19 de octubre de 2010

Miradas

Se despierta confundida, siente que la observan. Mira alrededor, no hay nadie, no ve nada, sólo hay sol y una brisa suave perfumada de peligro y melancolía.
Dos ojos se le clavan en la nuca, son un puñal que la traspasa, por instinto se toca y después se mira la mano, nada, pero está inquieta.
Levanta la vista, otros dos ojos la miran fijamente desde la distancia, perforando sus pupilas. Se asusta, trata de levantarse pero no puede, es como si la hubieran clavado al piso, está presa, como si dos pesadas anclas estuvieran atadas a su cuello.
No entiende de dónde aparecieron ni cómo la encontraron, creyó haberlos dejado atrás hace mucho tiempo, pero hoy están acá, siendo un estorbo y una incongruencia sin palabras que la desorienta y la confunde.
No sabe qué hacer, no tiene escapatoria, el peso no le permite ni el más mínimo movimiento, y cada vez, las miradas se le clavan más hondo.
Le dicen que lo olvide, pero ella se niega a los gritos, porque si hay algo que decidió hace mucho tiempo, cuando los dejó, es que nunca lo iba a dejar a él.
Y en el momento en que lo nombra lo ve.

Juntos se alejan, entre ellos no hacen falta ni miradas…
Caminan, mientras vuela la tierra seca con cada pisada…

Ella, el Pasado y el Futuro. Y finalmente la salva el Presente

18 de octubre de 2010

Ellos

A Ella ya se acostumbró, sabe que va y viene y que así como aparece, de pronto se esfuma.
Está descalza, sintiendo que la vida le pesa en los hombros desnudos y que el mundo no cabe en sus brazos.
Se recuesta en la baranda de la escalera y espera que Ellos se vayan, porque los siente como hormigas bajo su piel, porque no puede sacudírselos de encima, porque hace rato que la están molestando y ya no los soporta más.
Hoy, ese acto reflejo que siempre tiene, también está apoyado en la madera gastada, extenuado.
Cierra los ojos, los escucha murmurar y correr de acá para allá. Son persistentes y obstinados, son la causa del tormento que la tiene empalagada hasta el hartazgo.
Trata de ignorarlos, pero no tiene más fuerzas, no las encuentra, no sabe adónde buscarlas, no sabe cuándo las perdió…
Un nudo en la garganta la sorprende, trata de tragárselo, están ganando terreno pero no va a permitirlo!
Respira, trata de sofocarlos, son demasiados y la lucha es despareja, pero no va a rendirse, sabe que si los deja sin alimento, se mueren.
Entonces, con las últimas fuerzas que le quedan se zambulle hacia lo profundo, hacia ese cálido mar de silencio que tanto ama y que hoy se abre para cobijarla…

…ahora ya no hay cuchicheos por lo bajo ni piececitos en el tejado…
…ahora ya está descansando acurrucada en sus brazos…

Ella y los Pensamientos

12 de octubre de 2010

Ella y Ella

Se sacó la ropa y los zapatos pero a Ella no puede sacársela de encima, por más que corra no logra perderla de vista y eso le molesta.
La enfrenta, está cansada, pero Ella se le ríe abiertamente en la cara, confundiéndola. No sabe qué hacer, ya se sacó todo, se sentó y esperó, caminó sin parar cruzando esquina tras esquina, corrió hasta que no le dieron más las fuerzas, pero Ella la alcanza siempre, sin perder la compostura la persigue y cada vez que se detiene y voltea, la siente como un capricho que la hostiga, la acosa y la arrincona.
Ya está harta, la increpa a viva voz pero es como toparse con una montaña, no hay respuesta, sólo una sardónica y muda sonrisa llena de ironía y de burla.
Decide ignorarla, pero es como ignorarse a sí misma, no lo logra, ni va a lograrlo en mil años por más empeño que le ponga, y lo saben, Ella y Ella.
Se rinde, se sienta en el escalón de madera tibia y suave, siente el sol en la cara y la brisa que le murmura al oído que ya se fue, entonces se relaja, sonríe y se entrega, parece que esta vez ganó la partida…

…pero cuando despierta la encuentra otra vez ahí, sentada al lado de ella, disfrutando el atardecer, y tan risueña que ya, raya el descaro…

Ella y su Sombra

3 de octubre de 2010

Respirando infierno

Está enojada, la abraza el fuego de una furia que surge con tal vehemencia que la descoloca y la hace tirar los anteojos negros, esos anteojos que nunca se saca. Pero está a salvo, no hay nadie que pueda ver lo que está sintiendo, sino los anteojos seguirían firmes sobre el puente de su hermosa nariz ocultando el reflejo de su alma.
Se saca los zapatos con los pies porque con las manos está arrancándose la ropa, y si pudiera también se sacaría la piel, porque le arde tanta bronca, como le arde el rush rojo de los labios que lo único que pueden escupir son pedazos de silencios y muecas de fastidio.
Se sienta en el primer escalón de madera ajada y descolorida que parece un espejo de su día, y apoya los pies desnudos en la tierra seca, que hoy, hierve como su sangre.
No puede, no quiere, no sirve pensar, como no sirve nunca el pensamiento cuando lo que siente es un mundo que invade el universo entero.
Apoya la cabeza en los brazos rayados de rush rojo y respira, no se le cae una sola lágrima porque no hay tristeza, hoy la inunda, la envuelve y la enlaza una brillante y terriblemente viva y furibunda ira.
Se deja llevar, moviéndose con la gracia que confiere el sentir algo verdaderamente y sin interferencia.
Están juntos, como dos amantes que conspiran pasión y susurran silencios, respirando sin prisas el calor del mismo infierno.

…Y mientras el sol cae se abrazan sin estorbos, en un amor profundo, prohibido y misterioso…

Ella y la Ira