22 de abril de 2012

Con los silbidos del viento

Está helado afuera, pero adentro y con la taza de café pegada al cenicero, las paredes la abrazan cálidas ni bien cruza las piernas, ya sentada frente a la máquina.
Silencio, rápido tecleo, un correo enviado al cielo, un relato, un irse al centro, un reposo merecido en invierno y un silbido distante que trae el viento y que Ella empieza a escuchar con detenimiento.
Sabe que es el huracán que la tiene en alerta y que le avisa que cada día está más cerca. Sabe que viene para llevarse todo y barrer lo poco, para mover lo estanco y arrancar lo seco, para quemar lo viejo y empezar de cero.
Lo tiene tan claro que lo espera de frente, desnuda y descalza, sentada en los escalones, con las manos abiertas, el pelo suelto y casi sin resuello.
Está exhausta y tan cansada que el silbido la encuentra en la espera más laxa. Es el resultado de la decepción de la lucha y de la aceptación, es la ganancia de la rendición, es el sí y el no, es la fuerza que la empuja con determinación, son mudas palabras de ausencias elegidas en el repliegue más consciente de su vida.

Y la va a encontrar, sí, así como está, con el alma en pedazos regada en la arena, los tacos altos en la baulera y jirones de sus vestidos entre la hierba, pero entre sus manos: las riendas.

Tiene un nudo en la garganta
y se le inundan los ojos en cada brazada,
sabe que ya no falta nada
y que lo que viene nunca se retrasa.

Escrito el 18 de Abril de 2012

1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

extrañaba los escalones...