1 de septiembre de 2015

Angustia

Voy a intentar “ensayar” esta sensación o dibujarla, más que nada porque necesito largarla, para que la hoja me la devuelva en letras mansas y yo pueda exorcizarla.
Digamos que la angustia es singular pero una pluralidad de ríos confluyen para formar este mar, porque ella no es causa sino consecuencia de un montón de gotas que llenan el vaso hasta la mismísima zozobra.
Ahora bien, mientras se gesta doy fe de que ni se nota y es por eso que uno no la ve venir hasta que vestida toda ella de ahogado desconcierto y perfumada de sopor hasta la náusea, destila las más puras y saladas lágrimas.
Cuestión que recién cuando el agua está derramada que uno se da cuenta de todo lo que entre manos fue juntando esta muchacha, nada casual y por cierto tampoco nada que haya empezado ayer.
Llegado este momento y para entender y resolver no queda otra salida que empezar a revolver, porque es entre los escombros llenos de polvo en donde están los afluentes que inundan de mar los ojos.
Personalmente siento que mi vida se suspende ante la angustia y que toda ella son manos que me sumergen, me dejan sin aire y me ciegan evaporando sin remedio el alrededor.
Cuando llego a este punto sé que no tengo otra forma de exorcizarla que dejarla que haga sin siquiera intentar esquivarla, aunque no la pase bien, aunque se me hiele la sangre y aunque lo único que escuche sea ese silencio sordo que viene después de todo terremoto.

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