22 de junio de 2012

2.37 am

Recién se terminó de bañar, y pudo palpar cómo, con cada gota de agua, se iban yendo los humores del día y los mil olores que la perseguían.
La casa zozobra en un mar de silencio, la brasa del tercer cigarrillo se apaga y Ella descalza, con el pelo suelto y en bata, desata el día que la mira y tira lo que no le sirve como si fuera otra colilla.
Sigue acá, no se quiere ir a dormir, como si terminar el día fuera un sinsentido, cuando lo empezó confusa, corriendo y aterida de frío.
Se queda en ese remanso, en algún recodo del río, en lo místico de lo que no existe y en la frágil magia de lo que escribe.
Las letras son su paraíso, la fuerza que la mantiene en vilo, y un largo y viejo vicio, igual que el café y el cigarrillo.
Su refugio son sus manos y la calma que le da el teclado, sola, con el perro dormido, sin un solo ruido y perdida en el humo de otro cigarrillo.

El día clama por partir
pero Ella, obstinada,
no quiere dejarlo ir

Una ráfaga

Estaba tranquila, sola, despreocupada, ociosa y con mil libros para leer tirados en la alfombra. Afuera, una calina amodorrada reposaba en la arena blanca como un velo inmaculado de novia recién casada.
La sensación de que todo estaba acomodado la estaba abrazando, al fin, después de tanto esperarla. Pero de pronto un viento atolondrado y malcriado sacudió puertas y ventanas, haciendo volar vidrios, mezclando las hojas de los libros y arrancándole de un tirón el broche que sujetaba su pelo despeinándola por completo.
Una semana duró el ventarrón, una semana de dejarse llevar por una brisa que se convertía, por momentos, en el tornado más violento. ¡Una semana!
Hoy ha vuelto la calma. Repuso puertas y ventanas, juntó páginas, encontró el broche y se ató el pelo revuelto, barrió letras y reproches sin tino, quemó caras y olvidó nombres, y cuando se sentó, respiró lástima…
Ya no le afectan estos cambios repentinos, ya los ve venir y los sigue, sabiendo que son puro deleite para el bochorno divino. Está acostumbrada a estas humoradas, ya restauró tantas puertas y ventanas que tiene pulido el oficio.
Si supiera la vida, que de tantos desatinos ya nada la sorprende, dejaría de ponerle en el camino a toda esta gente sin garbo ni destino y la acomodaría entre algodones para que tranquila, siga leyendo sus libros…

21 de junio de 2012

Una fecha

Un silencio apagado y cálido se cierne sobre ella en esta noche oscura y helada, mientras por su mejilla una lágrima resbala callada y clara.
Hoy está marcado desde hace un mes en el calendario. Hoy hace un mes se animó y saltó.
Mientras esperaba hizo un mapa y lo llenó de indicaciones. Meses pasó sentada en el banco de la estación despidiendo vagones mientras con un lápiz rojo marcaba la ruta y recorría con los dedos la fina línea por donde quería ir.
Tan ensimismada estaba que no se dio cuenta de que un tren quieto pero en marcha la aguardaba, hasta que sintió que el ronroneo del motor la llamaba. Fue un impulso agarrar el bolso y saltar dejando el andén, en ese momento no hubo explicación y hoy, desde hace un mes, sigue sin haber un porqué.
Anda a tientas, no tiene idea de lo que le espera y en esta ceguera va tocando despacio para no asustarse, preguntándose qué es y respondiéndose no sé.
Hoy está marcado en el almanaque, con el miedo de los grandes y con el “no le pongas nombre” de los que en la inocencia saben.

(Sólo las vías son testigos de lo que encierra el camino)

20 de junio de 2012

Veces...

Un día gris de esos en donde los minutos hacen eco y tardan el doble en pasar y perderse en el eterno. Un día sofisticado, lleno de cosas pero vacío de significados. Un encontrarse de vuelta subida a la calesita y sin la sortija.
Recorre la casa vacía sintiendo que el tiempo se ha detenido en algún momento, y mientras se mira en un millón de espejos, pasa las manos por cada superficie de arena convertida en reflejo acariciando mil mejillas frías con los dedos.
Descalza trata de sentir el suelo, pero es como si volara, hoy no siente nada. Tiene un hielo en el pecho y un rictus cósmico en los labios, no hay mucho para hacer, no está para correr, no se quiere perder ni seguir sombras que sabe se van a desvanecer.
Hoy en su teclado carece todo de entonación y la melodía monótona de sus pasos en sordina le cuenta un secreto prudente y discreto que Ella quisiera estrellar en el suelo…

10 de junio de 2012

Oscureciendo y aclarando

Tardísimo, la verdad es que es más tarde que nunca pero porque hoy se levantó tempranísimo. Eso sí, no faltan ni el té ni el cigarrillo, ni las piernas cruzadas ni el silencio ni el perro dormido, y es raro, pero tampoco hace frío.
Ayer la película pasó y se perdió, Ella cree que fue a parar al recuerdo del olvido, pero todavía no está segura y va a dejar que el tiempo le cuente mientras pasea el camino.
Hoy la cosa fue distinta y con el morral casi vacío siente que en las manos tiene tanto y ¡tan poco tiene sentido!
Nunca hay palabras para describir una mirada y menos para contar la verdad que gritan bajo las sábanas los dedos que en la oscuridad se buscan y que al encontrarse quedan unidos.
El miedo mantiene a recaudo los sentimientos, las palabras que dicen que se lleva el viento en realidad quedan suspendidas en el limbo, las defensas fortifican las paredes de la docilidad y el sueño materializa el deseo. El ardor es tan fuerte que no es posible la distancia y por más que se empeñen las palabras, los gestos son la hazaña que construyen el día a día y hacen que las miradas se hundan cada segundo en el fondo del mar del afecto y en la estrella más alta del firmamento.

No hay nada seguro, eso es lo cierto. Lo único que Ella sabe es que el oasis sólo va encontrarlo en el desierto…

4 de junio de 2012

No, por favor, hoy no

Está sentada con las piernas cruzadas, entre el humo de un cigarrillo, la taza
y las cosas que, como de costumbre, se le dibujan calladas.
Sobra lo que no tiene ganas, pero igual escribe lo que le va dictando el alma
aunque se le escapen las letras
aunque sienta el asco de seguir vomitando esperas.

¿Será que al sentarse sin ganas no hay nada?

Y llora, y las lágrimas no aflojan
Y duele, y el dolor la dobla
Y se hace largo, y no hay descanso
Y el desgano ganó
Y ya todo la hartó

Por eso por favor no, hoy no.

Una simple manzana

Apoya lentamente los dedos en el teclado y los mira. Tiene las uñas blancas y las venas contraídas. Hace frío y llueve y hoy nada le calienta las manos.
Echa un vistazo a su alrededor y descubre que a sus pies descansan todo tipo de cadáveres de distintas calañas, son las frutas maduras que le están cayendo en la cabeza desde hace añares.
Observa que a algunas ya se las tragó la tierra y pasaron a formar parte de otra agenda, otras yacen ahí, semidesnudas, huesudas e impúdicas pero famélicas y definitivamente indeseables.
Hay más, recién caídas, algo estropeadas por el impacto pero todavía conservan el garbo y por fuera “parecen” intactas.
Ella está sentada como Buda pero no debajo de una higuera, sino debajo de un árbol atribulado, genéticamente manipulado y lleno de frutas de diferentes texturas y ¡ninguna le gusta! ni las que ya han caído ni las que todavía no maduran.
Hace lugar en la tierra que la rodea, limpia con las manos todo rastro de choque y trata de no respirar el olor nauseabundo del arrastre más absoluto.
Ya está, ahora puede ver que bajo su cuerpo no hay nada que ensucie el verde pasto que se alimentó de las primeras que aterrizaron y que ya casi olvidó.

Sonríe con picardía…
¡Y pensar que una simple y sencilla manzana bastaría!