Hace dos años
escribí “Un hastío simpático”, el cual me permito volver a citar.
No fue un día agitado el de hoy, pero recién llega y es
algo tarde. La casa está como le gusta a Ella, vacía y silenciosa. El perro la
recibe mirándola a los ojos y pidiéndole salir, le abre y cierra con llave. Se
saca las botas, se desabrocha el cinturón, deja la cartera en la mesada y trata
de vaciarla, a esta hora del día pesa como una tonelada.
Se demora haciendo un par de llamadas y todavía tiene que
bañarse, pero el teclado no puede esperar y se sienta. Falta el té, será después.
Prende el cuarto cigarrillo y en los segundos en que
tarda en cruzarse de piernas, ya está adentro, mirando lo que baila entre sus
dedos.
No puede menos que sonreír. Hoy fue un día lleno de
sorpresas, lleno de ser como es, lleno de idas y venidas, lleno de ciruelas, lleno
de papas fritas, lleno de risas, lleno del más puro cansancio y del más puro
placer.
Tendida cuan larga es entre sus almohadones, busca a
tientas el cenicero y apaga el cigarrillo.
Es que el día no confluye en su cosmos hasta que se sacude
de todo y de todos, hasta que, consciente de haber vivido en cada segundo cada
suspiro, abre las manos y suelta, dejando que el sol evapore a cada uno y a
cada cosa lejos de su agua y lejos de su rosa.
(Lo que pasó hoy, es
imposible de deshacer
Y si fuera posible,
¿para qué?)
No sé porqué se me ocurrió ir para atrás, leer lo que
había escrito y acomodarme-acomodarla-acomodarlo en el hoy.
La casa está igual, vacía y silenciosa pero mi negro
partió. Es temprano para té pero nunca para café, y el cigarrillo sigue, como
siguen las piernas cruzadas, la danza de mis dedos y las sorpresas cuando voy
para adentro y “siento”.
Sigo siendo la misma que hace dos años y es que en el
fondo nunca nada cambia porque la esencia es una marca registrada en el alma.
Esa misma esencia, a la cual me costó tanto llegar, es la que hace que viva
cada segundo como si fuera el último, es la que corrige mi rumbo, endereza mis
velas y me hace libre aun con los dos pies bien parados en esta tierra.
Sigo conservando mi lugar propio, mi cosmos. Ese espacio
paralelo al mundo de los otros en donde paso mi tiempo lejos de todos, al lado
de mí misma, desnuda y limpia haciendo equilibrio entre las orillas y en
constante charla abierta y sincera.
Adentro estoy en confianza, y sin filtro respiro
soledades y silencios, lágrimas y sonrisas, verdades, responsabilidades, fuerza
y debilidades.
La sensación de libertad y la ausencia de límites es tan
grande que se me hace imposible de explicar.
Haber llegado hasta acá me hace fuerte y a la vez
vulnerable, me da las armas pero me quita el motivo por el que luchar porque no
hay nadie a quien doblegar.
Haber llegado hasta acá es saber que nunca voy terminar,
que no hay nada más allá, que se fue el paso anterior y que acá adentro estoy sólo
yo.
1 comentario:
Sólo las flores caídas saben que son flores.
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