30 de marzo de 2015

Caja

En el altillo de mi vida una caja llena de caras y nombres pero vacía de letras vive guardada a la sombra sobre un puñado de mi yesca esperando que una chispa la prenda y la haga desaparecer para siempre de mi senda.
Esa caja maldita, que al verla nada dice, ronda sin pudores mi espacio y se regodea entorpeciendo mi paso mientras su perfume lascivo me sigue a todos lados.
No es ni cerca una caja de Pandora, porque a medida que enlentezco mis pasos se suman diablos que se ríen de mis náuseas y que me son imposibles de ignorar porque sé que están aunque no los pueda precisar.
Esas sanguijuelas sin tino, que ni por asomo desestimo, han pisoteado mi tierra y jugado tanto conmigo que lograron enardecer hasta lo indecible mi espíritu al punto del desafío.
Hoy, con brazos abiertos y las manos llenas de lo cierto, espero el encuentro para encender la yesca y convertir en cenizas a todo aquel que con su solo pensamiento osó entrar en mi huerto con la intención de llevarse mi pienso y cosechar los frutos de mi esfuerzo.

13 de marzo de 2015

Nubes

En realidad está llegando a su fin la tormenta, pero eso no quiere decir que haya terminado, es más, las nubes vienen cargadas como para dejar inundado hasta al desierto más taimado, mientras altiva camina junto a ellas segura y lenta la noche negra, signo inequívoco de que el amanecer está cerca.
Debo decir que esta no es mi primer escarpada y mentiría si dijera que es la última. Mi historia, guía que llevo siempre bajo el brazo, cita en algún párrafo que cada día que amanezco es un bendito desafío y tanto puede sorprenderme con un suelto andar bonito como con las llamas del infierno más temido.
Pero yo sigo, resolviendo cuestas, segura de estar volviendo a mi tierra, determinada a torcer velas o a soltar amarras cuando así lo sienta y con el andar pausado que no se debe a mis años sino al saber que me da el ver algunas cosas y que desde hace más de una década obra en mi poder como la carta más preciada sí, y también la más cara.