26 de septiembre de 2023

Sumas que restan

Parece un chiste, pero sí señores, hay sumas que restan o mejor dicho, hay personas que suman para restar.
Hasta no hace mucho yo era, en algunas ocasiones, una de esas personas.
Me arde un poco reconocerlo, pero no les voy a mentir, aunque en mi defensa tengo que decir que lo heredé y lo ejercí hasta que me di cuenta de lo desagradable y doloroso que es.
No puedo precisar el momento en el que cambié, lo que sí puedo hacer es decirles que me alejé de la gente que tiene esa manera de relacionarse porque me hace mal, siempre me hizo mal y, aunque en mi ignorancia dejé pasar esos comportamientos alegando una infinidad de excusas y volviéndome a someter una y otra vez a sus palabras hirientes, un día decidí dejar de poner el cuerpo.
En mi caso no sirvieron largas conversaciones y menos mis lágrimas, todo lo contrario, eso alimentó la insaciable voracidad de la que hacen gala creyéndose poseedores indiscutidos de la verdad y del derecho a opinar, enjuiciar y sentenciar sin que jamás yo se los solicitara y, lo que es más nefasto aún, ofendiéndose si se me ocurría contradecir sus dichos y, encima de todo, esperando que me disculpara por la osadía.
Ya no más mis queridos, ya no más.
Regué con una incontable cantidad de gente la vera del camino de mi historia, sí, digo bien, regué, porque hoy mi senda florece como florezco yo, sin miedo a estar sola, sin miedo al qué dirán y sin el dolor indecible que me provocaron solo porque les abrí el corazón.
Hoy la puerta sigue abierta, pero el permiso para entrar solo lo otorgo yo.

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