7 de abril de 2012

Borrando

Siempre se le hace tarde, ¡siempre! Ni aún haciendo un esfuerzo logra acostarse temprano, y es que a estas horas sigilosas sus manos se ponen ansiosas, invitándola a la confidencia con la hoja, y Ella, agotada pero lúcida y luminosa, acepta con confianza la invitación tan amorosa.
Ayer le escribió las últimas palabras, y en el plato no quedaron ni migajas, pero fue suave, delicada y sonó algo cansada, pero lo hizo en forma deliberada, porque en la vida todo vuelve y como no sabe lo que pueda llegar a pasar, no dejó nada librado al azar.
Después de casi ocho meses se le aflojaron las mandíbulas, y cuando llega el mediodía ya no mira con recelo el teléfono ni salta si escucha el tic tac del mensaje que hasta hace un tiempo, a esa hora, no tardaba en llegar.
Se terminó, la cortina se apoyó tan despacio en el piso de cemento que no quedó ni un milímetro por donde pueda filtrase una sola gota de viento.
Ya no hay tiempo, ya es tarde, el último vagón del tren acaba de dejar el andén y con él desaparecieron de sus ojos mil palabras que velaban la mirada que tenía puesta en la cortina que lenta se bajaba. Eliminó a consciencia hasta el último vestigio, como hace cada vez que se da vuelta y en silencio se retira, levantándose la cola del vestido…

Desde la ventana y en una maceta con una rosa pintada a mano, un cactus solitario y medio destartalado, la mira y le dice que ya no queda nada.

(Hoy dio vuelta la hoja del libro, y resuelta, empezó otro capítulo)

Escrito el 27 de Marzo de 2012

1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

Muy buena descripción de "final". Me encantó.