18 de julio de 2018

Sujeto perdido


En realidad es “sujeta perdida”, objeto perdido, objetivo perdido y hasta perdida, pero como el título no puede ser tan largo me detengo este segundo nada más para aclararlo. Ahora al grano.
Me perdí a mi misma en cualquier lado. Me fui un momento, salí del frasco, mis pies me llevaron y desaparecí de mis botas de taco alto.
No estoy acá, no soy la que escribe, no soy la del café, ni la de las tazas, ni la de los anteojos negros, ni la del cenicero ni Ella. No soy yo, yo me salí y ahora no me hallo.
Juro, y no en vano, que hace rato que me estoy buscando, pero entre una cosa y la otra, entre el objeto y el sujeto, entre el observador y lo observado, entre el verbo y “lo predicado”, entre adjetivos y “adjetivandos”, entre juicios y condenados, entre la intriga y lo intrincado y entre lo que digo y lo interpretado se me fue el hilo y vaya a saber en qué cielo ando.
Creo que al bajarme de los tacos me deshice en pequeños pedazos y sólo quedaron mis manos quietas sobre este silencioso teclado.

16 de julio de 2018

Me equivoqué


Hoy voy a tirar por la ventana las analogías y las parábolas y voy a ser directa porque estoy cansada de las vueltas.
No cometí en mi vida estupidez más grande, improductiva, inconducente y desgastante que querer salvar de sí mismo a alguien.
Quiero decir que el peso que me eché en la espalda fue imposible y doloroso de cargar y si a eso le sumo que justificaba mi acción alegando “la mejor intención”, la receta perfecta para el desastre resultó.
Tuve que hacer acopio de mi mejor voluntad y con toda honestidad mirarme a los ojos en el espejo, escuchar mis palabras desde la vereda de enfrente y preguntarme “para qué” estoy haciendo esto para darme cuenta del error garrafal que estaba cometiendo y de lo violento y nefasto que resulta meterse en terreno ajeno.
Fui egoísta, irresponsable y hasta inocente, pero reconocerlo no atenúa el dolor y la vergüenza que siento y tampoco me absuelve.


10 de julio de 2018

18:23


No queda casi nada de café en la taza, no hay tacos desde hace rato ni uñas pintadas y me saqué las pulseras y la cadena del cuello porque me sentía ahogada.
No me sorprendió para nada la desnudez de adornos ni la sensación de ahogo, pero el semáforo se puso en amarillo y si no miro qué pasa y reflexiono puede pasar a rojo.
Primero y por las dudas busco al señor miedo, mi otrora creación devenida en carcelero, pero no lo encuentro.
Entonces sigo indagando, esta vez más adentro, y descubro que una espeluznante infinitud de palabras, por mí articuladas y que jamás significaron nada, hacen ruido en el fondo de mi alma.
Me levanto como para espantarlas y apuro el último sorbo de café que queda en la taza.
Si me hubiera hecho caso y cerrado la boca cuando mis tripas me lo indicaron, hoy no me sentiría algo tonta ni tan atribulada frente a esta enorme e inútil colección de letras gastadas.