18 de marzo de 2014

Backup

Estoy parada al borde del camino. Tengo las manos en los bolsillos, el pelo recogido, alpargatas, un solo anillo, maquillaje cero, entre las manos un par de aperos y desde la banquina me “relojeo” de cara al viento.
Poco a poco están volviendo a mí mis tiempos. Siento que al apagar las luces del escenario, la sala se fue vaciando mientras el paisaje fue desdibujando en este último tramo todo rastro de hastío y una larga historia de cansancio.
Ansiaba detenerme y destilar uno a uno los minutos hasta verlos diluirse despaciosos ante mis ojos, como me urgía bailar y tocar a mi antojo el millón de corcheas que forman mi orquesta.
Pero sobre todas las cosas necesitaba no esperar hasta la noche para bajarme de los tacos, desnudarme y vagabundearme sin prisas, indecorosa y eternamente yo misma.

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