29 de enero de 2011

Susurros en los pies

Está parada, con los brazos en jarra al costado del cuerpo, separados a un ancho de hombros, sus pies descalzos se apoyan con determinación en la tierra seca y mientras sus ojos claros, desnudos y más agudos que nunca observan con abstracción el camino, los escalones de madera gastada son mudos y sorprendidos testigos de su fuerza.
En este tiempo fue cerrando uno a uno y con éxito, los juegos que tenía abiertos y hoy, con la vida en sus manos sabe que tiene que abrir otro mazo. Está tranquila y sola, pero conmovida por el cada vez más fuerte llamado en su piel. No tiene miedo y sabe que no tiene que correr, la vida se está abriendo, y se le ofrece lánguida y dulce como una perfumada fruta madura.
Ella lleva en la sangre la espesa intensidad de lo que siente y el convencimiento de no volverse a equivocar, pero sabe que ya no tiene tiempo y que tampoco hay vuelta atrás...

porque en los pies siente,
que la tierra no para de susurrar...

19 de enero de 2011

Luces

Sigue caminando en el bosque, aquel en el que se internó sin saber que no era el que recorría siempre, aquel que le mostró una tierra desconocida y otra brisa y olores de flores que nunca había olido…
Ahora conoce la cara de la mano que la lleva y mientras la ceguera de la distancia se va perdiendo, van apareciendo algunas luces que alumbran la noche y sus pasos por el sendero.
Todavía no sabe adónde va, pero no va sola y eso la tranquiliza, aún sabiendo que la mano que la guía tampoco sabe para dónde va.
De a ratos todo se angosta pero vuelve a abrirse iluminándoles los ojos, porque hay mil luces y mil oscuros, y mil olores y un millón de fantasmas…

Y susurrándose mieles al oído, recorren la senda de la mano, aún desconociendo el próximo paso, porque saben que se dirigen a su remanso, y que los impulsa la misma fuerza y el desafío del mismo atajo.

15 de enero de 2011

Mar calmo

Está sentada en sus eternos escalones gastados, las plantas de sus pies reposan en la madera tocándose en un cálido gesto de encuentro, y los codos apoyados en las rodillas abiertas entrelazan con complicidad los dedos de sus manos.
Mira a la distancia estando adentro, porque siente que hay algo que no puede ver, escudriña el aire entrecerrando los ojos, que hoy no llevan los anteojos que nunca se saca, porque no hay nadie que pueda leer lo que le está pasando, pero el vacío que ve la ciega.
La brisa que siempre le susurra al oído no está y los fantasmas que la acosan sin compasión se desvanecieron en su propio mundo. Hoy está sola, flotando en un cálido mar calmo, lleno de sensaciones y carente de toda lógica.
Sigue con sigilo lo que está sintiendo, tratando de atrapar las luces que ariscas se escabullen, pero lo único que logra ver es cómo todo su universo de sentimientos se le escurre por entre los dedos.
El sol que le entibia la piel, es un mudo y distante testigo que la abraza y la acaricia, y los escalones de madera gastada, un silencioso remanso que la acoge y la sostiene.

Conoce el lugar, pero no la sensación, y sentada en los escalones gastados, sin brisa y sin fantasmas sólo sabe que no atina imaginar ni tan siquiera lo que hay

4 de enero de 2011

En el bosque

Sale a caminar, como la otra vez. Va distendida, distraída, sola y tranquila.
No hay luna y está oscuro y la senda que siempre recorre, hoy se perdió y Ella no se dio cuenta.
Siente temor y empieza a medir los pasos, porque no sabe adónde está pisando, porque tiene miedo de caer, porque no ve nada, porque no conoce este camino, porque huele flores que nunca vio, porque no es la brisa que siempre la acaricia, porque el perfume a tierra que respira la confunde…
Alguien le susurra al oído y le da la mano, es imposible ver el rostro, la oscuridad de la distancia la ciega y a la vez la empuja a no detenerse y a seguir.
Está desorientada, lejos de casa y a kilómetros de la tierra.

No sabe con quién está
No sabe adónde va
No sabe qué la empuja
No sabe que tal vez, la cara que no ve, es la que es…