9 de enero de 2022

La prueba

No voy a poner el relato en contexto, mi hija me dijo el otro día que era una estructura y hoy decidí romperla, así que voy a ir de lleno a los acontecimientos.
Hace poco más de seis meses apareció en mi vida, salida de la nada, una persona que, demás está decir, salió de ella hace tan solo unos días.
Lo que pasó ya es una anécdota, lo que me pasó fue algo así como “la prueba del algodón”, extendida en el tiempo.
Hacía ruido, desde el primer momento les juro que esta persona fue un sonajero en mis oídos, pero fiel a mi estilo, desestimé cada sonido.
Ahora sé que ante cualquier evento, situación, palabra o gesto que suene desafinado tengo que detenerme y revisar, por eso me voy a hacer cargo solo de ese mecanismo que hasta hoy me llevó, sin ningún tipo de condición, a dejarlas pasar a mi vida.
No voy a entrar en ese cliché de agradecer todo lo que me pasa nada más que porque viene para enseñarme algo, bajo ningún punto de vista convalido esa justificación. Solo voy a decir que espero que ésta haya sido mi prueba del algodón y, algún día tal vez, cuando no tenga ningún tema acerca del que escribir, me siente frente a la máquina y les cuente cómo es que el maravilloso y perfecto mundo Disney está a tan solo diez kilómetros de mi casa.

3 de enero de 2022

Cicatrices

Es tarde, muy tarde y la verdad es que hoy no iba a escribir.
Estoy en pijamas, pero no estoy sola, me acompaña la más justificada de las ganas de prender el único cigarrillo que todavía conservo vaya a saber alguien porqué.
La cuestión es que desde hace días siento en el aire el sabor de la incierta y tensa calma que precede a una tormenta. No puedo definir qué es lo que está pasando, solo que no me hallo, que estoy inquieta y descompaginada, como si un vendaval le hubiera borrado los números a las hojas del libro y yo no pudiera acomodarlas.
Me molesta todo y nada al mismo tiempo y es tal la locura que cuando los espacios del departamento se hacen infinitesimales, solo me subo al auto y manejo a ningún lado.
Así de “border” estoy.
Le eché la culpa a la navidad y al fin de año, fechas contra las que me peleé toda la vida, como si en realidad fueran algo más que una estupidez. También acusé a la luna llena y como no me alcanzó le puse una ficha a la situación escandalosa, y a esta altura risible, que viene atravesando el país desde que nací.
Es tal mi desajustado estado que llegaron mis cincuenta y cinco y ni siquiera les dediqué unas letras como suelo hacer todos los años, solo llegaron, me vieron así y en completo silencio se instalaron.
Al fin entiendo que hay emociones que siguen atravesándome y que ya no quiero sentir, y creo que es eso lo que me tiene a mal traer, la verdad es que todavía tengo pedazos de infierno pegados en la piel y me arden tanto que no sé qué hacer.