28 de marzo de 2013

Abanico


Imaginate una situación a resolver y escribila en tu muñeca.
Abrí la mano. Separá los dedos.
Mirá lo que escribiste y empezá a subir.
¿Se ramifican las opciones no?
¿Faltan más? Agregalas.
¿Se complica? Ni te cuento si se te ocurre preguntarle a la gente que tenés cerca, te alarmaría saber que ni un millón de dedos serían suficientes.
Pero hagamos algo, considerá sólo algunas.
¿Por cuál te decidirías?
¿Esa te parece la mejor? Pensalo bien, por ahí la tercera sea la correcta o la que te dijo éste o aquél, pero ¿y si resulta que es la cuarta, o la quinta?
¿Decime si no es un juego perverso y diabólico?

Ahora te propongo que cierres la mano, te olvides de todos y del millón de opciones y viajes a tu centro, justo en donde está el “quiero” y lejos del maldito “debo”, pero teniendo en claro que, sea lo que sea que decidas hacer, la responsabilidad y las consecuencias van a ser sólo tuyas y no sólo eso sino que vas a tener que pagar por ello un precio alto e incierto, el cual puede acercarte demasiado al abismo o alejarte en la misma medida de él.
También tenés que saber que nunca vas a poder ver todas las opciones, perderías un tiempo precioso en un trabajo estéril, porque las circunstancias cambian, porque uno cambia, porque la vida es un constante fluir y ningún día es igual a otro. Nada de lo que pase hoy es pasible de la misma solución que le diste a alguna situación del pasado. Por eso no pienses, no escuches a nadie y no uses la lógica, date cuenta de que no sirve para resolver la vida, y otra cosa, tampoco mires para afuera y no cometas el fatídico error de abrir el abanico.
Mirar para adentro, decidir y ser responsable de uno mismo asusta, es por eso que el “quiero” suena tan egoísta y se evita, pero sé egoísta y no pasees por prado ajeno, porque va a crecer la hierba en el tuyo y después tu única opción va a ser responsabilizar de “tus yuyos” al resto del mundo.
Es más fácil, sí, no lo niego, pero también es más que estúpido.