Voy a intentar “ensayar” esta sensación o dibujarla, más
que nada porque necesito largarla, para que la hoja me la devuelva en letras
mansas y yo pueda exorcizarla.
Digamos que la angustia es singular pero una pluralidad
de ríos confluyen para formar este mar, porque ella no es causa sino
consecuencia de un montón de gotas que llenan el vaso hasta la mismísima
zozobra.
Ahora bien, mientras se gesta doy fe de que ni se nota y
es por eso que uno no la ve venir hasta que vestida toda ella de ahogado
desconcierto y perfumada de sopor hasta la náusea, destila las más puras y
saladas lágrimas.
Cuestión que recién cuando el agua está derramada que uno
se da cuenta de todo lo que entre manos fue juntando esta muchacha, nada casual
y por cierto tampoco nada que haya empezado ayer.
Llegado este momento y para entender y resolver no queda
otra salida que empezar a revolver, porque es entre los escombros llenos de
polvo en donde están los afluentes que inundan de mar los ojos.
Personalmente siento que mi vida se suspende ante la
angustia y que toda ella son manos que me sumergen, me dejan sin aire y me
ciegan evaporando sin remedio el alrededor.
Cuando llego a este punto sé que no tengo otra forma de
exorcizarla que dejarla que haga sin siquiera intentar esquivarla, aunque no la
pase bien, aunque se me hiele la sangre y aunque lo único que escuche sea ese
silencio sordo que viene después de todo terremoto.
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