Duele decirse la verdad. Duele reconocerse desde el otro, desde lo otro, desde el reflejo.
No hay nada más doloroso ni más liberador que mirar para atrás y sentir que amé, que fallé, que hice mías sendas que no lo eran y que construí muy cerca de las olas grandes castillos de arena.
Hoy no soy la que fui e intuyo que tampoco la que voy a ser, lo cual no me deja tranquila pero sí me incentiva a seguir indagando y hurgando en los recovecos más remotos de mi historia, en cada caja de mi altillo, en cada foto grabada en mi mente y en cada aviso que hubo antes de cada tormenta.
Duele decirme la verdad y reconocer en estas letras que mucho me lo tengo que explicar de otra manera, así como sentada en el cordón más bajito de la vereda y quedando mal conmigo misma aunque todos me vean.
La verdad señores es que me he estado mintiendo y también que me estoy riendo.
Sepan que es una “bizarrada” que las cosas no tengan sentido y a la vez encajen perfecto.
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