25 de febrero de 2014

Entre meses

Cuando el invierno llega a su ocaso y escondidos entre las hojas muertas aparecen los primeros brotes de la primavera, el instinto animal que llevo dentro asoma tímido y se despereza, disparando mi alerta. Año a año, entre octubre y marzo y con una cadencia que raya la obsecuencia, olisqueo el aire y mi esencia se altera.
Es como si la estación de las flores fuera el anuncio de algún cataclismo personal e inevitable que hace que sienta bajo mis pies, cómo tiembla el corazón de la tierra. Así de certera se me presenta.
Pero marzo está llegando y después de haber parido aciertos y desconciertos hasta quedar sin aliento, lenta se acerca, como un bálsamo fresco, la estación de las hojas vueltas a su entierro y de las largas noches de reflexión y silencio en donde en paz vuelvo a mi alma y dócil, me entrego.
Ya sosegada acepto que no hay retorno posible y mis dedos se empiezan a mover más tranquilos, como más tranquila voy despertando a lo que siento. Es que después de cada tormenta la calma es lo único cierto, como cierto es que al quedarme quieta, y cual si fuera una fotografía, la vida no sólo me muestra una a una las famosas consecuencias sino también el contrapunto o si se quiere: La ironía sutil que equilibra esta cadencia.

9 de febrero de 2014

Interpretaciones Parte II

No sé si ya escribí algo con este título pero no tengo ganas de buscar entre mis letras y por eso le puse parte dos, para no andar con vueltas.
La cuestión acá es de una simple complejidad, algo así como todo lo no dicho que queda a libre albedrío pero que en definitiva termina armando lío.
Porque yo siento y el otro siente y los dos creemos o pensamos y ahí en el aire lo dejamos y en el día a día se va juntando y el viento no se lo lleva sino que lo va amontonando y esos montones son el pasto seco que después se incendia y nada más que por dejadez y pura negligencia.
Me niego a que el viento haga con las interpretaciones una montaña de adivinanzas, y como ya tuve varios incendios me di cuenta de que con una llama me alcanza.
Pero hete aquí que tengo un defecto y es ese largo masticar, pero nada más que porque necesito el tiempo para saber si no soy yo la mañosa, no es por otra cosa. Y cuando mastico busco, miro, siento, me paro en la otra esquina, me cruzo a la vereda de enfrente, me visto con la piel del otro, me “espejo” y me escucho hablarle-hablarme para en un instante deslizarme y tocarte.
Y así es como interpreto mi falso-cierto y porque mi yo entero se resiste a lo viejo no dejo que el viento junte pasto seco.