20 de diciembre de 2023

Vacío (Este relato lo escribí siete meses después de mi último divorcio)

Hace siete meses salté. La cortina que hacía más de dos años venía bajando despacio, chirriando y quejándose tocó el piso con fuerza y me obligó a dar el paso al vacío más anunciado y menos querido de mi vida.
El más anunciado porque ya no quedaba casi nada de mí y, si después del insulto me quedaba, ya no iba a poder salir, y el menos querido porque a pesar de todo no me quería ir.
No fue fácil entender que en mí podían convivir el amor y el odio, pero logré saltar, y sigo cayendo y flotando y tratando de aferrarme a algo. No hay nada alrededor, salvo una niebla densa que me ciega y a la vez me protege de una forma que no sé explicar.
Hoy entendí que todo esto tiene sentido, recién hoy pude ver con claridad cegadora la historia ancestral que me urge acomodar.
Por momentos me duele y me cansa y quiero renunciar y desaparecer y no volver más, pero intento estar alerta, escuchar lo que siento en las tripas y no hacer caso a lo que pienso.
En estas últimas seis horas rondó mi espacio la seguridad de que esto que estoy pasando es otra vida de ahora en más. Que este estar sola es la limpieza que le debo a las mujeres que me anteceden en el linaje. Que este amor propio que tengo que conquistar y alimentar es la ofrenda que todas ellas necesitan para descansar en paz.
Ya no me aterra el próximo paso. Recién hace pocos minutos hice las paces conmigo misma y me perdoné tanto destrato, tanto insulto, tanta desvalorización y tanto hartazgo, al mismo tiempo que agradecí a todos los que han estado, tanto a los que me mostraron que dolía, como a los que me sujetaron cuando caía.
Me bastó ver las caras de las mujeres que me precedieron para sentir que yo llevaba en mi espalda la historia de la sumisión, del silencio, de los ojos tristes, del sometimiento enojado, de la dependencia y de las manos ajadas de tanto limpiar y tocar agua.
Sé que tengo que recorrer un camino nuevo, y que esta vez no hay guía, ni parámetros y tampoco mandatos.
Lo que tímidamente titulé “cosas raras” es esto, es lo nuevo, lo distinto, lo desconocido, es volver a tener suaves las manos.
Inicio un viaje sin equipaje, con solo hojas en blanco bajo el brazo y más de mil preguntas tatuadas en los labios.

Escrito el 13 de mayo de 2021

14 de diciembre de 2023

Ni un café frío

Hoy no hay mucho contexto, mis uñas, raramente, no están pintadas desde hace una semana y parece que mi alma se niega al dictado, tal vez porque huelga una explicación, tal vez porque no sé cómo contarles que la incomodidad es una sensación sutil, casi inaudible y difícil de detectar, que en mi caso se manifiesta como un ruido silencioso, noble y emperrado que hasta no hace mucho me negué a escuchar y que se convirtió en el diablo enardecido y furibundo al que me enfrenté durante años sin saber que jamás lo iba a vencer, porque en realidad era yo misma gritándome con toda el alma: “esta gente con la que te estás relacionando, estos lugares a los que estás yendo, esto que estás haciendo, esto que estás pensando, esto que estás diciendo, no te hace bien”.
Confiar en mi incomodidad fue la clave que me llevó a casa, porque me enseñó con qué y con quienes no tomaría más ni un café frío.
En el camino quedaron un montón de cosas y también muchas personas, así como quedó atrás el vértigo que tenía el día que empecé a poner las cosas en su lugar, el día que empecé a dejar atrás a personas que jamás iban a sumar.
En fin, no sé si me pude explicar, pero esto es lo que hay.

Hoy no hay té

Estoy en pijamas, pero no hay té en mi escritorio sino una copa de cristal llena de champagne.
La ventana está abierta porque ya no hace frío y, mientras pensaba este relato y me fumaba un cigarro, la luna me miraba casi acostada desde lo alto.
Hoy se termina una larga cruzada, sí, hoy, de ahí la champagna que hace más de un mes tenía guardada.
Se mezclan risas y lágrimas, pero me dejo sentir, porque ya estoy cansada y rendida y no me quiero resistir.
Cierro un capítulo y empiezo a escribir otro. Sigo siendo yo misma, y Ella también sigue siendo ella misma, pero cada vez nos parecemos más, aunque todavía seamos distintas.

5 de diciembre de 2023

Como a los diecisiete

Recién, mientras me fumaba un cigarro en la ventana, pensaba que nací para irritar a la gente. Sé que suena feo, pero no me importa, desde el metro setenta y dos que mido y, a mis hoy cincuenta y siete, no me interesa lo que piensen, es más, entendí que irritar a los diablos es mi misión en esta vida.
Desde que tengo recuerdos soy la contra, la rebelde, la solitaria, la loca, la seria, la gritona, la de pocos amigos, la oveja negra, la bruja, la mala, la egoísta. Durante mucho tiempo oculté y hasta quise cambiar estos atributos, por llamarlos de alguna manera, pero no pude, porque no se puede, porque no es posible que un olmo dé peras.
Me llevó media vida entenderme, aceptarme, amarme así como nací, así como soy.
Media vida me llevó perderle el miedo al qué dirán, al juicio ajeno, a la sentencia maldita por no ser una más del montón.
Media vida me llevó dejar de justificar quién soy, cómo soy.
Media vida me llevó hurgar en mi propia mugre para descubrir mi sombra y entender que sin ella no hay balance posible.
Media vida me llevó cortar lazos, soltar amarras y ser el artífice de mi propio destino.
Media vida me llevó entender que estar mal está bien, que quejarme no es una tragedia, que no estar para nadie es estar para mí, que puedo decir no, sin explicar porqué, que hablo de lo que me molesta hasta que me deja de molestar y que cuando me lastiman tardo en irme, porque sé que cuando me voy no vuelvo más.
Hoy empiezo a pisar otro año, y no sé lo que hay adelante.
Estoy llena de interrogantes y vacía de certezas.
No me asusta decir que no tengo planes porque jamás los tuve, sí tengo sueños, pero no sé cuál de ellos va a brotar, por eso solo los riego y los dejo.
Igual que a los diecisiete, me queda media vida por delante, ella verá lo que me trae, yo veré lo que elijo, y, mientras me fumo otro cigarro, respiro presente, respiro lo que hay, respiro lo que es, respiro lo que surge, respiro, solo respiro y dejo que las “pensaciones” se vayan por la ventana como el humo de cada cigarrillo.

26 de septiembre de 2023

Sumas que restan

Parece un chiste, pero sí señores, hay sumas que restan o mejor dicho, hay personas que suman para restar.
Hasta no hace mucho yo era, en algunas ocasiones, una de esas personas.
Me arde un poco reconocerlo, pero no les voy a mentir, aunque en mi defensa tengo que decir que lo heredé y lo ejercí hasta que me di cuenta de lo desagradable y doloroso que es.
No puedo precisar el momento en el que cambié, lo que sí puedo hacer es decirles que me alejé de la gente que tiene esa manera de relacionarse porque me hace mal, siempre me hizo mal y, aunque en mi ignorancia dejé pasar esos comportamientos alegando una infinidad de excusas y volviéndome a someter una y otra vez a sus palabras hirientes, un día decidí dejar de poner el cuerpo.
En mi caso no sirvieron largas conversaciones y menos mis lágrimas, todo lo contrario, eso alimentó la insaciable voracidad de la que hacen gala creyéndose poseedores indiscutidos de la verdad y del derecho a opinar, enjuiciar y sentenciar sin que jamás yo se los solicitara y, lo que es más nefasto aún, ofendiéndose si se me ocurría contradecir sus dichos y, encima de todo, esperando que me disculpara por la osadía.
Ya no más mis queridos, ya no más.
Regué con una incontable cantidad de gente la vera del camino de mi historia, sí, digo bien, regué, porque hoy mi senda florece como florezco yo, sin miedo a estar sola, sin miedo al qué dirán y sin el dolor indecible que me provocaron solo porque les abrí el corazón.
Hoy la puerta sigue abierta, pero el permiso para entrar solo lo otorgo yo.

Paciente calma


Hace un par de meses que transito una silente espera, convertida en una pupa oculta a los ojos del mundo.
Sentía la necesidad del retiro, me urgía sumergirme en esta nueva yo y Ella juntas, en este nuevo camino limpio y porque no decirlo, yermo hasta el infinito.
Por momentos siento el vértigo de caminar sola conmigo misma, y se me pega la boca del estómago a la espalda como una garrapata hasta que respiro y me digo que es tiempo de cerrar los ojos y seguir a mi instinto.
Hay muchos “tal veces” en esta etapa, y muchos cuestionamientos también, pero adquirí el hábito de espantarlos porque me enloquecen y la verdad es que ahora no estoy para titubeos ni boludeces.
Hice mucho, muchísimo, y pronto será tiempo de cosechar.

A tres años

Mis dedos están lentos hoy, casi detenidos sobre el teclado, como buscando una manera suave de exorcizar mi propia implosión.
Hace unos días tuve que reconocer que estaba cansada, harta y llena de ira. Como contraparte me di cuenta de que aprendí a entrar, gestionar y salir de todas las situaciones que acontecieron en estos tres largos años con pericia y soltura en la mayoría de las ocasiones, y en otras como pude.
Los casi cincuenta y siete vienen con reconocimientos y aceptaciones varias de mi y hacia mí, con logros, con desapegos y con toda mi vida en poco más de treinta y cinco cajas.
Estoy cansada sí, y harta y llena de ira ¿y qué?
Y mandé a la mierda a un montón de gente ¿y qué?
Y me pasan cosas que no me gustan, y me pasan otras que son maravillosas, y acá estoy, surfeando las olas con unas y tratando de no ahogarme con las otras.
¿O acaso los ríos no se desbordan, o a los mares no les pinta cada tanto un tsunami, o las montañas dormidas no se despabilan y entierran todo a su paso con lodo, lava y cenizas?
Entonces, si pasa en la naturaleza ¿por qué no a mí?
Es simple esta vez, claramente soy una mezcla exclusiva y a partes iguales del mismísimo del diablo y de un maestro zen.

12 de agosto de 2023

Nosotras

Son las cinco y cuarto de la tarde, estoy escuchando música y tomando agua y, salvo el color negro de las uñas y de lo que tengo puesto, nada podría ser tan diametralmente opuesto.
Dicen por ahí, los que saben de astros, que cada ocho años algo pasa en el cielo que influye en nosotros de manera directa. La cuestión es que tenemos que ir para atrás y mirar qué fue lo que nos pasó.
Ni lenta ni perezosa decidí ir a mis escritos del 2015 y no se imaginan mi sorpresa cuando descubrí que en abril dejé de escribir a través de Ella y un mes después me alejé un año entero de las letras y me llamé a silencio.
Tengo que decirles que cada vez que releo mis escritos vuelvo a vivirlos como si algo me llevara en el tiempo, y hoy no fue una excepción. Con cada letra que acariciaban mis ojos volví a sentir el dolor de la sumisión, del silencio, de la incredulidad y de la estafa moral y afectiva.
Era tanto el dolor de lo que estaba viviendo que me alejé de lo que más amo en el mundo, mis letras, para no lastimarlas.
A ocho años del comienzo de este largo camino que entiendo termina mañana, ni Ella ni yo somos las mismas, es más, estamos tan distintas que somos la misma.

1 de junio de 2023

Flotando (Escrito el 12 de octubre de 2021)

Estoy sentada al lado de la ventana, tengo las uñas despintadas, no hay tacos ni piernas cruzadas y sí un mate amargo y lánguido, digno de este encierro obligado que mantiene mis pies quietos y mis manos a los saltos.
Me urge decir que salí corriendo de todo lo que estaba aconteciendo y que en el camino me fui arrancando lo que sentí que tenía pegado, todo lo que siempre había restado, todo lo que vi que me había ensuciado.
En este momento quiero gritar lo que siento, y lo que siento es una mezcla inconexa de sustantivos y adjetivos, de emociones y de juicios, desde mí y desde Ella y también desde todas las que creo que soy.
La soledad y la quietud son completas. El cuerpo me venía avisando que parara un poco, pero la adrenalina de estos meses fue tanta que seguí y seguí hasta que mis pies dijeron basta y tuve que detener la marcha, y así, sin preverlo y con el paso de los días, fue apareciendo la cavilación profunda, los aciertos y las equivocaciones, las pesadillas y el sueño “anestesiante”, mi vida toda y sus mil y un variantes.
En algún relato escribí que entre octubre y marzo mi vida entra en zona de alerta y este año no es la excepción, salvo que en estos cortos doce meses que se cumplen el 26, no solo me divorcié por tercera vez, sino que también me mudé dos veces, dejé a mi perro, guardé mis cosas para quedarme solo con lo necesario, solté a mis hijos, tomé distancia de mi familia de sangre y estoy amarrada a una silla viendo la película de mi vida sin siquiera la posibilidad de salir corriendo y hacer de cuenta que no es mía.
Es como que todo lo que había estaba apenas sostenido por la intención, tal vez porque en el momento de acomodar las cosas algo me distrajo y ahí las fui dejando.
Sé sin dudarlo que si no hubiera trabajado tanto conmigo estos años, ya a esta altura y con todo lo que he pasado, en lugar de estar detenida me habría derrumbado y hoy estaría juntando mis pedazos.

4 de mayo de 2023

¿Qué?

Silencio, un té en el escritorio, uñas negras, pijama y mientras pensaba en este relato y sonreía, compartí un cigarro con la noche tibia en la ventana.
¿Qué quiero? ¿Qué me haría feliz en este momento? Estas fueron las preguntas que dispararon estas letras.
No obtuve respuestas, sin embargo lo que surgió fue una contestación que me llenó de sorpresa.
Lo que quiero lo tengo.
Un lugar adonde llegar, una cama cómoda, un abrigo para cuando hace frío, una ducha caliente, comida, plata en la billetera, un auto, luz, agua limpia para tomar directo de la canilla, calefacción, libros y conexión con el mundo.
Esto fue lo que apareció primero.
Después apareció la paz, la tranquilidad y la serenidad de estar sola conmigo misma, algo que soñé desde que tengo memoria y que se convirtió en realidad en estos casi tres años, pero que empecé a disfrutar recién hace pocos meses, de ahí la sonrisa mientras fumaba en la ventana.
Hice una pausa, otro cigarro, porque se me dificulta por primera vez en cuarenta y tres años poner en palabras lo que siento.
Algunas lágrimas resbalan por mis mejillas, no me es posible explicar que llegué a casa.

29 de abril de 2023

¿Me hago cargo?

Mis relatos son auto referenciales, no hay manera de que en ellos no esté yo, y todos son reales, siempre desde mi perspectiva, mi percepción, mi emoción, mis “pensaciones” y mi análisis. Del primero que escribí hasta éste, todos tienen un detonante, una gota que colma el vaso, una chispa que prende el fuego, una palabra que invita a la reflexión o a la sonrisa y en todos hay uno o varios actores y, claramente, mis “yoes”.
En el caso de hoy una gota colma el vaso que derrama estas letras sobre el teclado, pero los protagonistas son varios, digamos que los fui cosechando con el paso del tiempo y, como a esta hora ya estoy tranquila y algo risueña, puedo decirles sin que me hierva la sangre que por lo que llevo cosechado la siembra ha sido cuando menos polémica.
No estoy cansada ni enojada, pero tampoco estoy contenta ni me disuelvo como una gota más en el océano zen de la paz, la verdad es que me invaden una mezcla de emociones que no dudan un segundo en incomodarme la existencia.
La vida insiste, ella debe saber porqué, en ponerme en el camino a personas que, sin excepción, me muestran la misma parte de mí.
Mi hija me dijo que hay quienes llegan a nuestra vida para que aprendamos a amar y hay quienes llegan para que aprendamos a amarnos.
Es evidente, y a las pruebas me remito, que yo no sé amarme. Eso no me lo enseñaron, no sé cómo se hace y reconozco que estoy aprendiendo a hacerlo de una manera cruel y dolorosa.
Ahora bien, me voy a hacer cargo solo de lo que me toca, por eso no voy a justificar nunca más y bajo ninguna circunstancia los actos ni las palabras de discapacitados emocionales y “odiadores” seriales.
En estos tiempos se habla de tolerancia o de poca tolerancia y no, no se puede tolerar todo ni tampoco se puede estar todo el día luchando contra todo. Las cosas tienen un límite y ese límite es el otro, sea quien sea, sea como sea, viva donde viva, sepa lo que sepa, se vista como se vista.
Hoy en día hay excusas para todo, y todo debe ser permitido y soportado en honor a la diversidad y a la mal llamada empatía.
Hablemos claro y seamos sinceros.
No podemos ir por la vida escudándonos atrás de mil y una excusas para justificar una actitud de mierda, porque afuera no hay nadie que se merezca ser blanco de tu mala educación, de tu falta de tacto, de tu poca civilidad, de tu irrespeto por la vida del otro, de tus fracasos, de tu acidez cerebral, de tu miedo, de tu debilidad devenida en falsa fortaleza, de tu escaso cuestionamiento y de tu analfabetismo emocional.
Sé que no puedo entender todo, saber todo, encontrarle una explicación y menos lógica a todo, soy consciente de esto, pero quiero decirle a la vida que me puede seguir mandando a toda la gente de mierda que quiera que yo no voy a dejar de ser respetuosa, ni voy a dejar de ofrecerles mi apoyo, ni voy a dejar de estar ahí a cualquier hora, ni voy a ser tibia. Quiero avisarle a la vida que me voy a seguir entregando completamente, pero que aprendí en este tiempo que si hace ruido es porque en algún momento se va a romper y la verdad es que la próxima, al primer ruidito que escuche, me voy a bajar de ese tren.
Mi verdad es que estoy a la mitad de mi vida y creo que con lo que viví tengo más que suficiente y si me quedo sola no me asusta en lo más mínimo, porque el precio por estar con gente mal barajada es demasiado alto y yo ya no quiero pagarlo.
Me cansé señores, sinceramente hoy tiré la toalla y con la fuerza que me quedaba me bajé del ring.
Ya estoy harta de moretones en alma, harta de venenos, harta de sentir asco, harta de llorar y encima tener que entender a toda esta gente involucionada, irrespetuosa y mal amueblada.
Y para terminar les confieso que se me acabó el miedo, porque ya lo usé todo, lo que al fin resultó ser maravilloso.

23 de abril de 2023

Procesos

Diez de la noche, pijama negro, uñas blancas y sintiendo cómo una frase trillada y armada vaya a saber con qué objeto, va rebotando de un lado a otro de mi cabeza captando toda mi atención y llevándome inexorablemente a esta reflexión.
“Es un proceso” hoy se lleva el galardón, y a continuación me pregunto: ¿cuándo estoy pasando por un proceso, a la vida en dónde la dejo? y ¿cuál sería, en el caso de existir un proceso, el producto final de la secuencia?
Usamos en automático palabras sin cuestionárnoslas, y así es como creemos que lo que estamos viviendo es un proceso, y vamos saltando de uno al otro, porque convengamos que nos pasan un montón de cosas todo el tiempo, creyendo que la vida está en algún lado esperándonos para abrazarnos y llenarnos de besos.
No hay procesos señores, hay la vida con todo lo que es, en una interminable concatenación de “sucediendos”, buenos, malos, lindos o feos, pónganle los adjetivos que quieran, pero por favor se los pido, no le pongan proceso.

No se supone

El título lo dice todo, no se supone ¡nada!
Suponer es adivinación en su estado más puro, ya que en silencio esperamos que el otro nos lea el pensamiento y actúe en consecuencia y así, como por arte de magia, se entere de algo que nunca le dijimos o de aquello que nos molesta, o de alguna cosa que esperamos que haga.
No les voy a decir que yo nunca supuse nada porque les estaría mintiendo, ¿me costó? sí, me costó bastante y me sigue costando porque en algunas ocasiones me descubro surfeando “suponiendos” sin siquiera percatarme de ello.
Pero eso no es todo, sepan que peor que suponer es enojarse porque el otro no adivinó, y ahí es cuando se pone realmente bizarra la cuestión, porque de forma explícita, para que al susodicho le duela aunque no sepa qué pasó, llega sorpresiva la recriminación.
Suponer es dar por entendido algo que nunca se habló, y la verdad es que las relaciones humanas se construyen cultivando el a veces difícil y siempre noble arte de la comunicación.
Quisiera agregar que suponer también implica afirmar con vehemencia y contundencia ciega algo que nunca se comprobó, lo cual no solo dista kilómetros de la realidad sino que pone en evidencia la ignorancia de quien lo hace, pero esto va a ser tema de otro relato.
Y para terminar sin suponer porque lo comprobé, sepan que en los “suponiendos” hay todo del que supone y absolutamente nada del que es objeto de la suposición.

17 de abril de 2023

Vínculos y relaciones

Hace mucho que hablo de esto y hace poco que empecé a ponerlo en práctica, vale decir que fue después de darme la cabeza contra pared durante años.
Siempre digo que mis letras soy yo misma y que estoy lejos de lo correcto y lo incorrecto y más lejos aún de la verdad y de la mentira.
Aclarado esto voy a ir al grano así no se hace largo.
En la vida tenemos un montón de vínculos, familia, trabajo y amistades son algunos de ellos, pero déjenme decirles que no con todos vamos a tener una relación, y acá es en donde se pone interesante la cosa porque solemos confundirlos y confundirnos y como si esto fuera poco a la calesita se suben el mandato divino, la creencia inexpugnable y también lo mentirosamente doloroso.
A esta altura de mi vida y cuando por mis venas corren otros tiempos, entiendo que un vínculo “es”, y que una relación se construye y que la confusión a la que me refería antes pasa por creer que porque hay un vínculo hay una relación y no señores, esto no sucede la mayoría de las veces y tenemos que entenderlo de esa manera para no vernos sometidos a aguantar situaciones incómodas y forzadas que no tienen ni el más mínimo sentido.
Personalmente me dolió soltar esas amarras, sentí que me quedaba sin nada, que mi historia desaparecía y que la soledad más negra me tragaba.
Hoy, a un poco de distancia de ese desamparo de haber soltado casi todo, la magia de otra historia se está escribiendo ante mis ojos.

29 de marzo de 2023

Todo es una pensación

Hace días que no paseo mis letras y las extraño, pero voy a empezar como casi siempre: uñas blancas, pijama negro, un té que espera y un cigarro que recién se va.
Estoy incómoda hace tiempo. Tal vez sea el lugar, el vacío, el darle vueltas a un montón de cosas o el no encontrarle todavía la llave a una vida tan distinta a la que tenía.
Intento poner en práctica todo lo que sé, mientras que, con la paciencia de un tallador de diamantes, trato de no dar un golpe que rompa lo que conseguí hasta ahora.
No es cansancio, eso lo tengo claro. Es el desespero de quedarme en cualquier minuto sin aliento, es la ceguera de un camino lleno de curvas en una noche con tormenta y sin siquiera la luz de la luna.
Si me observara a la distancia una voz me diría al oído que no pasa nada, pero estoy demasiado cerca y esas palabras no llego a escucharlas.
Días como el de hoy merecen un estallido de furia, algo así como barrer con el brazo todas las fichas y las cartas de la mesa mientras me levanto a puro insulto y le pego un portazo en la cara a lo que está pasando. Así de cabreada estoy, así de emputecida, así de contenida.
No es la primera vez y ésta es la única razón por la que no mando todo al carajo, porque no sirve la bronca para tomar decisiones, porque nunca lo hice y no voy a empezar ahora.
Esta parte es una putada y juraría que escucho a la vida riéndose a carcajadas y disfrutando lo que me pasa y, aunque por momentos me superen un montón de cosas, mi arma más poderosa siempre fue la paciencia y la silente espera y nunca me falló.
Tiempo atrás eché las bolas a rodar y sé que no tengo que hacer nada más que solo respirar y estar alerta para interpretar lo que venga con claridad, aunque no me guste y aunque mis pensaciones me susurren, con malicia sibilina, que no es lo que ellas esperan.

2 de marzo de 2023

La mujer de la ventana

El último cigarro del día se paseó distraído hasta hace un rato por mis labios, con la luna creciente de testigo y el silencio como el más dulce de los abrazos.
Soy la mujer de la ventana. La que tiene siempre el pelo atado, la que mira sin ver al mundo que hay cuatro pisos abajo, la que soñó con ansia esta soledad que por momentos se pone espesa, sofocante y áspera.
Soy la mujer de la ventana. La que viste de negro, la que escucha a los que ya no están, la que tiene un cartel con letras rojas clavado en el corcho frente a la máquina que dice “todo es una pensación, respirá”.
Soy la mujer de la ventana. La de las uñas blancas, la que experimenta y prueba, la que habla sola, la que cuestiona.
Soy la mujer de la ventana. La que tiene tatuada una sonrisa en el alma, la que se quiere ir a vivir sola a la playa, la que ya no cree en la palabras.
Soy esa misma que se sube al auto y maneja para escapar, la que se va reciclando, la que ahora sabe que hay cosas y gentes que no quiere más.
Soy yo, la misma que viste y calza un luto elegido, la que confía, la que no hace planes, la que sabe que la experiencia es un diario viejo que no sirve porque nada se repite.
Y sí, soy yo la mujer de la ventana, la misma que, entre pitada y pitada, sonríe ante tanta propia y ajena “bizarrada”.

20 de febrero de 2023

La brisa

Leía hoy mi diario y una frase ya resaltada en algún otro momento llamó mi atención. En ella hablaba de reconocer esa suave brisa, que suele erizarme los pelos de la nuca, antes de que se convierta en un huracán.
Y me puse a pensar en eso, en lo poco alerta que solemos estar a mil cosas que nos pasan y que también dejamos pasar.
Aclaro que no hablo desde la retórica teórica, sino desde mi experiencia y desde las marcas que llevo en mi propio cuero después de haber vivido una incontable cantidad de huracanes que empezaron con sutiles avisos a los que yo, claramente, desestimé y hasta justifiqué.
Y es que la vorágine de lo cotidiano nos “lobotomiza” y nos lleva primero a hacer oídos sordos a los ruidos de las tripas, después pasamos por alto como si no tuviera costo alguno los avisos del cuerpo y finalmente un latigazo atrás de las rodillas nos derriba sin delicadeza mientras nosotros con infantil inocencia nos preguntamos porqué.
El “porqué” tiene una sola explicación: no nos enseñaron a escucharnos, es más, detenerse, decir no, basta, hasta acá, esto no me gusta, esto no lo hago y esto no lo quiero parecen no existir como opciones.
En mi caso el secreto es detectar lo que estoy rumiando y no puedo tragar y hacer algo al respecto, porque todas las veces que no lo hice un huracán hambriento me arrancó sin mucho trámite todos los pelos del cuerpo.

Dar sin esperar recibir

Hace mucho que escucho esto y tengo que reconocer que es una frase que he dicho infinidad de veces y que también justifiqué en igual medida.
Ahora me pregunto ¿cuántos tomates me daría una planta que no riego? Ninguno. Es simple.
¿Qué es esto de dar así como así? ¿A quién se le ocurrió esta peregrina idea y la echó a rodar por el mundo como un santo axioma? Y lo que es peor ¿quién puede dar todo de sí sin nutrirse y no morir en el intento?
Es un suicidio lento entregar hasta quedar seco y ¿con qué objeto? Yo por lo menos no quiero ser un mártir y tampoco que me canonicen cuando me muera.
No dejo de aclarar que estas son cuestiones mías y que solo las hago extensivas por si a alguno le cabe el cuestionamiento y decide hacérselo.
Vuelvo al tema. Di mucho en mi vida y no me arrepiento, eso jamás, pero ahora ni siquiera espero sino que exijo reciprocidad, si no va y viene me retiro sin siquiera mirar para atrás.
Sé que puede sonar duro y hasta egoísta, pero díganme algo ¿qué podría perder yo, pensando de esta manera, que ya no haya perdido en la unilateralidad de tanta dádiva entregada a diestra y siniestra?

 

19 de febrero de 2023

Pasado

Hoy me preguntaba si podía escapar del pasado y después de darle vueltas al asunto llegué a la conclusión que no, porque tanto lo que vuelve como lo que permanece en el “olvido” forma parte de mí, a tal punto que ni siquiera aquellos que tienen enfermedades mentales progresivas pueden deshacerse totalmente de los recuerdos.
Ustedes habrán escuchado muchas cosas acerca del pasado: “que no hay que traerlo”, “que hay que ponerse a pensar en otra cosa”, “que hace mal”, “que no tiene sentido” o “que la vida es el presente”, ahora bien, no podemos negar bajo ningún punto de vista que hay lugares, olores, palabras, expresiones, gestos, eventos, cotidianeidades, ropa, comidas, costumbres, perfumes, objetos, fotos, animales, climas, paisajes y personas que ofician como la cerilla que enciende lo “olvidado”, y así, en una milésima de segundo somos transportados sin siquiera darnos cuenta al inmenso cementerio de la memoria.
Y acá me surge otra pregunta ¿es bueno o malo para mi vida “presente”? y la verdad es que si no puedo evitarlo, este cuestionamiento no es válido, sencillamente es algo que pasa y punto.
Sin embargo una cosa es pasearse por el cementerio de la memoria tanto cuando algo nos haya transportado hasta ahí como habiendo decidido hacer el viaje por alguna razón, y otra muy diferente es quedarse a vivir entre los muertos o lo que es peor sucumbir a la tentación de querer resucitarlos, ya que muchos de esos “olvidados”, y se los digo porque a mí me ha pasado, se “mal tiñen” de color rosa con el paso de los años.
Y para terminar les cuento que yo voy a mi pasado sí, y que también muchas veces algo me lleva, pero ya no me quedo, entendí que el presente es mi tierra.

30 de enero de 2023

Entre Ella y yo

Hace mucho que no merodeo las letras a esta hora, pero se me acercó sigilosa y risueña la impúdica y etérea Ella, pidiéndome sin palabras que la acompañara a su espacio de escalones gastados y arena.
Seguirla me desnuda de lo terrenal, cada paso que me acerca a su lugar me limpia el sabor del mundo de la piel y me viste de mí misma.
Pisar su arena dulce y tibia y sentarme en uno de sus cinco escalones me dinamiza, eternizándome en el infinito viaje al centro de mi esencia.
Ella mora en mí, es mi alma gemela, mi loba, mi guardiana, mi eterna.
Ella soy yo. Yo misma sin este traje y desnuda de caretas.
Y como Ella soy yo en mi más profunda esencia, decidí cortar las sogas del puente que me lleva a ese lugar mágico, y acercarme, sin ningún tipo de interferencia, a la mujer que soy, alejándome para siempre de la que dibujé sin darme cuenta.

25 de enero de 2023

No sé

Casi la una de la mañana y no estoy cansada ni tengo puesto el pijama. Hay un té en el escritorio y les cuento que uno de mis laderos estuvo hasta hace un rato paseándose entre mis labios.
No sé qué me trajo a estas letras, no sé qué va a pasar ni qué voy a hacer.
Hoy y a esta hora todo es un signo de interrogación que no tengo ganas de responder porque no quiero saber y porque aprendí que lo que pueda llegar a elucubrar tiene poca posibilidad de convertirse en realidad.
Puede que le haya encontrado la vuelta y ya no esté entrando en el bucle de los divagues mentales, pero es raro verme así, tan tranquila, con los pensamientos a velocidad crucero.
No sé, realmente hoy no sé y creo que mañana tampoco voy a saber porque ¿quién sabe? La vida es impredecible, mi vida por lo menos, no sé la de ustedes, pero la mía no sé de qué va. 
Nunca sé, y aunque un millón de veces haya pensado que sí poniendo las cosas en la línea de largada y diciéndoles que salgan, todas hicieron siempre lo que se les dio la gana.

19 de enero de 2023

Entrecortada

No encuentro el lugar, no me encuentro, me obligo. Paso de una letra a otra y ninguna tiene sentido. Me quiero eyectar de los imposibles, de las alucinaciones, de los divagues, de los sinsentidos y de esta resma de relatos que tengo ganas de incendiar.
Involuciono, desarmo, busco. Intitulo espacios. Me siento en otro lado. Cambio café por té. Prendo ruidos. Miro por la ventana. Espero.
¿Se tratará esto de una simple espera o tendré que dejar de tratar?
Se me hace lejos el lugar al que voy y me desesperan canas y ya medio siglo, por eso me detengo en cada paso y miro, pero nada, no hay nada más que nada, es como que no existo.
Le cedo el lugar a la hoja en blanco y a este conocido pánico y me aparto del teclado.
Hoy me encuentro impaciente, imposible, enojada con la pantalla y también conmigo.

Espejos

Cuando leí que lo único que hay al final del camino es un espejo, decidí hacer el ejercicio y, como si fuera mi último momento, miré mi reflejo.
Si hoy me fuera recordaría mi historia con una sonrisa y me diría que hice todo lo que quise, que no me arrepiento ni me avergüenzo de nada, que siempre fui la oveja negra de la familia, que no tengo a ese dios del que todos hablan porque entiendo a dios de otra manera, ni patria porque en la tierra real no existen los límites ni las fronteras.
La verdad es que si en un rato yo me fuera empañaría con mi último aliento el espejo y me daría un beso.

 

16 de enero de 2023

La verdad

Duele decirse la verdad. Duele reconocerse desde el otro, desde lo otro, desde el reflejo.
No hay nada más doloroso ni más liberador que mirar para atrás y sentir que amé, que fallé, que hice mías sendas que no lo eran y que construí muy cerca de las olas grandes castillos de arena.
Hoy no soy la que fui e intuyo que tampoco la que voy a ser, lo cual no me deja tranquila pero sí me incentiva a seguir indagando y hurgando en los recovecos más remotos de mi historia, en cada caja de mi altillo, en cada foto grabada en mi mente y en cada aviso que hubo antes de cada tormenta.
Duele decirme la verdad y reconocer en estas letras que mucho me lo tengo que explicar de otra manera, así como sentada en el cordón más bajito de la vereda y quedando mal conmigo misma aunque todos me vean.
La verdad señores es que me he estado mintiendo y también que me estoy riendo.
Sepan que es una “bizarrada” que las cosas no tengan sentido y a la vez encajen perfecto.

10 de enero de 2023

Cuestión que

Son casi las dos de la mañana y estoy incómoda, fuera de eso huelga el contexto.
Me preguntaba hace un rato, después de una conversación mal barajada, si es la época, la educación o la falta de ella, la cultura, la cuna, las maneras, la crianza o la rapidez con que se mueve todo lo que hace que mucha gente actúe como si tuviera el permiso implícito del “vale todo porque se acaba el mundo”.
¿En serio hay que saltarse los modos?
¿Qué parte me perdí?
¿Esta gente viene así de fábrica o aprende mientras crece?
Y acá podría explayarme y filosofar hasta el hartazgo, pero igual que otras veces no quiero, no tengo ganas, ya bastante con que sean la chispa que enciende estas letras.
En fin, de todas formas y para no darle a esto más importancia de la que tiene y también para variar, solo me voy a hacer cargo de mi “quisquillocidad”.