Hoy necesito sólo un segundo para ocuparme de un silencio
maldito que viajó más de mil kilómetros conmigo, que no es casual que haya
originado este escrito y que ha insultado sin remilgos a mi silencio divino.
Tuve tiempo de sobra en ese trayecto forzado para
fantasear unas cuantas analogías y también para jugar a las escondidas con
silencios callados, cómodos, cortantes, perversos, expectantes, ruidosos, terminantes,
tranquilos, densos, forzados y agitados que me llevaron sin que me diera cuenta
del acotado silencio del diccionario a un universo inimaginable.
Por eso hoy confieso que a pesar de kilómetros de ese
para siempre recuerdo tan feo, infinitamente le adeudo el haber hecho más
grande mi cielo.
Y al fin concluyo que, aunque huelguen las palabras, todos los silencios hablan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario