Dicen por ahí que hay que dejarse sorprender pero no
estoy muy de acuerdo con eso. La verdad es que no me gustan las sorpresas y me
encantaría esquivarlas, pero sé que no es posible por más empeño que le ponga,
por más fintas o volteretas que haga.
El tema es que uno nunca termina de conocerse y ni hablar
de conocer a los demás, tarea imposible si las hay. Por eso hoy el relato se
llama documento en blanco, por eso hoy disiento con lo que “dicen”, por eso hoy
escribo esto y por eso hoy mis dedos discurren por mi querido teclado, como
aclarando.
Suelo ser breve y dejar mucho a voluntad del lector, y
esta no va a ser la excepción. La cuestión acá es simple, llegué a un punto de
mi vida en donde sólo creo en lo que ven mis ojos y en lo que cantan mis
tripas, porque, como sí es bien cierto que a las palabras se las lleva el
viento, he perdido a conciencia la audición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario