Tiempo atrás escribí silencio locuaz y hoy vuelve a mí la
frase que dice que los hechos ni siquiera me hablan sino que me gritan con toda
el alma.
Fui algo altanera en ese escrito pero logré desnudarme en
una muda parábola de interpretaciones variadas porque mi estilo así lo
recomendaba.
Hoy sigue siendo difícil ser precisa y más cuando mi
corazón late con esta prisa, mis manos teclean mientras tiritan y lo no tan risible
es cuando menos una compañía.
Soy una mujer que se declara enemiga acérrima de las
sorpresas al punto de tener una ética para odiarlas, así como declaro con el
mismo énfasis que ante el hecho consumado las palabras no tienen ni un maldito
significado.
Sé que la vida no me va a dar un bocado que no pueda
tragar y también sé que el tiempo me va a mostrar si todo lo que hoy me parece
obvio era o no, una obviedad.
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