26 de septiembre de 2023

A tres años

Mis dedos están lentos hoy, casi detenidos sobre el teclado, como buscando una manera suave de exorcizar mi propia implosión.
Hace unos días tuve que reconocer que estaba cansada, harta y llena de ira. Como contraparte me di cuenta de que aprendí a entrar, gestionar y salir de todas las situaciones que acontecieron en estos tres largos años con pericia y soltura en la mayoría de las ocasiones, y en otras como pude.
Los casi cincuenta y siete vienen con reconocimientos y aceptaciones varias de mi y hacia mí, con logros, con desapegos y con toda mi vida en poco más de treinta y cinco cajas.
Estoy cansada sí, y harta y llena de ira ¿y qué?
Y mandé a la mierda a un montón de gente ¿y qué?
Y me pasan cosas que no me gustan, y me pasan otras que son maravillosas, y acá estoy, surfeando las olas con unas y tratando de no ahogarme con las otras.
¿O acaso los ríos no se desbordan, o a los mares no les pinta cada tanto un tsunami, o las montañas dormidas no se despabilan y entierran todo a su paso con lodo, lava y cenizas?
Entonces, si pasa en la naturaleza ¿por qué no a mí?
Es simple esta vez, claramente soy una mezcla exclusiva y a partes iguales del mismísimo del diablo y de un maestro zen.

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