Está sola,
sola con el sol y con ella misma, y mientras se levanta el vestido y baja los
cinco escalones gastados, sonríe y siente cómo, en cada pausa de sus pasos
descalzos, un despacioso dedo de silencio va descorriendo el misterioso velo
del tiempo, así como sus ojos, callados y claros, van reflejando el secreto
destino de ser cómplice cautiva de su propia vida.
Camina su
remanso, lánguida y suave.
La brisa
ondula sus piernas
y una lágrima
cansina resbala su mejilla
mientras sus
pies,
desnudos y
lentos,
huellan sin
dejar rastro
la arena
tibia.
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