“Después de” iba
a ser el último del año, pero al leerlo me llamó la página en blanco y entre
que me veo obligada a estar quieta por un irrelevante pero doloroso tema, y la
lluvia en el tejado, mis manos empezaron a moverse solas y me van llevando por
el teclado.
Parece que no
pero este verano llegó rápido, y como dije por ahí él también “vive mortalmente
condenado”, igual que el respiro que en este momento me estoy dando, igual que
todo lo que va pasando.
Sé que insisto
con muchas cosas, trato en lo posible de no escribirlas, pero la verdad es que no
dejo de sentirlas. Por ahí es porque me di cuenta de que a la historia no es
posible olvidarla. Por ahí es la vejez, que cuanto más adelante me lleva, más
atrás me deja o tal vez es porque comprendí que así como el tigre no pierde las
rayas, mal puedo yo, perder buena parte de mis mañas.
No sé la
razón, pero en estos últimos tiempos siento que ando de dèjá vú
en dèjá vú, y como una paramnésica total me sorprendo riendo lo reído o
llorando lo llorado y no son pocas las veces en las que recorriendo lo
desconocido se me hace, extrañamente, conocido por alguno de los lados.
Siempre dije
que no es fácil entenderme, porque las cosas sólo son simples en lo profundo,
pero llegar ahí no lo es. Por eso la superficie revuelta está tan llena de
gente y todo resulta en una maldita complicación cuya única receta para la
catástrofe final consta de la porfía de seguir metiendo las patas en el lodo
ignorando por completo la inexistencia del retorno.
Pero en el
título está el secreto de mi honda simpleza, la cual me permite esquivar, cada
vez con más soltura, todo atisbo de locura y mantiene mi centro sin mácula ni
negrura alguna.
¡Ah, cómo me
pierdo! Pero esto venía a cuento de que “después de” iba a ser el último relato
del año y resulta que no, parece ser que el último nunca está escrito, que hoy
todavía es 31 y salió esto, una especie de batido irrepetible y único, un
batido raro para mirar de costado y que se parece mucho a todo lo que últimamente
destilan mis manos.
Escrito el 31 de Diciembre de 2013
Escrito el 31 de Diciembre de 2013
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