14 de febrero de 2021

Mezcla perversa

Son las dos de la tarde y acá estoy, vestida hasta el cuello de negro y extrañando como nunca a mis laderos.
Quiero decir que me duele escribir esto porque todavía no lo puedo creer y porque resuenan en mis oídos la “mezcla perversa” que origina este relato, de palabras bonitas y destrato.
He pasado estos últimos ocho años (y mis escritos no me dejan mentir) justificando cada palabra, cada decisión, cada opinión, cada comportamiento, cada gusto, cada kilómetro entrenado, cada dolor, cada kilo, cada calor menopáusico, cada cambio, cada lágrima y créanme que una vez tuve que justificar mis carcajadas.
Siempre sentí que era una mujer con todas las letras pero esto me movió el piso y me hizo dudar de mi valor, de mi amor propio, de mi dignidad, de mi fortaleza, de mi determinación, de mi inteligencia, de mis habilidades, de mis decisiones y de mis elecciones.
Creo que haber dudado de mí es lo que más lamento, de ahí la angustia, de ahí mi desconsuelo.

12 de febrero de 2021

Ésta soy hoy

Descalza, con la uñas pintadas de rojo, un café bajo mi nariz y el sol sobre mi cabeza reconozco que estoy pasando el momento más feo de mi divorcio.
Hoy siento que las descalificaciones constantes, la dureza en las palabras y en las miradas, los silencios pesados, los juicios y las faltas de respeto destruyeron mi vida.
Tanto fue y tan normal lo tomaba yo que hoy, a tres meses de haberme ido, siento que de la piel para adentro desaparecí.
Hace tres días que no paro de llorar, tres días del dolor más profundo que puede uno tener que es el dolor por uno mismo, por no haber hecho algo al respecto, por no haber puesto un límite a tanto avasallamiento.
Estoy triste, enojada e inestable. Me acuesto y me despierto cada día con recuerdos dolorosos que había guardado en ese desván del que hablo en otros relatos, recuerdos densos que van a terminar de derrumbarme si no los bajo.
Ando por la vida medio perdida, con los ojos llenos de lágrimas y el alma entre los dedos buscando un lugar en donde sentarme para poder abrazarme.
Estoy agobiada y cansada, por momentos saco la cabeza del agua pero después de ocho años parece que el olvido no es sencillo.