Tal vez hoy sea día de infidencias y grite hasta acalambrarme esas cosas mal barajadas que tengo atragantadas. Tal vez hoy me
desnude ante ustedes y les cuente mis canas sin importarme nada. Tal vez hoy
sea día de tirar la toalla y seguir mi camino sin dar vuelta la mirada. Tal vez
hoy en la noche el reflejo del espejo sea el que yo espero y me suba a los
tacos de los que me bajé hace rato para besarme sin miedos ni reparos mientras miro
cómo abandonan mi barco todos los pesados lastres que he estado cargando.
Pero todos estos “tal vez” no son deseos, sino el fin de una
larga espera a la que todavía le queda resto y que a cada paso me anuncia que
no falta mucho para repartir la baraja de nuevo.
Leo desde que abrí los ojos y entre párrafo y párrafo la pluma de mi alma va intercalando palabras y voy desvariando entre amores y odios, entre la vida y la muerte y entre dioses y diablos para llegar al fin a entender que lo importante está en el espacio que hay entre esta palabra y esta otra.
9 de septiembre de 2015
1 de septiembre de 2015
Angustia
Voy a intentar “ensayar” esta sensación o dibujarla, más
que nada porque necesito largarla, para que la hoja me la devuelva en letras
mansas y yo pueda exorcizarla.
Digamos que la angustia es singular pero una pluralidad
de ríos confluyen para formar este mar, porque ella no es causa sino
consecuencia de un montón de gotas que llenan el vaso hasta la mismísima
zozobra.
Ahora bien, mientras se gesta doy fe de que ni se nota y
es por eso que uno no la ve venir hasta que vestida toda ella de ahogado
desconcierto y perfumada de sopor hasta la náusea, destila las más puras y
saladas lágrimas.
Cuestión que recién cuando el agua está derramada que uno
se da cuenta de todo lo que entre manos fue juntando esta muchacha, nada casual
y por cierto tampoco nada que haya empezado ayer.
Llegado este momento y para entender y resolver no queda
otra salida que empezar a revolver, porque es entre los escombros llenos de
polvo en donde están los afluentes que inundan de mar los ojos.
Personalmente siento que mi vida se suspende ante la
angustia y que toda ella son manos que me sumergen, me dejan sin aire y me
ciegan evaporando sin remedio el alrededor.
Cuando llego a este punto sé que no tengo otra forma de
exorcizarla que dejarla que haga sin siquiera intentar esquivarla, aunque no la
pase bien, aunque se me hiele la sangre y aunque lo único que escuche sea ese
silencio sordo que viene después de todo terremoto.
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26 de agosto de 2015
Puzzle
Hace unos años y en una noche lluviosa me vi parada en
una vereda con las manos abiertas y sobre ellas un rompecabezas de más de mil
piezas y el desafío que después supe es hasta hoy el más grande de mi historia.
Desde entonces que estoy sentada en la alfombra y esta
vez “no sola”, mirando todo lo que hay regado y distinguiendo sólo un pequeño
lado encastrado mientras el resto sigue mezclado y hasta con algunas piezas boca
abajo.
Por momentos se me pone escarpado, no voy a negarlo y es
ahí cuando impotente me levanto y abro los brazos esperando ese balazo que al
final y por puro instinto termino esquivando.
Sé que no hay una sola forma de armarlo ni una sola de
terminarlo. Lo que sí hay es una sola forma de lograrlo y es pieza a pieza y
paso a paso sin ignorar que algunas son fáciles pero son las menos y que otras,
las más, son hasta difíciles de encontrar porque se esconden entre las demás.
He aprendido con el tiempo a pasar por alto algunas cosas
pero ese tiempo mismo me ha enseñado a no despreciarlo porque es este segundo el
más válido, porque este segundo no espera y porque cuando este segundo se va no
vuelve más.
La vida es rápida, no se detiene y no está en otro lugar.
Está hoy, ahora, en este preciso momento. Está en este sol, en este viento, en
esta soledad, en este silencio, en este café, en el ruido que hacen mis dedos
acariciando todas las letras del teclado, en este grito mudo y ahogado, en el
reflejo cierto que me devuelve el espejo y en este rompecabezas que yace en la
alfombra instándome cada segundo a seguir armándolo mientras el viento me
susurra esa frase que tanto amo y que dice: “cosecharás lo que has sembrado”.
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7 de agosto de 2015
Tazas y diablos
Me enfrento hoy con la hoja en blanco y este título, que
como yo, está lleno de cosas locas y no tanto.
¿Por qué tazas? Porque hasta no hace mucho tuve una taza
casi para cada sorbo de café que me regalaba y otra para el té de la noche que
aparecía cuando las demás ya estaban cansadas.
¿Por qué diablos? Porque cuando sin querer rompí la
última taza recordé el día que rompí la primera y bastó ese instante, ese sutil
destello para que aparecieran ante mí en sucesión incansable toda la sarta de
diablos que después supe eran los invasores de mi espacio.
Podría decir que el golpe seco que hicieron mis baluartes
cerró un ciclo y al encapsular un tiempo muy preciso se me brindó la
oportunidad de verme recorriendo un camino rico, lleno de opciones y aristas,
en el que por momentos y cual Quijote luché contra molinos de viento durante
largos diálogos de los que ahora doy cuenta estaban desde el comienzo “mortalmente
fusilados”.
Y al fin, entre mis tazas y “mis y no tanto diablos”
logré entender que se puede jalar un caballo hasta el agua pero nadie lo puede
obligar a tomarla.
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1 de julio de 2015
Silencio locuaz II
Tiempo atrás escribí silencio locuaz y hoy vuelve a mí la
frase que dice que los hechos ni siquiera me hablan sino que me gritan con toda
el alma.
Fui algo altanera en ese escrito pero logré desnudarme en
una muda parábola de interpretaciones variadas porque mi estilo así lo
recomendaba.
Hoy sigue siendo difícil ser precisa y más cuando mi
corazón late con esta prisa, mis manos teclean mientras tiritan y lo no tan risible
es cuando menos una compañía.
Soy una mujer que se declara enemiga acérrima de las
sorpresas al punto de tener una ética para odiarlas, así como declaro con el
mismo énfasis que ante el hecho consumado las palabras no tienen ni un maldito
significado.
Sé que la vida no me va a dar un bocado que no pueda
tragar y también sé que el tiempo me va a mostrar si todo lo que hoy me parece
obvio era o no, una obviedad.
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Adjetivos
Me defino detenida y en marcha sostenida, antónima y
paciente "esperadora".
Me defino de mil formas, todas ellas con-jugadoras.
Pero esto viene a cuento de que no son adjetivos los que
me definen, porque les tengo miedo a las adjetivaciones como le temo a los
juicios aunque menos que a mí misma pero casi tanto como a las "verbalizaciones".
La verdad es que me defino con estados que dependen y van
cambiando, entendiendo que hay personas que me pueden gustar o no y absteniéndome
en todos los casos y en la medida de lo posible, de "estampillarles" con fresca
soltura una "adejtivación".
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17 de junio de 2015
Su lugar
Hoy voy a hablar de alguien a quien puse en su lugar en
otro relato. Hoy le toca de vuelta al pasado.
Para ser sincera les cuento que después de tres páginas y
casi mil palabras decidí que lo mejor era aferrarme a mi breve estilo y en cinco
párrafos desnudarlo para definirlo.
Tengo que decir que el pasado camina a nuestro lado, a mi
derecha en mi caso, y no sólo no hay quien pueda negarlo sino que ni queriendo
es posible olvidarlo, por esto señores es innecesario vivir trayéndolo, no se
debe.
¿Aclaro? NO ES SANO.
¿Por qué? Porque guardar pasado o tan sólo mencionarlo
llena el alma de presentes suicidados.
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27 de mayo de 2015
Desnudez impertinente
Una sombra llena de cosas ha entrado en mi espacio, tal
vez por demasiado, y no porque yo haya querido ni porque la haya dejado sino
porque así fue como ha pasado.
Es cierto todo lo que he aprendido, como es cierto todo
lo que me ha dolido pero lo haya manejado como lo haya manejado siempre traté
de que fuera con juicio y tino y sobre todo con cuidado.
Siento que mucho de mí he dejado y hasta he tenido que “furtivarme”
en mis propios relatos para encontrarme cuando en el camino la pesadez se hacía
insoportable y el piso desaparecía bajo mis pies haciendo el próximo paso
insondable.
Sé ahora a qué se debe este largo repliegue consciente y creo
no haber sido necia ni tosca y sí haber preferido que corriera por mi cuenta el
alto precio de la espera silente al grito a deshora.
Hoy mi visión es otra, hoy son cada vez menos las cosas
que importan.
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21 de mayo de 2015
Silencio definido
Hoy necesito sólo un segundo para ocuparme de un silencio
maldito que viajó más de mil kilómetros conmigo, que no es casual que haya
originado este escrito y que ha insultado sin remilgos a mi silencio divino.
Tuve tiempo de sobra en ese trayecto forzado para
fantasear unas cuantas analogías y también para jugar a las escondidas con
silencios callados, cómodos, cortantes, perversos, expectantes, ruidosos, terminantes,
tranquilos, densos, forzados y agitados que me llevaron sin que me diera cuenta
del acotado silencio del diccionario a un universo inimaginable.
Por eso hoy confieso que a pesar de kilómetros de ese
para siempre recuerdo tan feo, infinitamente le adeudo el haber hecho más
grande mi cielo.
Y al fin concluyo que, aunque huelguen las palabras, todos los silencios hablan.
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23 de abril de 2015
Trapos
Hoy el sol salió para ella y como siempre, uno de sus
cinco escalones la espera. Se sienta en el primero y lánguida se le ofrece al
viento.
Siente que muchas cosas se le han metido hasta en las
costuras de la ropa, pero logra abstraerse y dándole la espalda al mundo sonríe,
sin testigos y sin explicaciones.
Este lugar en donde ella fluye apartada de todo, ajena a
entreveros y vacía de pensamientos está lleno de lo que sabe es cierto.
Ese espacio tan suyo, ese adentro delicado y suave es en donde
ella recala cuando el afuera del día la cansa de tanto inútil “careteo”, de
toneladas de utilería barata y de las hostiles seriedades de la existencia vana.
Sonríe porque es mágico verle lo oculto al resto del
mundo y porque sabe que no hay misterio o secreto que ella con sus manos y su
silencio no pueda deshilvanar en su adentro.
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17 de abril de 2015
Entreveros
Hace rato que me vengo entreverando y no logro salir del
laberinto que cosió deliberadamente mi diablo. Hilos y más hilos voy sorteando
pero el tranco se hace pesado aunque mi dios me lleve de la mano.
Llegar al centro es lo único que me salva de meter los
pies en el barro y como ya no sé si son mis tripas las que cantan o es el
perverso parloteo interno lo que escucho, dejo todo para cuando salga.
Mis manos y mi voz tiemblan, como me dijeron que temblaba
mi alma. Busqué una explicación para tan ilógica aseveración pero a esta altura
huelga toda tertulia con mi interior.
Enredada entre las telas que teje mi araña voy hacia el
sol y nada más que por si alguien pregunta les digo de antemano que no tengo ni
idea de en dónde estoy.
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14 de abril de 2015
Blanco
Dice el diccionario que el blanco es el color de la nieve,
un color de piel, el mío y probablemente el de muchos de ustedes también, y, para
mi sorpresa, menciona que es el espacio que queda entre esta palabra y esta
otra.
Pero hoy las razas y las melancolías no están en el top
de mi lista, hoy me ocupa el “blanco” que parece que tengo en algún lado
dibujado.
Me cuestiono desde tiempos inmemoriales si soy yo la que
se para en la trayectoria de los disparos o si es mi cara o son mis formas las
que hacen que me encuentre bastante seguido en medio de balaceras que me dejan
como una coladera.
Es por eso que hoy decidí detenerme un rato y mirarme en
el espejo y, café y cigarrillo mediante, me puse a hacer catarsis.
Lo primero que noto es que soy un blanco fácil porque suelo
no reaccionar ante la agresión, pero nunca deja de sorprenderme cuando viene de
la gente que yo creo que me quiere.
Lo segundo que percibo es el precio que pago por poner la
otra mejilla, un precio que no dolería tanto si las balas vinieran de gente
libre de pecado pero como no existe tal gente el costo me parece demasiado
caro.
Ahora voy a llegar al final de este “hurgueo” personal y
me voy a hacer cargo de todo lo que no tengo resuelto, de todos los miedos que me
dejan sin resuello, de todos mis queridos y aceptados defectos, de mis amadas mañas,
de mis soledades, de lo escaso de mis sonrisas y de mis silencios.
Y como último voy a regalarle a quien tenga la suficiente
valía y se atreva a mirarse, un espejo de cuerpo entero y una piedra para
lapidarme.
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6 de abril de 2015
Cortinas
Hace muchos años descubrí que el rencor era hijo directo
e indiscutible del enojo y que la ira o furia con sustancia, como suelo llamarla,
es simplemente la otra cara de la calma. Ustedes podrían decirme, al igual que
el diccionario, que son lo mismo pero es acá en donde yo me detengo y los
diferencio, tildando al enojo como un tibio intermedio que uno deposita en los
otros y a la ira como al más voraz de los incendios que sucede en terreno
propio.
Ahora voy a contarles una infidencia, como soy rencorosa
hasta la médula y no puedo manejarla, un día decidí asesinar al padre para que
no escociera mis entrañas su descendencia, por eso a partir de ahí lo único que
me permito vivir con conciencia es la ira, aunque de vez en cuando y sin mi
anuencia el enojo pase como una exhalación a hacer un rápido acto de presencia
y me deje, como un trompo, dando alguna que otra vuelta.
He escrito mucho acerca de ese fuego que me consume el
alma y lo he vivido hasta quedar sin aire así como he vivido la desesperación
que implica esperar que la vida me muestre y me lleve a ese bendito lugar en el
que la calma hace acto de presencia y con nitidez prístina se da vuelta la
moneda.
Sé que no hay nada más terrible que las llamas del
infierno ardiendo en mi propio centro pero debo reconocer que el ruido que hace
la cortina, cuando de un momento a otro toca fondo, es en mi universo el sonido
más melodioso de todos.
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30 de marzo de 2015
Caja
En el altillo de mi vida una caja llena de caras y
nombres pero vacía de letras vive guardada a la sombra sobre un puñado de mi
yesca esperando que una chispa la prenda y la haga desaparecer para siempre de
mi senda.
Esa caja maldita, que al verla nada dice, ronda sin
pudores mi espacio y se regodea entorpeciendo mi paso mientras su perfume
lascivo me sigue a todos lados.
No es ni cerca una caja de Pandora, porque a medida que
enlentezco mis pasos se suman diablos que se ríen de mis náuseas y que me son
imposibles de ignorar porque sé que están aunque no los pueda precisar.
Esas sanguijuelas sin tino, que ni por asomo desestimo,
han pisoteado mi tierra y jugado tanto conmigo que lograron enardecer hasta lo
indecible mi espíritu al punto del desafío.
Hoy, con brazos abiertos y las manos llenas de lo cierto,
espero el encuentro para encender la yesca y convertir en cenizas a todo aquel
que con su solo pensamiento osó entrar en mi huerto con la intención de
llevarse mi pienso y cosechar los frutos de mi esfuerzo.
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13 de marzo de 2015
Nubes
En realidad está llegando a su fin la tormenta, pero eso
no quiere decir que haya terminado, es más, las nubes vienen cargadas como para
dejar inundado hasta al desierto más taimado, mientras altiva camina junto a
ellas segura y lenta la noche negra, signo inequívoco de que el amanecer está
cerca.
Debo decir que esta no es mi primer escarpada y mentiría
si dijera que es la última. Mi historia, guía que llevo siempre bajo el brazo, cita
en algún párrafo que cada día que amanezco es un bendito desafío y tanto puede sorprenderme
con un suelto andar bonito como con las llamas del infierno más temido.
Pero yo sigo, resolviendo cuestas, segura de estar
volviendo a mi tierra, determinada a torcer velas o a soltar amarras cuando así
lo sienta y con el andar pausado que no se debe a mis años sino al saber que me
da el ver algunas cosas y que desde hace más de una década obra en mi poder
como la carta más preciada sí, y también la más cara.
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21 de enero de 2015
Gracia
Hay demasiado que callar, mucho escrito sin terminar y
mucha cosa dando vueltas que no logro cerrar.
Marzo se acerca mientras mi año, por fin, se aleja. Digo
por fin porque me está dejando deshecha, porque todavía quedan algunas madejas
sin desenredar en mi cabeza, porque la tormenta sigue y yo, cansada de andar
con la ropa empapada de tanto afuera, tengo que seguir con ella.
Sé que éstos serán tiempos de pura paciencia y espera, de
tecleo lento y máxima alerta aunque el agobio sea el que me lleve a cuestas, aunque
no halle las respuestas y lo obvio me obligue a reír sin que me vean.
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8 de enero de 2015
Placebos
Hoy se me ocurrió que para los dolores del cuerpo hay mil
soluciones pero para los del alma no hay remedio alguno en las farmacias.
También he dicho que ni más millones de los que pueda
contar surtirían el efecto mágico de evaporar lo que siento o de hacer
desaparecer lo que veo. Hasta podría decir que los miraría con el mismo
desconcierto que mira un libro un analfabeto.
Y es que la vida duele cuando se hace carne en el alma,
cuando de la ignorancia uno pasa a “darse cuenta” de que ella es toda miradas
risueñas, recodos y una infinita sorpresa de imperceptibles modos.
Alguna vez la comparé con el agua del río y siento que no
me equivoqué. Fluir con ella ha sido y es maravilloso, aunque debo reconocerle
la fuerza cuando las veces que le hice frente como una roca obstinada y para
hacerla caber en mis planes quise desviarla, ella me fue desgastando hasta
convertirme en un espeso y frustrado fango en donde sin remedio se hundieron
las ruedas de mi carro.
Por eso sé que no hay nada más duro que el viaje hacia
adentro, no existe dolor en el cuerpo capaz de superar el desgarro interno y
para calmarlo no hay remedio ni placebo en todo el universo, sólo la conciencia
de saberse lágrima y diluirse en su océano.
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