16 de agosto de 2022

Así como

Hoy no encuentro el humor, digamos que tampoco voy a salir a buscarlo porque no sé ni en dónde lo perdí, y les advierto que tengo la mirada del mismo color del pijama, negra como mis uñas, negra como mis ganas.
Les cuento que estoy subida a un carrusel en el que me pasan cosas y a la vez no me pasan y que en ese vaivén arbitrario y escurridizo y sin saber muy bien qué hacer ando trepada desde hace más que ayer.
La verdad es que la emoción que me embarga es la sorpresa más escéptica, es como una desconfianza risueña, es la saturación misma de algo que termina y que solo más adelante voy a poder explicar.
Tengo más que claro que se viene un portazo y también que voy a la desnudez total, lo que sí me intriga como nunca antes jamás, es la Amalia que voy a encontrar cuando dé el salto al vacío que todavía no me animo a dar.

2 de agosto de 2022

Tardísimo

Son las dos de la mañana de un día que no termina y que me dejó inquieta, con ganas de fumar y pensativa.
Son tiempos muy dinámicos los que piso, de cambios en el pensamiento, de encontronazos dolorosos con lo que siento, con lo que me pasa, con lo que dejé pasar y también con lo que hago con todo eso.
Creo que ahora estoy en donde elijo estar, y que me hago cargo de eso, mientras tanto me tomo el trabajo de detectar todo lo que “suma para restar” y despejar el camino para seguir mi propio andar.
Vengo tan en otra cosa que me bajé de los tacos, me dejé de mirar y de pintar y hasta me saqué los anillos y el collar.
Es tan serio el viaje en el que me embarqué casi sin querer, que sobra todo y a la vez el vértigo del vacío me provoca en la boca del estómago una sensación de incógnita y susto que por momentos me paraliza y me tensiona hasta casi partirme a la mitad.
Siento que crucé el umbral de ese mundo en el que existe un otro a quien responsabilizar y culpar, pero todavía no cerré por completo esa puerta y hay días como el de hoy en donde, con una ceguera incontenible, vuelvo sobre mis pasos buscando “al culpable” y sin siquiera poderlo evitar.
Entiendo que no es suave ni lineal y que tiene altibajos ásperos, pero esta vez siento que mi dios y mi diablo, mis cinco maestros vestidos de color anaranjado, mi quijote y mi bruja, mi loba esteparia, mi madame Bovary, mi chica Almodóvar y mi amada Ella y sus cinco escalones gastados me llevan hace meses en andas y me sostienen, porque miren que pasé noches oscuras en mi vida, pero como ésta les juro que ninguna.

1 de agosto de 2022

Y van...

Volví a mi silencioso, amable y exquisito vicio de escribir en la madrugada, cuando el mundo duerme y la negrura me invita mansa al diálogo con mi alma.
Recién pensaba en esos ruidos de los que hablo hace tiempo y que son la voz más amorosa de mis tripas avisándome que frene el paso. A veces se me presentan como alarmas inaudibles y casi letárgicas, o se dibujan en milésimas de segundo como detalles difíciles de atisbar, o aparecen como palabras en el aire salidas de la nada, descolocando la conversación más versada y haciendo caer las letras sin ningún orden ni explicación sobre las tablas.
Hasta no hace mucho y casi como una costumbre, desdeñaba estos avisos y muy suelta de cuerpo les ponía toda clase de adornos para que no parecieran lo que eran, es más, a muchos ni siquiera los escuchaba, la verdad es que nunca me detuve a hacer la cuenta del costo de mi soberbia porque jamás se me ocurrió pensar que en la vida no hay gratuidad y que detrás de todo lo que dejaba pasar había, inexorablemente, un precio a pagar.
Hoy estoy todo lo alerta que puedo a cualquiera de estos ruidos, y no solo no los desestimo sino que tampoco confío cuando suena la melodía que me gustaría escuchar.
Tengo claro que aunque ya no se me caigan fácilmente las riendas de las manos, mis tacos no están del todo domados y se me pueden alborotar los pasos.

En definitiva

Son las dos de la tarde, estoy en casa, descalza, lejos de la ventana y deshilvanando entre los dedos la perplejidad misma y la risa que, a causa de ella, me regala mi alma.
Digamos que me topé con algo así como un señor, les juro que esta vez no me hice la sorda y escuché los ruidos de advertencia que hacían mis tripas, pero decidí seguir y, como para no variar y sintetizar, terminé acá, entre mis letras y reconociendo, claramente, la no-sorpresa.
Dicen que uno acierta en el último intento y es por eso que no me voy a rendir.
La verdad, señores, es que aun después de tres maridos e innumerables “intenticidios” no voy a retroceder ni para tomar envión, eso sí, al dramatismo, a las mariposas y a lo novelesco los ahogué en licor, no vaya a ser cosa que el “mientras tanto” no me lo pueda tomar con humor.