17 de septiembre de 2014

Lo importante

Hoy se me plantea un silencio y un espacio a una hora desacostumbrada porque el sol está al este, no veo la luna por la ventana, no llegué recién y el auto y mis botas están estacionados desde ayer.
Y entre cigarrillos y café pasan frente a mis ojos la crónica de una muerte anunciada, lágrimas, “recomienzos” y la concreta y sabida imposibilidad de ser objetiva conmigo misma, al tiempo que se me dibujan, como si hubiera tirado una piedra al agua, círculos concéntricos sin comienzo ni fin, sin puntos débiles, infinitos y eternos.  
Es como que nada se termina y sin embargo nace un nuevo círculo cada día que me desorienta y logra ponerme seria y me silencia y me endurece, quitándole a lo importante la prioridad y dándosela de comer sin remedio a los chanchos.
Siempre he dicho que la vida está hecha de detalles pero que ella en sí misma no lo es, porque sería como pensar en un árbol lleno de hojas y flores pero sin el tronco como sostén. Y acá es en donde me detuve hoy y de la galera de la reflexión surgieron estas dos preguntas a continuación:
¿Cuánto tiempo pueden sostenerse los detalles en el aire? Y ¿Cuánto puede esperar dentro la cáscara, sin secarse, el germen de lo importante?