20 de febrero de 2023

La brisa

Leía hoy mi diario y una frase ya resaltada en algún otro momento llamó mi atención. En ella hablaba de reconocer esa suave brisa, que suele erizarme los pelos de la nuca, antes de que se convierta en un huracán.
Y me puse a pensar en eso, en lo poco alerta que solemos estar a mil cosas que nos pasan y que también dejamos pasar.
Aclaro que no hablo desde la retórica teórica, sino desde mi experiencia y desde las marcas que llevo en mi propio cuero después de haber vivido una incontable cantidad de huracanes que empezaron con sutiles avisos a los que yo, claramente, desestimé y hasta justifiqué.
Y es que la vorágine de lo cotidiano nos “lobotomiza” y nos lleva primero a hacer oídos sordos a los ruidos de las tripas, después pasamos por alto como si no tuviera costo alguno los avisos del cuerpo y finalmente un latigazo atrás de las rodillas nos derriba sin delicadeza mientras nosotros con infantil inocencia nos preguntamos porqué.
El “porqué” tiene una sola explicación: no nos enseñaron a escucharnos, es más, detenerse, decir no, basta, hasta acá, esto no me gusta, esto no lo hago y esto no lo quiero parecen no existir como opciones.
En mi caso el secreto es detectar lo que estoy rumiando y no puedo tragar y hacer algo al respecto, porque todas las veces que no lo hice un huracán hambriento me arrancó sin mucho trámite todos los pelos del cuerpo.

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