28 de agosto de 2021

Devaneos y locura

Son las cuatro de la tarde, no hay tacos ni uñas negras y sí la urgencia impostergable de catarsis.
Hace unos días, una cadena de eventos por demás innecesarios que terminaron con setenta y dos horas de desvaríos imprudentes que iban del devaneo amoroso al desprecio despiadado pasando por la mentira, la ofensa, la soberbia y el descaro, me dejaron parada y sin palabras en el medio de un océano de nada.
Tan descomunal fue la vorágine de cinismo y locura y tan grande mi sorpresa que todavía estoy tratando de entender el juego perverso, la trama macabra, la cara impostada y las palabras inventadas y sigo sintiéndome desorientada.
Quiero decir también que a pesar de mi desconcierto esta vez no fui arrastrada ni manipulada, no se me cayó una sola lágrima, no se me estrujó la boca del estómago ni se me hizo ningún nudo en la garganta y aunque hubo instantes en los que sentí sed de maldad y venganza, me bastó mirar cómo y en dónde estaba para que la sensación se evaporara.
Ya pasaron más de quince días de ese para siempre inolvidable 11 de agosto y la verdad es que cada vez que me acuerdo del nada necesario e infantil arrebato, me felicito por haber conservado el garbo y sobre todo por no haberle hecho caso a mi maléfico diablo.