31 de marzo de 2012

Abriendo

Se abre, se muestra, cuenta y gesticula, por momentos se le hace un nudo en la garganta pero logra detener las lágrimas y sigue, es Ella, aunque no sea su lugar y aunque a su espalda haya una ventana, es Ella, que siempre se sienta contra la pared y con las luces apagadas.
En algún momento la periferia se desvanece, desaparecen la mesa, las sillas, y el tiempo y Ella con el alma desnuda va abriendo el espacio y con los dedos disolviendo las sombras, mientras flotan en el aire y entre el humo de varios cigarrillos, dos tazas de té.
El pasado es un puente ya derribado, el futuro es el más puro misterio y el presente es esto que está pasando:
Ella gesticulando y siendo, vacía y abierta
Él… él sólo la está mirando, y piensa…

Escrito el 21 de Setiembre de 2011

11 de marzo de 2012

Adentro

No es tan tarde, pero tiene sueño y algo de frío. El otoño está llevándose las hojas de los árboles hacia el olvido, teñidas de naranjas y amarillos, mientras el sol pasa tendido, haciendo la noche más larga, más oscura y helada, más llena de sombras y de alivio.
Se encierra, se esconde a los ojos del mundo y prende un cigarrillo. No hay ruido, ni voces y mientras adentro calla el silencio, serena recorre su abismo.
Camina en lento equilibrio sobre la soga que cuelga entre aquí y allá, sus brazos hacen de alas sin volar y su espalda, ligera de equipaje, le hace suelto el andar.
Mira en donde no hay nada que mirar y sus pies descalzos se acomodan en el espacio que hay entre el talón y algún otro lugar.
No le importa saber, ni entender, ni explicar, ni pensar, ni justificar, ni encontrar, ni tirar, ni soltar. No le importan ni la realidad ni los demás. Lo único que le importa es que no le importa porque está sin estar…
El fuego de la estufa la acompaña sin palabras, igual que la acompaña la soledad, toda risa y toda lágrima.

Se acercan las noches eternas y el vicio de las letras.
Se acercan las cortinas cerradas y la periferia desterrada.
Se acerca el invierno y la oscuridad más luminosa del alma.

Dos semáforos en rojo

Había muchos finales para esta historia, pero la vida eligió uno,
y, como si los segundos hubieran sido cronometrados,
dos semáforos en rojo hicieron lo impensado.

Ella no dibuja planes en la arena, pero son sagradas la paciencia y la espera y por eso se toma sus tiempos, como se toma su tiempo su rosa en abrir, la tormenta en llegar, la luna en llenarse y el sol en salir.
A veces suele sentir que ya está, pero después se da cuenta de que no es así, y se halla otra vez tratando de sacar a flote la balsa en la que tiene metidos los pies, hasta que de tanto aliento se abre más el agujero y con el agua hasta el cuello deja que todo se hunda y suelta los remos…

Hoy la barca se fue al fondo del río
y a los remos se los llevó el recuerdo, de la mano del olvido
y con ellos dos semáforos en rojo y un saludo aturdido
y en la última página del libro
la sonrisa de Ella, bella firma de no haber perdido…