6 de noviembre de 2018

Desde mi alma


En estos últimos quince días todo lo que había se escurrió por entre mis dedos y mis manos, ajadas y cansadas, quedaron vacías.
En este corto trayecto viajaron conmigo mis libros, mis escritos, mi abedul, mi ropa, algunos pocos utensilios de cocina, dos banquetas y una mesa ratona.
Hoy estoy sentada frente a otro paisaje, envuelta en otro silencio, aceptando cada segundo y dejando pasar cada pensamiento sin resistencia, sin sufrimiento y sin tristeza.
Entiendo que pensar en el pasado deprime y que elucubrar el futuro sólo genera ansiedad, es por eso que elijo estar en este momento así como elijo vivirlo sin reserva alguna y de manera incondicional.
Quiero decir que en estos últimos años he tenido tiempo para verme y cuestionarme cada actitud, cada intención, cada emoción, cada percepción, cada justificación, cada interpretación y cada juicio. Y también quiero decir que nada de esto hubiera sido posible si la vida no me hubiera puesto frente al maravilloso espejo que sigue siendo mi marido y a quien infinitamente agradezco porque de no haber sido por él, mi ego seguiría siendo grande como el mismísimo sol y hoy estaría viviendo esto como una terrible frustración.


2 de noviembre de 2018

Hoy


Afuera llueve, yo sigo vestida hasta las uñas de negro y mientras mis manos descansan en el mismo teclado de siempre, las letras que siento están siendo paridas desde otro cielo.
En un rincón de este pequeño espacio mis amados libros respiran apilados y mezclados, y a través de la ventana mi abedul en maceta desde hacen veinte años, me mira desconcertado porque no entiende muy bien en qué momento vinimos a parar a este espacio.
Hacen catorce días exactos, en lo que siento ahora fue un segundo, un huracán me desvistió de todo lo que había y me dejó desnuda, abrazada a mi abedul y a mis libros, en otra vida.