30 de julio de 2014

Intitulado

No suelo escribir a esta hora, es por eso que lo único que descansa sobre la mesa es el cenicero y un cigarrillo en “modo espero”.
Afuera hay nieve y adentro fuego. ¿Antítesis o conjugación de lo perfecto? Depende. Depende desde dónde lo mire y depende de en dónde esté el fuego y lo frío de la nieve.
Hoy debo decir que agradezco a este amable silencio que viene a posarse suave sobre mis labios y los sella, porque evita mucho. Pero también debo ser honesta y confesar que lo que siento no lo logra evitar.

(Tercer cigarrillo en modo espero
 y un tronco que al caer
 rompe la calma que se había impuesto)

Yo estoy lejos del fuego (no del interno) y sigo pensando en que no debería estar escribiendo esto.

Callar será una perfecta opción sí,
pero todas las veces no.

18 de julio de 2014

Una recta

Paso tiempos redondeando ideas, estirándolas, separándolas y volviéndolas a unir. Así como paso tiempo tratando de materializar entre mis manos la realidad ilusoria de la inmortalidad y desmaterializando la verdad tangible de la muerte.
No hay nada más seguro ni más diario desde la primer bocanada de oxígeno, que la última, y, mientras los segundos se descuentan uno a uno, inexorables, indetenibles e imparables, en el camino se pierden sin remedio momentos que luego sólo serán memorables.
No hay manera de parar las agujas. No existe forma de detener la máquina una vez que está en marcha. Y es que la vida y la muerte son la distancia más corta entre dos puntos que me cuchichean, suaves y constantes, uno en cada hombro y cerca de mis orejas y me marcan la cadencia de esta inobjetable recta.