Y como hoja al
viento acelero y freno, hablo y hago silencio, camino y me siento.
Voy, sé que
voy yendo y también sé el lugar concreto, pero los artilugios que está usando
el destino por momentos me enloquecen hasta el desconcierto.
Me cuesta fluir
con mi río, me cuesta mantenerme a flote cuando el agua es un menudo jaleo y
cuando siento que en el esfuerzo se me va el aliento y el corazón me patea el
pecho.
No resulta tan
fácil soltar, en eso no me puedo mentir. Lo único que sé es que tuve la lucidez
de darme un tiempo y hacerme un espacio para volver a caber dentro de mí.
Por eso creo
que sólo me repito en la paciencia, en la espera y en la consecuencia de las
cosas nuevas y, aun sabiendo que siempre van a estar, lucho por absolverme de
las viejas.
Nada es igual,
nunca nada es igual.
La vida no es
predecible ni lógica y menos que menos, lineal.
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