sorprenderme la facilidad que tenemos para encontrar afuera al enemigo o amigo del momento.
Es tan vasto el universo que fabricamos que pasaría días escribiendo, pero hoy no es la idea, hoy la idea es caminar silbando bajito, con las manos bien adentro de los bolsillos mientras con cada paso ejercitamos esto de hacernos cargo de nosotros mismos.
Quiero decir que afuera no vamos a encontrar al culpable de nuestras desdichas, miserias y preocupaciones, así como tampoco al artífice de nuestras sonrisas, porque lo único que hay afuera señores es el más fiel reflejo de lo que tenemos dentro.
Ser consciente del espejo es entender que el otro no nos hace nada sino que nos muestra, y que todas las consecuencias son por obra de causales nuestras, así como todas las ganancias y pérdidas.
Y al fin cuando llega ese día en el que dejamos de lado al niño malcriado que corre a los brazos de “mamá justificaciones y argumentos varios” para calzarnos los pantalones largos, es que tomamos real dimensión de lo hipócritas, egoístas y agresivos que hemos sido con “todas” las personas que por nuestra vida han pasado.

8 de abril de 2018

Preguntas para mí


Estoy vestida de negro, no llevo los tacos puestos y mis uñas, pintadas de un blanco pálido, se igualan al color que hoy tiene mi cielo.
Hace unos meses me retiré del mundo y detuve la marcha. Mi cuerpo me estaba avisando, con todos los dolores de la carne, que algo no estaba viendo y que era por eso que mi alma no hallaba sosiego.
Sentada a la vera del camino me llamé a silencio y con una conciencia de la que recién ahora sé que soy capaz, observé hasta el mínimo detalle cada intrincado constructo mental.
Me llevó tiempo e infinita paciencia percibir y descorrer cada velo y, cuando al fin cayó al suelo el último de ellos, frente a mí pude ver a dos hombres, iguales en apariencia, pero completamente opuestos.
Uno de ellos era “el hombre que es”, el otro era “mi” dibujo, “mi” deseo, “mi” imaginación, “mi” sueño.
Hoy, lejos de aquella ceguera, lejos de estar dormida, lejos de la utopía, lejos de la expectativa que genera el estar afuera y más cerca de mí y de la empatía para con el otro, estoy en condiciones de decir que no se me había ocurrido pensar que la persona con la que dormía podía no ser como yo la veía.
Es tan sutil la trampa en la que caemos al no cuestionarnos lo que vemos que si la aplicáramos a todo afirmaríamos sin dudarlo que el sol no existe cuando está lloviendo.

19 de marzo de 2018

Minutos


Hoy tengo para decir que sigo con las botas puestas, que ya terminé el café y que entre los dedos tengo el segundo cigarrillo que acabo de prender.
Había empezado este relato diciendo que tenía poco tiempo, pero cuando lo releí mis dedos se paralizaron sobre el teclado como avisándome que había que revisarlo.
Convengamos que por una cuestión de orden el mundo se rige por horarios, pero el punto no es ese, el punto que hoy quiero señalar es que cuanto más cuenten los minutos, más les van a faltar y si a eso le suman para restar (nunca tan bien dicho) que cada segundo que pasa no vuelve y que cada tic tac los acerca irreversible e inexorable, al final, entonces y sólo entonces van a entender lo perversas que pueden resultar dos agujas, mirándolos divertidas e imparables, detrás de un cristal.


6 de marzo de 2018

Palabras


Languidece el último café del día y los tacos descansan después del corto caminar de la mañana.
Hay ruido en el mundo en el que estoy, pero adentro mío habita un hermoso y amable silencio que hoy me invita a la reflexión.
Siento que el medio siglo me paró frente a mí misma y me dio a entender que para no morir sin haber vivido tenía que deshilvanar con coherencia mi historia cambiando el eterno “porqué” por el “para qué” pasan las cosas.
Así fue como abrí una enorme caja de Pandora de la que no paran de salir a diario una variedad increíble de dioses y diablos que, a decir verdad, no tenía ni peregrina idea de haber coleccionado.
De ahí a hoy me cuestiono cada situación, cada palabra, cada lucha, cada lágrima, cada silencio y cada decisión.
El camino no es fácil, pero cuando veo que a cada paso que doy hay alguien cavando un abismo a mis pies me digo: “Por acá es”.

10 de febrero de 2018

Treinta y un años después


En el rincón de la mesa en donde armé mi refugio destaca una pluma que encontré en la puerta de casa el día que volví de despedir al último pichón que quedaba en el nido.
Me embarqué hace treinta y un años en esta maravillosa travesía, en la que como madre tuve que cuidar que no se cayeran por la borda mis tres tesoros mientras navegaba contracorriente más veces de las que recuerdo, y más tal vez de las que hubiera querido.
Infinidad de situaciones marcaron a fuego nuestro barco pero como capitán de la nave jamás dejé el timón ni permití que otro pusiera un dedo en él.
Hoy, a varios días de ver cómo desplegaba el último de mis hijos sus alas al sol y con lágrimas corriendo por mis mejillas puedo escribir que el ciclo se cerró.
Hoy nuestro barco vacío descansa tranquilo en la arena mientras yo, tranquila también, entiendo que nunca más volveremos a navegar en él.

29 de enero de 2018

Viento

Al mirar por ventana se me ocurrió una analogía rara, algo así como una especie de señalamiento amoroso en forma de parábola.
Hoy mi mirada y mi alerta no son las mismas, a diferencia de otros tiempos ambas reposan tranquilas en este vacío inalterable que me hace permeable a todo cuanto sucede, incluido este viento que hace meses que no ceja en su esfuerzo de pelearse con todo lo que acontece.
Sobre mis pasos silenciosos y pausados mi presencia se hace imperceptible y mis manos se vuelven tan ligeras que puedo sentir con ellas lo incoherentes, confusas y alteradas que están las ráfagas.
Retiro mis dedos.
Yo alguna vez también fui viento pero entendí con el paso del tiempo que soplar, gritar, luchar o especular porque “yo creo que así no debe ser” no cambia lo que “es”. Lo que “es” cambia sólo si yo me corro.


24 de enero de 2018

No supongo

El café está frío, el cenicero vacío y recién he escrito, en la hoja de papel que tengo al lado del teclado, que lo que hay afuera no es lo que me afecta, que lo que me afecta es cómo lo interpreto.
Hoy estoy en mi centro y como consecuencia me hallo lejos de cualquier interpretación por eso me puedo permitir una descripción “casi” objetiva de la situación.
Levanto la vista y veo que el ambiente es denso. No es malo, no es bueno, es denso.
No me aparto ni me escapo, sólo miro.
Siento que al estar libre de juicio no hay reacción porque no hay manera de que sea personal y al no darle identidad aparece ante mí “lo que es y lo que hay” en su exacto lugar.
Entonces reflexiono.
“Lo importante” de la vida es simple y sutil y no hay que ir a buscarlo porque pasa a cada instante. El error consiste en creer que debe ser algo grande.