30 de marzo de 2014

Inventos

Hace mucho y a desgano caí en la cuenta de que está todo inventado. Que me miran de soslayo sustantivos ya hallados y adjetivos que tratan de pintar aquello que no va a ser posible de “adjetivar” ni en un millón de años.
Giran a destiempo en mi cabeza piezas de un gran rompecabezas. Hay papeles en la alfombra, palabras que sobran, garabatos en el aire y entre mis pasos y mis manos el más difícil y arduo trabajo yace plácido entre volutas de cigarro.
Entre condicionales rimamos y arrimamos. Ella y yo. Otros aparecen a veces,  aunque nosotras, siempre, no entendamos eso de escribir desde la abstracción.
Tiempos, tiempo, alejamiento. A las rápidas, una pensada, imaginada, sentida, apenas esbozada, pero cierta y nítida definición aparece dibujada.
Es que la historia nunca termina, se recicla. Se desnuda, se esconde, viaja oscura, se confunde, nos derrumba en la penumbra, aparece en la esquina y desanima. Porque si miro la vida me la pierdo y si la escribo se escurre entre mis dedos como el tiempo. Pero está acá, justo acá, en este mismo lugar y es lo que hay.
Cada minuto que pasa es una anécdota en la espalda, una brasa que se apaga, la magia solapada de la realidad inventada y un chiste único que sucede y precede en sólo un infinitesimal segundo a la última carcajada.

No hay comentarios: