25 de mayo de 2012

Abúlica

Son casi las cinco de la tarde, una hora rara para escribir, rara en Ella que escribe cuando ya todo el mundo se fue a dormir.
Tiene algo entre los dedos pero se siente apática y abúlica y a pesar de que está al borde, acariciando la primera ficha del dominó, su desgano es tan grande que roza el inconsciente.
Todavía está en pie pero no sabe cómo, frenada pero andando discurre en lo estanco y nada en lo seco.
Con una incoherencia absoluta se esconde en el luto ajena al mundo, vecina de nadie, descalza y oscura.
El centro, diluido y discordante, no escucha, no ve y no siente.
Anestesia y coma profundo.
¿Interrogantes? Ninguno

24 de mayo de 2012

Planteos

Son las cuatro de la mañana y recién termina de ordenar las risas y todo lo que quedó regado en la cocina. Hoy hubo en su casa una reunión de amigos y entre copas de vino, charla y cigarrillos se abrió un debate más que interesante. Ya son todos grandes, más de cuarenta, más de una pareja, más de un desconsuelo, más de un desencuentro y más de una historia contada entre la seriedad y la carcajada más sana.
Todos tienen su punto de vista y no hubo juicios, no tienen sentido. Nada es correcto o incorrecto y todo es más que sencillo.
Pero cuando la casa quedó vacía, Ella se hizo un té y prendió un cigarrillo y entre sorbo y sorbo estudió con detenimiento la maraña de cavilaciones y planteos que en la charla se sucedieron.
Se queda con las carcajadas sinceras, con las miradas de sorpresa, con los ¿quién es? ¡no me digas! ¿en serio? y con todo un manojo de bosquejos a los que hace rato les está haciendo un sondeo.

(Se apoya en el silencio de la taza de té vacía mirando la puerta de la cocina
…todavía puede escuchar las risas…)

En los intervalos

Si hay algo que Ella maneja con soltura son las letras, en su mundo hay tanto lugar para ellas que no duda en vocalizar cuanto pueda. El tema son los silencios que no la mencionan, esos espacios que hay entre respiros, esos resquicios que quedan vacíos, esos diminutos y fugaces instantes que la muestran desnuda cuando se hacen palpables. Ahí es en donde está su esencia, es en ese lugar en el que hay que enfocar para conocerla.
No es posible poner en palabras esos intervalos. Hay quienes lo intentaron y se marearon, saliéndose tan rápido como entraron, pero están los otros, esos que se perdieron porque se quedaron pensando.
No hay peor centro que apuntar a lo que dice, porque Ella va cambiando, enroscando, atando y desenredando y encontrarla en esa madeja no es para cualquiera.

Por eso no la busquen en las letras,
sino en los silencios que hay entre ellas…

Piedritas en el zapato

En este último tiempo camina raro, ya no va tan resuelta por la calle ni se escucha el taconeo de sus pasos. Parece que algo se le ha metido en los zapatos.
Dispuesta a acabar con la molestia se sienta en el sillón y con parsimonia se descalza, vaciando el contenido de las botas sobre la mesa ratona. Lo mira, parece la playa de un mar que estuvo enojado y depositó lejos de su agua todo lo que encontró enterrado.
Ensimismada con la tarea que tiene por delante empieza a separar el desparramo haciendo pilas por tamaño, son muchas, más de lo que había imaginado, entonces no le queda otra que cruzarse de brazos y estudiar esos médanos, tratando de descifrarlos.
Los más grandes son los más molestos y los deja para el final. Empieza a desgranar los más pequeños tomándose su tiempo, y uno a uno los va deshaciendo hasta que no queda ni rastro entre sus dedos. Pero le quedan los otros, esos que le hacen difícil el andar, esos que apagan su taconeo y la hacen caminar raro en estos tiempos.
Se tira para atrás, se apoya en los almohadones y vuelve a cruzar los brazos sobre el pecho.

¡Hasta que en la mesa no quede sino la madera no se piensa volver a calzar!

15 de mayo de 2012

Reticente corazón

Un sol tímido de otoño se cuela entre las ramas y le ilumina la cara en esta mañana sosegada de café y una almohada demasiado alta.
Tiene el alma desorbitada, los latidos desordenados, las manos tímidas, las palabras calladas y una voz que le susurra al oído pero que no alcanza para calmarla.
Se sienta con la espalda pegada a la pared, entrecruza los dedos y apoya los codos en las rodillas. No puede cerrar los ojos y todo lo que ve está colgado en el aire con hilos de oro que bailan entre las luces la danza del ¡vaya uno a saber!
No quiere preguntarse nada, su cabeza es una maraña de autopistas llenas de enloquecidos pensamientos y a Ella le queda a trasmano un coherente seguimiento.
Desiste del intento, no quiere saber nada, y obligada a ver ese desastre y sin más remedio que danzar en el aire, decide quedarse aunque no haya escoba capaz de barrer el enchastre.
Se levanta a duras penas y patinando en el barro esquiva como puede los hilos tratando de no enroscarse. Difícil tarea le ha dado la vida poniéndola a la cabeza de tamaña empresa, pero nada es imposible y como todavía le queda alguna que otra reserva de fuerza, llega a la puerta y la abre.
La luna que hay esta noche ilumina los escalones y camina confiada lejos de la maraña y más cerca de su alma.
El silencio, el té y el cuarto cigarrillo del relato acaban con este día, y con casi nada que cargar en la mochila, se dirige a algún lugar, cerca y lejos de donde está, con el vestido blanco ondulando en la brisa, los pies en la cornisa y la locura dibujada en la sonrisa.

Escrito el 13 de Mayo de 2012

9 de mayo de 2012

Repetición

Dice Heráclito que uno no se puede bañar dos veces en el mismo río, pero esta vez parece que no es así porque Ella se encuentra en la misma situación que hace meses atrás, en exactamente la misma fotografía.
Le da vueltas, la estudia, escucha las palabras como si el tiempo se hubiera detenido en algún instante del pasado y estuviera patinando. No entiende y se pregunta qué es lo que pasó en el medio, entre aquel pasado y hoy, cómo es que la vida la pone casi con los mismos personajes, en el mismo escenario, repitiendo las mismas sensaciones, sintiendo los mismos sinsabores y teniendo que esperar los mismos tiempos. No se lo explica y siente que es una pelota en los pies de la vida.
No se ríe, no llora, no le duele, no le arde, no grita, no habla, no nada. Sólo está perpleja, paralizada, quieta, encerrada y sin palabras.
¿Tiene que torcer o tiene que esperar?
Para torcer tiene que reaccionar y si se pone a pensar en cómo hacer, el tren se le va y no son cuentas las que tiene que hacer.
Si se sienta y espera con esta tranquilidad muerta que hoy siente, la acción surgirá, aún sabiendo que se va a acumular polvo en el espejo y después lo va a tener que limpiar…
La verdad es que la única diferencia es su apatía, su incredulidad y este cansancio que se le hace eterno y se pone rancio a cada momento.

Una estatua que respira
Un rictus mudo y sordo
Un letargo confundido y solo
Un hartazgo de asco en los poros
Un querer tirar la piel y los ojos
Una simpatía confundida
Una confianza desconfiada
Una moneda con dos caras
Una rueda que no gira
Y una mentira hecha sortija

Escrito el 9 de Mayo de 2012

Otra vez

Está nerviosa, no durmió bien, no se acuerda si comió y menos que menos lo que tiene que hacer.
¡Cosas y más cosas! toda Ella es un cúmulo sin fin de cosas, es como si estuviera parada debajo de un árbol de frutas maduras y le cayeran en la cabeza una a una sin terminarse nunca.
Trata de poner algo de orden, pero su mente es un torbellino, imposible concentrarse, hacer números, apretar el freno, no pisar al resto del mundo y sobre todo mantener el rumbo ¡imposible hacer todo eso junto!
La vida no se enteró de que no da más, ni se dio por aludida, por eso todos los bichos giran a su alrededor como si fuera una lamparita encendida.
¡Qué ganas de desaparecer que tiene! Mira cuánto marca la aguja del tanque de nafta y después cuenta la plata que tiene en la billetera, le alcanza, pero no para esfumarse.
Intenta parar un segundo y respirar hondo, pero el aire le entra de a trozos y suspira, como último recurso, aunque sienta que es poco.
Quiere estacionar y para variar no encuentra lugar. Autos, caras, cuentas, propuestas, locura absoluta en el centro a las once de la mañana.
Necesita irse a casa para inmolarse en una taza de café y perderse en el humo de un cigarrillo.
Llega, se sienta y mientras la taza de café y el cigarrillo la centran, espera que la “tranquilidad” haga acto de presencia.

(Ya hacen dos horas de esto y nadie ha tocado a su puerta…)

Escrito el 4 de Mayo de 2012

¿Y ahora?

Está en una encrucijada y el camino se divide así como un cuchillo divide una manzana, Ella está en el medio y con los pies bien juntitos… un peligro, cualquiera viene y con un soplido la voltea como si fuera un palito.
Ya se ríe, no le queda otra. Es tanto y está todo tan dado vuelta que la carcajada más chica se escucha en la otra punta del planeta.
No sabe adonde meterse ni cómo esconderse, se imagina desaparecer de una forma coherente, tal vez un arma capaz de hacerla átomo en el éter pero en la casa hay tal lío de perlas que sería otro fastidio.
Es un desastre después de la tormenta, tiene hasta el sueño hastiado, toda ella es un manojo de capullos mal atados, un payaso mal pintado, una puta después de una noche de trabajo.
Todo está apretado y revuelto en un cajón, quiere abrirlo pero una risa histérica le impide la operación. Intenta espiar lo que hay adentro, pero es tanto que se escapan las cosas por los costados. Ve pedazos de papeles y chocolate en un grano de café, la punta de un taco clavado en un as de corazones, la cáscara de una naranja apoyada en un escalón, la aguja de algún reloj enredada en la cuerda de un bajo, la tecla de un saxo hablándole a un fleco gastado…

Corre despacio las manos
Es otra caja de pandora
¡Y está llena de diablos!

Escrito el 2 de Mayo de 2012

2 de mayo de 2012

Que no ando

No ando inspirada, más bien “cabizmunda” y “meditabaja”, por eso no me hablen que no quiero escucharlos ni escucharme decir nada.
Si rima lo que escribo es porque se me escapa el hilo y como tengo la vida cansada y ampollada el alma y respiro abajo del agua, flotan mis suspiros.
Hay un arma en mis manos, cajones llenos de balas, una mira que me mira, mi dedo en el gatillo y la punta del revólver en mi espalda…
¿Les dije que no quiero escuchar nada? Pensé no me habían oído. Sepan que tengo un dedo en la espalda y la punta del revólver en el gatillo.
¿Loca? ¿Quién lo dijo? ¡No! Yo de lo loca no tengo ni el rabillo, aunque rabo tampoco tengo, ese lo tiene mi perro, este que tan tranquilo está durmiendo al lado mío.
¿Sueño o desvarío? Sueño que desvarío, no se olviden que tengo el dedo en la espalda o ¿era en el gatillo? ¡Vaya! Ya ni sé lo que digo.
Bueno, sí sé lo que digo pero no tengo idea de lo que escribo, sepan que habiendo un arma involucrada mediría las palabras o el dedo que tengo en la espalda abriría un hueco en el gatillo y el perro se despertaría y sobrarían las balas y no estaría más “cabizmunda” y “meditabaja” y ustedes... ustedes podrían decirme lo que quisieran que yo... ¡que yo no escucharía nada!

No es

Hace un tiempo decidió que no negocia ciertas cosas, son sólo un puñado, casi menos que los dedos de una mano.
¿Por qué no negocia? Porque entendió que hacer una transacción cuando de esas pocas cosas no se cumple ninguna es tan riesgoso como poner billetes en una licuadora, pura pérdida, pura lucha, algo así como tratar de encajar un círculo en un cuadrado, por más fuerza y buena voluntad que le ponga cuando hay cosas que no van, no van.
Puede darle vueltas al asunto y tratar pero ¿a qué costo? Y sobre todo ¿está dispuesta a pagar?
La respuesta como siempre surge clara de su centro y aunque por ahí en algún momento tambaleé, el NO es tan grande que igual hace pie.
No quiere pagar el precio, no quiere luchar, no quiere negociar, no está dispuesta a perder tiempo, no quiere ceder espacio, no tiene ganas de andar de acá para allá, no quiere entender porqué ni va a deambular esperando que el cubo encaje en el redondel. ¡No señor! O las piezas encastran de entrada o tira el rompecabezas junto con la caja.
Y sí, estamos hablando de limpieza y Ella es una maestra, es que ya tiró y quemó tanto que prender un fuego, subir cosas al auto o meter todo en un pozo no le cuesta ni una gota de cansancio y encima cada vez es menos complicado.


 

1 de mayo de 2012

Día a día

Se pasa los dedos por el pelo suelto, está en el suelo, cruzada de piernas, con los ojos cerrados porque no hay nada que mirar, los hombros relajados porque no hay carga que llevar y meciéndose abstraída, como una india, en la más negra oscuridad.
Extiende los brazos y toca la existencia de dos bandos, siente que el odio y el amor son uno, que atrás del sol se esconde la luna, que la oscuridad es el único modo de ver la luz, que la muerte le susurra a la vida en el oído, que la tristeza hace clara la felicidad, que el blanco deviene en negro, que la montaña se hace valle y que el sí es un no rotundo en un segundo.
Abre los ojos, sigue a oscuras en la habitación, siente que la alerta que aprendió en estos años la hace consciente del estado en el que está y cuando se ve llegando a uno de los lados, al instante tuerce y se va para el otro. Le cuesta trabajo, no es tan simple como parece, porque a veces, en el caos, es el golpe el que le avisa que llegó y queda atontada y algo desbarajustada y en la boca el gusto a miel y hiel le señala, sin asco, el fatídico resultado…

Extremos, orillas, contrapesos, siempre son dos y siempre es torcer al llegar, pero para volver a partir.

¿Y el equilibrio para vivir?
El equilibrio es ir y venir.
¿Y el precio para no morir?
El precio es no quedarse y seguir…

Es raro de contar

Llegó hace un rato y todavía no se sacó la ropa, eso sí, las botas de taco alto volaron ni bien entró.
Se sienta frente a la máquina, pero de pasada ve que en la mesada quedaron sin lavar dos tazas del café de la tarde, y en el cenicero de margaritas, colillas de dos marcas distintas.
A esta hora ya las hebras de té tiñeron el agua de su taza, como tiñeron hace unos días las cosas de oscuro algunas palabras mal interpretadas, es por eso que hoy sintió que tenía que decírselo, y no le dio vueltas, ni lo pensó, no le importó, empezó y terminó, entró y salió, y acá está, con algo que es raro de contar.

Se hizo tarde y todavía está vestida de negro, pero junto a la taza de té vacía y lleno de colillas de dos marcas distintas sigue el cenicero de margaritas…

Escrito en Enero de 2012

En algún lugar

Tiene las manos casi quietas sobre el teclado y la verdad es que no sabe bien en donde está. Los ruidos de la periferia suenan lejanos, incongruentes, irreales y bizarros, y las pocas palabras que logra ensartar, quedan mal.
Tardó una nada en bucear hacia su centro y siente que entre los dedos se le desarmaron los collares y hay perlas regadas por toda la casa.
¿Qué pasa?
Se mira. Está parada sobre la alfombra descolorida y gastada, tiene el pelo suelto, los brazos abiertos y los pies separados a un ancho de hombros como si estuviera capeando un temporal, pero está adentro y adentro no sopla el viento…
No entiende, su cara es la de una impávida estatua, no se le mueve un solo músculo, no siente nada.
Adormecida y cansada sigue ahí, parada, justo en el centro de la sala, con los hilos de los collares entre los dedos y todas, pero todas las perlas desparramadas por la casa.

Escrito el 30 de Abril de 2012

Vueltas

Hoy es el último día de algunas cosas, decidió que lo mejor era abrir la puerta, subirse al auto y seguir. Ya está, no hay vuelta atrás, porque no quiere convertirse, como la mujer de Lot, en estatua de sal. Es consciente de que hoy vuelve a casa, y sabe que vuelve para volver a empezar.
Aprendió en estos meses a callar y a leer las miradas y el corazón de su amiga del alma. Ahora está tranquila, sus tripas ya no gritan, el viento dejó de silbar y el polvo que había en el horizonte se terminó de asentar.
El sol entra de a ratos por la ventana y a tropiezos le calienta la espalda, a esta hora hay café junto al cenicero y tres cigarrillos que se acaba de fumar, está descalza, y como cada vez que se sienta frente a la máquina con las piernas cruzadas, el silencio le habla.
Sabe que la vida es un juego cerrado que se muestra al tranco por eso Ella confía y como puede le sigue el paso. Tiene en claro que el pasado no se puede cambiar, que el futuro no se puede adivinar y que el presente es para caminar, nada más.

Escrito el 28 de Abril de 2012