20 de abril de 2013

"Ella"


Hace un tiempo me despedí, me fui y la dejé sentada en sus escalones blancos con la brisa acariciando su pelo largo y la cara apoyada en sus hermosas manos. Partí pensando en no volverla a ver y anuncié que iba a intentar desnudarme yo sola, pero para no desnudarnos a ambas.
Con las manos en los bolsillos me alejé sin voltear para mirarla y Ella se quedó ahí, sin inmutarse y sin siquiera una palabra.
Creí que con el tiempo iba a olvidarla hasta que me di cuenta que, cada tanto, un susurro me traía su intención en algún relato. Escribía en tercera persona, la nombraba sin darme cuenta y hasta se me escapó ese “estar sentada y con las piernas cruzadas” que en algún párrafo debe estar dando vueltas porque me resistí a borrarlo.
La extraño, extraño los anteojos negros, el ruido de los tacos en las esquinas solitarias, el silencio de las noches de lluvia, la taza vacía, la brisa salada, los almohadones color naranja y ese risueño andar descalza en la arena, cansino y suelto, que tanto quiero.
La verdad es que hay días en los que la necesito para no quedar tan despedazada, para sentir que no siento sola y para que me ayude a juntar todo lo que se desparrama sin tener que explicarle nada.

(Creo que en un punto Ella es lo que yo quisiera.
Es ponerme los vestidos blancos que no uso
es caminar la arena que no piso
es el silencio que no tengo
y es también rozar la locura de este invento
que sabemos las dos es algo cierto.)

Vuelvo sí, estoy volviendo y Ella me está esperando.
No hay un día para el encuentro ni un momento fijado, sólo Ella y yo, cinco escalones gastados y cuatro pies descalzos.  

17 de abril de 2013

En partes


Un comentario inspira hoy este relato. Un comentario que me enfrenta con la verdad (esa verdad que no quiero ver) contemplada desde otro espejo y tan real que me golpea con una fuerza que me resisto a reconocer.
Estoy desdoblada y anquilosada, ociosamente cansada y, valga la redundancia, circulando en círculos alrededor de nada.
¡Cómo me leíste entrelíneas mujer! Ni yo vi con claridad lo que ante tus ojos apareció como una instantánea de mí. Recién me di cuenta de la encerrona en la que me metí y de la que no puedo salir, recién, hace dos minutos, cuando pusiste entre mis cejas esas palabras que, como una bala certera, por un instante helaron la sangre en mis venas.
Me diste en qué meditar, abriste así, como quien no quiere la cosa, una puerta por la que no quiero pasar, porque en un punto creo que dejé de caminar, porque todo es demasiado largo, porque el pozo es tan hondo que siento que no tiene fondo, porque la oscuridad me ahoga y me ciega, porque las ganas de desaparecer son, como bien me describiste, las ganas que tiene Harry de suicidarse a cada instante.

Para Adriana Fernandez

12 de abril de 2013

Inconclusiones


Agenda abierta, listas, papeles dando vueltas, días tachados en el calendario y la mente en blanco.
Se me escapa el centro, desenfoco, gira la calesita y no saco la sortija.
Las letras están desparramadas, las ideas “yiran” y los párrafos a doble espacio me miran, desconcertados, pidiéndome que haga algo.
Vuelve “Ella” y yo me voy o nos quedamos las dos viendo cómo pasan apurados los segundos en el maldito reloj.
La idea de nada, la acción de estar parada, la mandíbula apretada, el nudo en la garganta y en el estómago un puño de sangre que se hace agua.
Estoy desencajada, helada y arrinconada. Soy un tigre furibundo en una jaula.

No quiero entender ni entenderme.
Detesto explicar lo inexplicable, no puedo,
(porque) “lo siento”

10 de abril de 2013

Perfume a incertidumbre


Ayer cuando me abrazaste te dije al oído: “hoy no me puse perfume, pero tengo olor a cigarrillo e incertidumbre”. Te reíste y después te fuiste, y en el aire quedó flotando una invitación que recién esta mañana se hizo palabras y que ayer creí no hacían falta.
Pero me voy a la charla suave que nos debíamos, a la que nos llevó por caminos que en silencio y cada uno por su lado, veníamos recorriendo a tientas con “casi” la intención de encontrarnos y en los que hoy, y sin querer, coincidimos en darnos la mano sembrando luces allí en donde un diablillo había cultivado con esmero algunos acertijos.
Reconozcamos que somos un par de porfiados y que nos seguiremos midiendo y que cada tanto deberemos espantar los miedos que vayan surgiendo para seguir creciendo, porque como te dije hace un rato: nuestras miradas hablan, pero a algunas vamos a tener que subrayarlas con palabras.

2 de abril de 2013

Mil silencios


Desde hace un tiempo y como si fueran fantasmas, rondan mil silencios los rincones de mi casa. Me miro las manos, algo las inquieta. Paso por delante del espejo y no me gusta lo que veo.
Algo hace ruido en la quieta estatua de mi alma.
Siento que un alboroto callado recorre veloz los laberintos de mis venas y una nebulosa eterna descansa incómoda sobre mi cabeza.
Esta calma no es mía, el río no lleva en su cauce mi agua, las orillas están más lejos, los árboles no visten el verde ropaje de siempre, algo entorpece mi ahogo, alguien se llevó mis remos y arrancó de mis ojos la última lágrima de aliento.
Estoy segura de adónde voy pero no sé si elegí el sendero correcto. Caminé a tientas toda mi vida pero hoy estoy asustada porque jamás sentí esto. Quiero retirarme a lugar seguro pero no puedo, algo oscuro está parado en la entrada de mi centro y no me permite el acceso.