Algún día sé
que me voy a reír en la cara de todos los fantasmas, arañas y diablos que con
sus sucias maniobras suelen oscurecer a veces mis horas.
Algún día tal
vez, cuando los vea aparecer, logre no dejarme manipular ni marear con sus intrincados
tejes y no destejes, con sus susurros, sus artilugios y sus mil y un manejes.
Debo decir que
muchas veces hay razones valederas que me llevan de la mano a ese estado de
histeria apagada, y muchas otras son, en verdad, un hábil invento de estos tres
sin corazón.
Pero el tema acá
es que, sea cual fuere el motivo, es tan real lo que siento que mis tripas no
tardan en empezar el concierto y como si esto fuera poco, un semáforo en rojo termina
por cegar sin remedio mis ojos.
Digo siempre
que los años me han llenado de paciencia, pero reconozco que en estos casos ni
ella me aquieta, así y todo callo y me guardo, y sola y alborotada viajo como
puedo a mi centro para masticar el mal momento, para mirar las cosas del
derecho y del revés, para cruzarme a la otra vereda y para ser tan objetiva
como me sea posible y así evitar que se me prenda fuego la sangre mientras
trato de dilucidar entre lo real y lo imaginario y lucho por sacarme el
asqueroso y conocido gusto a hiel y bronca que pinta mi boca.
Y sí, algún
día tal vez recorra mi barca y descubra que estos tres, se han ido a otro lado
a hacer sus salvajadas. Pero por ahora y cada tanto los sigo encontrando,
escondidos y elucubrando su próximo asalto para asustarme hasta el infarto.Escrito en Noviembre de 2013
1 comentario:
Amalita.. en este relato me veo reflejada un poco.... debe ser que todos tenemos miedos y fantasmas... que van y vienen ... igual tu forma de describir estas sensaciones es maravillosa. Beso grande!!!
Susana C.
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