14 de diciembre de 2023

Ni un café frío

Hoy no hay mucho contexto, mis uñas, raramente, no están pintadas desde hace una semana y parece que mi alma se niega al dictado, tal vez porque huelga una explicación, tal vez porque no sé cómo contarles que la incomodidad es una sensación sutil, casi inaudible y difícil de detectar, que en mi caso se manifiesta como un ruido silencioso, noble y emperrado que hasta no hace mucho me negué a escuchar y que se convirtió en el diablo enardecido y furibundo al que me enfrenté durante años sin saber que jamás lo iba a vencer, porque en realidad era yo misma gritándome con toda el alma: “esta gente con la que te estás relacionando, estos lugares a los que estás yendo, esto que estás haciendo, esto que estás pensando, esto que estás diciendo, no te hace bien”.
Confiar en mi incomodidad fue la clave que me llevó a casa, porque me enseñó con qué y con quienes no tomaría más ni un café frío.
En el camino quedaron un montón de cosas y también muchas personas, así como quedó atrás el vértigo que tenía el día que empecé a poner las cosas en su lugar, el día que empecé a dejar atrás a personas que jamás iban a sumar.
En fin, no sé si me pude explicar, pero esto es lo que hay.

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