Mis sienes ya
se están pintando de blanco, casi medio siglo de respiros registran mis tacos,
casi medio siglo de agua pasó ya por mis manos.
Parece mucho
cuando lo escribo y ni hablar cuando lo digo, por eso hoy se me ocurrió hacer
un repaso y charlar con el espejo un rato. Fue generoso conmigo al no mencionar
ni una arruga, eso sí, cuando posó sus ojos del cuello para abajo cantó como un
canario y es que otra historia cuenta mi cuerpo y eso no puedo negarlo.
Sigo la
recorrida y subo a mi desván interno, a ese lugar al que sólo yo accedo y,
salteándome los últimos dos peldaños, entro. A paso lento recorro la foto
estática de mi pasado. Todo está guardado y aunque de seguro alguna cosa se ha
traspapelado, nada se ha perdido y todo se encuentra intacto, sin embargo llama
mi atención el que muchos de mis amargos suspiros, que el tiempo sabio se ha
encargado de arrear mansamente al desván del olvido, hoy sean sólo risueños
recuerdos dormidos.
Al fin doy la
vuelta y salgo, y, mientras pienso en los casi cincuenta años, mis manos buscan
los bolsillos del saco y una sonrisa suave besa mis labios.
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