26 de octubre de 2012

Cansancio

Estoy cansada, les juro que lo que tengo es puro agotamiento. No pienso, no puedo pensar y por más empeño que le ponga no logro ensartar nada en el collar.
Tengo un reguero de pólvora en los pies y un fósforo en la mano que no atino a prender. Destilado cansancio es lo que tengo, pero no es cansancio de sueño. Es el alma harta y el cuerpo en marcha automática. Quiero encontrarle una explicación a esto de no poder unir nada, porque la verdad es que estoy haciendo agua, mi vida está siendo baleada a mansalva y está llena de agujeros mi barca.
Estoy sola y encima a deshora y si me abstraigo, no puedo sino verme perdida, haciendo malabares en una esquina vacía, con el viento en contra y un millón de bolas danzantes y pícaras en el aire suspendidas.
Es todo tanto que me sorprendo arrastrando los pies, prendiendo dos cigarrillos a la vez y anotando cosas hasta el hastío en post-it rosaditos. Lo peor es que no los leo y los dejo ahí, pegados en lugares visibles y raros para después pasar de largo como si fueran parte del mobiliario.
Y es que hasta perdí la locura en el camino y para colmo de males no sé en qué parte del destino quedé desnuda y a los gritos.
No me dan las letras ni la cabeza pero de algo estoy segura: creo que le estoy buscando la vuelta a una porfiada y puta recta.

17 de octubre de 2012

En un tornado

Hace tiempo que camino por la vida tratando de acordarme de lo que olvido, buscando a tientas la concentración que he perdido, dibujando minutos lentos y días que pasan como un suspiro. Todavía conservo el humor eso sí, y también una hermosa cintura para esquivar los tiros.
Escribo para acomodar un poco las cosas y hago infinidad de listas, las tacho y después las rompo pero vuelven a aparecer, como por arte de magia, obstinadas e impecables, entre las hojas de algún libro.
No sé qué es lo que pasa, se me ocurre que si posara para un cuadro, me pintarían con el pelo revuelto pero peinado, con la cara apenas esbozada y las manos sobre las piernas cruzadas.
Y es que los 46 están llegando de costado y, atolondrados, descienden la pendiente trastabillando, y allá abajo el valle simula ser un espejismo lejano, y esta ruta por el abismo una real caída en picada desde lo alto.
Tengo cansada el alma y secas las lágrimas, creo que guardé las uñas negras pero no se me va el nudo en la garganta, es evidente que en alguna parte perdí el garbo y para no morir en el intento puse la mente en blanco.

Tengo una mezcla rara adentro
y el paso lento,
a las botas les huelga el taconeo
y a mí…
a mí me parece que esto es sólo el comienzo

6 de octubre de 2012

Chaparrón de humor

Hoy cayó sobre mi cabeza un aguacero de esos que duran quince minutos y te empapan hasta la ropa que no tenés puesta. En ese instante de sorpresa quedé tildada y como si fuera un robot, firmé lo que había que firmar, conté lo que había que contar y después del falso saludo de cortesía, partí.
En tres cuadras absorbí el cigarrillo y con la última pitada se me cayó una carcajada, una de esas risas amplias y francas resultado de la incredulidad más borracha. Una risa que alguien sin cultura acompañaría con el clásico ¿lo qué?
Pasaron seis horas y estoy en casa, esto me golpea y me tuerce pero ya no me voltea. No soy una mujer de venganza pero reconozco que por un segundo apareció ante mis ojos y me tentó, fría y solapada, pero no, sé que aunque tarde años y sea amarga, la paciencia pura y destilada es mi única aliada.
Aún sigo sin encontrar la respuesta a la estocada despiadada, lo que sí tengo de sobra son adjetivos para catalogar a esta persona non grata, pero llenaría sin sentido varias hojas de palabras cuando huelga decir que sólo un tonto anda sin tino y sin miedo por la vida.

Sé que me están caminando, lo que no saben es que mientras los dejo pastorear en mi prado, yo compro tiempo y negocio más barato.

3 de octubre de 2012

Se y sé

Es difícil escribir sin recurrir al personaje, porque sigo pensando en tercera persona y todavía no sé si es “Ella” o la sombra reticente de sus escalones los que todavía no me abandonan.
Siento que salir al ruedo desde mí es abrir una puerta sin saber lo que hay del otro lado, y al hacerlo no existe posibilidad alguna de impedirles el paso, soy consciente de ello y como no puedo evitarlo, decidí enfrentarlo.
Es por eso que estos días mis dedos han estado rondando el teclado sin animarse a tocarlo, pero necesito la catarsis y cada hora que pasa inquieta mi alma.
Ahora tengo las piernas cruzadas y el sol entra por la ventana, voy por el quinto cigarrillo y el café espera y, como nobleza obliga, les confieso que quedar desnuda me deja un dulzor misterioso en la boca que un poquito me impresiona.
La verdad es que ya no hay vuelta atrás y estoy sola en el escenario, con todas las luces apuntándome a la cara, haciendo un striptease de palabras, transformando los gestos en signos de puntuación, sugiriendo ánimos con los de exclamación y dando lugar a tantas interpretaciones como ángeles caben en la cabeza de un alfiler.
No sé cuánto más habrá, y mucho menos quién está, pero abro la puerta porque sé que esto no me va a matar.
A esta altura del partido estoy para pocos y poco también es lo que cargo en los hombros, son cosas mías, consecuencias de causas elegidas. El precio es más que alto, aprendí que la paciencia me ayuda a cargarlo y que la risa aligera la mochila.
Veo a lo lejos un mar de nubes cargadas de cambios y llenas de lo espeso, en este momento de mi vida  las espero con los brazos abiertos porque sé que vienen para inundar mi desierto y llenar mi oasis con lo nuevo.

Palpo el descanso que se acerca, pero antes, tiene que pasar la tormenta.