6 de enero de 2014

El silencio de una sonrisa

“Después de” iba a ser el último del año, pero al leerlo me llamó la página en blanco y entre que me veo obligada a estar quieta por un irrelevante pero doloroso tema, y la lluvia en el tejado, mis manos empezaron a moverse solas y me van llevando por el teclado.
Parece que no pero este verano llegó rápido, y como dije por ahí él también “vive mortalmente condenado”, igual que el respiro que en este momento me estoy dando, igual que todo lo que va pasando.
Sé que insisto con muchas cosas, trato en lo posible de no escribirlas, pero la verdad es que no dejo de sentirlas. Por ahí es porque me di cuenta de que a la historia no es posible olvidarla. Por ahí es la vejez, que cuanto más adelante me lleva, más atrás me deja o tal vez es porque comprendí que así como el tigre no pierde las rayas, mal puedo yo, perder buena parte de mis mañas.
No sé la razón, pero en estos últimos tiempos siento que ando de dèjá vú en dèjá vú, y como una paramnésica total me sorprendo riendo lo reído o llorando lo llorado y no son pocas las veces en las que recorriendo lo desconocido se me hace, extrañamente, conocido por alguno de los lados.
Siempre dije que no es fácil entenderme, porque las cosas sólo son simples en lo profundo, pero llegar ahí no lo es. Por eso la superficie revuelta está tan llena de gente y todo resulta en una maldita complicación cuya única receta para la catástrofe final consta de la porfía de seguir metiendo las patas en el lodo ignorando por completo la inexistencia del retorno.
Pero en el título está el secreto de mi honda simpleza, la cual me permite esquivar, cada vez con más soltura, todo atisbo de locura y mantiene mi centro sin mácula ni negrura alguna.  

¡Ah, cómo me pierdo! Pero esto venía a cuento de que “después de” iba a ser el último relato del año y resulta que no, parece ser que el último nunca está escrito, que hoy todavía es 31 y salió esto, una especie de batido irrepetible y único, un batido raro para mirar de costado y que se parece mucho a todo lo que últimamente destilan mis manos.

Escrito el 31 de Diciembre de 2013

No hay comentarios: